asumir una enfermedad, por muy controlable que ésta sea, o el hecho de tener que pasar durante un largo periodo vital en un centro hospitalario debido a un problema de salud no son platos de buen gusto para nadie. Y si además quien tiene que aprender a convivir con alguno de estos contratiempos es un niño, cuya rutina tendría que estar marcada por el juego y el aprendizaje en la escuela y en casa, en definitiva por un desarrollo sano y feliz, el problema tiende a magnificarse, tanto en la mente de ese pequeño como en la de su familia y allegados.

Con la idea de hacer mucho más llevaderos a los pacientes en edad pediátrica esos largos periodos de ingreso, y lógicamente para que no pierdan el ritmo ni se queden atrás respecto a sus compañeros de clase, las aulas hospitalarias, como la existe en la sede Txagorritxu del Hospital Universitario de Álava (HUA), juegan desde hace muchos años un papel esencial. Ana María García de Motiloa, que acaba de comenzar una merecida jubilación, ha ejercido como profesora en este servicio durante los últimos 23 años, tratando de hacer la vida de los más txikis mucho mejor, a base de educación y también mucho cariño.

Su tarea, además, no se ha limitado solamente al trabajo educativo en el aula, al contacto diario con los niños ingresados, sino que deja también como legado un blog que servía como puente entre éstos y sus compañeros de clase, Hospitalandia, y la publicación de ocho cuentos relacionados cada uno de ellos con un problema de salud diferente para ayudar a los pequeños a afrontar un trance tan difícil. Se trata no tanto de vencer al miedo y la ansiedad, algo que la propia profesional reconoce como casi imposible, sino de “ponerles patitas”, lograr que los pequeños puedan afrontarlos con las mejores herramientas.

Amante de la escritura, García de Motiloa presentó la primera de sus publicaciones infantiles en el año 2011, la única que no está enfocada sobre una enfermedad concreta. Su título, Cinco Loritos, logró sintetizar muy bien su objetivo, trabajar sobre otras tantas emociones básicas y tratar de que los niños se relacionen con ellas. La autora se centró fundamentalmente en el miedo que suele producir en el pequeño paciente la toma de contacto con el instrumental médico y un medio desconocido como es el hospital, pero no quiso tampoco pasar por alto la alegría, la tristeza, el enojo y el afecto, a través de cinco curiosos personajes: Don Oto Scopio, Don Mendo Fonendo, Doña Pincha Jeringa, Don Depre Sor y Don Tensio Metro.

Tanto éxito tuvo esta publicación que, como sucedió con todas las posteriores, no tardó en salir de las paredes del aula hospitalaria de Txagorritxu para entrar también en las clases convencionales, las de los colegios. “Los cuentos han ayudado mucho a los niños. Los padres de una niña muy enferma me contaron una vez que su hija sólo había podido sonreír en el hospital con Doña Pincha Jeringa... Y eso produce mucha satisfacción”, relata a este periódico la maestra y escritora.

labor prolífica García de Motiloa, que ha tenido una recta final de vida profesional “muy prolífica”, fue editando posterior y progresivamente seis publicaciones más, hasta llegar a la que pronto va a ver la luz, en esta ocasión centrada en la epilepsia. Cuentos que han versado sobre el cáncer, el asma, los trastornos del sueño o los niños prematuros, entre otras problemáticas, y que han sido editados por el Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco.

La también recientemente jubilada exresponsable del servicio de Pediatría del HUA, María Pilar Botella, animó a García de Motiloa, como ya había hecho con sus publicaciones anteriores, a editar un nuevo material en torno a la epilepsia, una enfermedad tan antigua como todavía desconocida, a la que siguen rodeando los recelos y los miedos, y la profesora no tardó en ponerse manos a la obra. Comenzó a redactar los textos, que como en los cuentos anteriores han tenido como apoyo las ilustraciones de su hija Raquel Gonzalo, allá por “octubre o noviembre” de 2015, y hasta la fecha ha estado “puliéndolos”.

Este pasado sábado, García de Motiloa presentó esta última obra, titulada Daniel y el Parque Misterioso, en las IX Jornadas de Epilepsia que ha organizado la Asociación Alavesa de Epilepsia, y que versaron sobre el tratamiento de esta enfermedad entre la población infantil. Maialen, la otra hija de García de Motiloa, también ha aportado su granito de arena a la obra mediante su diseño gráfico. La obra cuenta, como todas sus predecesoras, con una guía didáctica de apoyo, y estará editada en euskera y castellano. Su publicación, también por parte del Gobierno Vasco, llegará “pronto”, según confía la autora.

El objetivo de García de Motiloa en este caso concreto fue, en la línea de sus trabajos anteriores, que los pequeños afectados por epilepsia y también sus familiares puedan lidiar mejor con el miedo y la ansiedad que esta patología produce. “Se trata de enseñarles a comprender mejor en qué consiste, porque en la medida en que lo hacen, todo va mucho mejor. Yo siempre he usado las metáforas para que los niños se identifiquen con las cosas que pasan en los cuentos”, explica la autora.

empatía, sabiduría y humor En Daniel y el Parque Misterioso el protagonista no es tanto un niño con epilepsia, aunque también tenga un papel fundamental en la historia, sino un amigo de éste, el propio Daniel, que un día presencia una crisis que no comprende y apenas sabe cómo actuar. García de Motiloa cultiva la empatía y trabaja la sabiduría, a través de uno de los árboles que aparecen en sus páginas, y aporta también un necesario toque de humor. En este caso, a cargo de Kinico, un osito que siempre acompaña al amigo de Daniel, y que es el “personaje cómico” de la historia. El cuento ayuda a Daniel a comprender lo que le sucede a Jose, su amigo, “y al final está muy contento porque sabe lo que le pasa”. El árbol sabio también recuerda al final del cuento que la epilepsia no se contagia y que “muchas personas importantes e inteligentes la tenían”, como Alejandro Magno, Juana de Arco y Albert Einstein, que pudieron llevar una vida completamente normal.

“Yo sólo espero que esto ayude tanto a los niños como a sus familias. Ese es mi mayor objetivo y con lo que me daría por satisfecha”, se sincera García de Motiloa. La profesional, a pesar de haber concluido ya su carrera profesional, no descarta ampliar en un futuro su catálogo de libros. “Si alguien me pide colaborar, yo estoy dispuesta”, asegura.

La autora. Ana María García de Motiloa, que acaba de comenzar una merecida jubilación, ha ejercido como profesora en el aula hospitalaria de Txagorritxu durante los últimos 23 años, tratando de hacer la vida de los más txikis mucho mejor, a base de educación y también mucho cariño.Prolífica. Amante de la escritura, García de Motiloa presentó la primera de sus publicaciones infantiles en el año 2011, la única que no está enfocada sobre una enfermedad concreta. Su título, ‘Cinco Loritos’, logró sintetizar muy bien su objetivo, trabajar sobre otras tantas emociones básicas y tratar de que los niños se relacionen con ellas. La autora se centró fundamentalmente en el miedo, pero no quiso tampoco pasar por alto la alegría, la tristeza, el enojo y el afecto.

La última. La también recientemente jubilada exresponsable del servicio de Pediatría del HUA, María Pilar Botella, animó a García de Motiloa a editar un nuevo material en torno a la epilepsia, que ha sido el último cuento que ha escrito con la ayuda de sus hijas Raquel y Maialen. Comenzó a redactar los textos hace un año y pronto estará editada. Su título, ‘Daniel y el parque Misterioso’.

La autora vuelve a perseguir con su última publicación este objetivo principal, que pueda echar una mano tanto a los pequeños pacientes como a sus allegados.

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Cuentos ha editado durante la recta final de su carrera profesional Ana María García de Motiloa, cada uno de ellos centrado en una patología distinta.