ayala - Pocos paisajes son tan sugestivos y ofrecen una experiencia tan intensa como la que brinda un viñedo en plena vendimia. El campo, colmado de vides cargadas de racimos, vibra con el trajín de los vendimiadores, el acarreo de las cajas y la ruidosa procesión de tractores con los remolques a rebosar de uvas. El aire se inunda de olor a parra y mostos prematuros, que compiten con el perfume de las hierbas silvestres, y si a ello se le suma una luna llena iluminando el cielo, la estampa resulta poco menos que cautivadora.

Al menos así lo visionó la asociación de turismo del Valle de Ayala y el Alto Nervión, Aiaratur, que este fin de semana promovió, junto con las bodegas Gure Ahaleginak de Orduña y Beldui Txakolina de Llodio -ambas adscritas a la Ruta del Txakoli de Aiaraldea- una novedosa experiencia, pionera en Álava, que consistió en vendimiar al anochecer y en la que tomaron parte una treintena de turistas llegados en su mayoría de localidades cercanas, aunque también hubo visitantes de Toledo, Málaga y Cáceres.

“Nosotros ya empezamos el año pasado ofreciendo la experiencia de vendimiar, a la que se sumó una veintena de personas de Vitoria, y este año también hemos tenido de día otros tres grupos de ingleses y daneses, así como de Valladolid y Bilbao. Pero cuando Aiaratur nos propuso ofertar una vendimia nocturna no dudamos en sumarnos, y tengo que decir que, para ser el primer año, ha sido una experiencia muy positiva”, explica Rosa Segurola, de Beldui Txakolina.

Y es que las primeras ediciones de cualquier iniciativa cuesta darlas a conocer, al menos hasta que comienza a funcionar el boca a boca que anima a probar lo que otros te relatan. “El viernes tuvimos sólo a una pareja, que vivió una velada muy romántica aunque algo fresca en cuanto a meteorología, pero el sábado resultó increíble, tanto por clima, con una noche cálida de luna llena, como por la gente, ya que el grupo superó la docena”, relata Segurola.

de llodio a orduña A veinte kilómetros de distancia, en la otra punta del valle y a unos cuantos metros menos de altitud, se encontraba el alma mater de la txakolinería Gure Ahaleginak, Arkaitz Larrazabal. Un joven productor que cogió hace cuatro años las riendas de un negocio que iniciaron sus padres como afición. “Estudié Enología en Logroño y me he metido de lleno en este mundo, que me fascina. Es muy duro, pero reconozco que me encanta lo que hago, y espero jubilarme elaborando txakoli”, confiesa. Larrazabal, al igual que Rosa, tampoco dudó en sumarse a ofrecer la experiencia lanzada desde Aiaratur de cortar racimos en la oscuridad. “Tened cuidado de no cortaros con las tijeras, y por favor, evitar echar hojas a los cestos que si no luego el txakoli amarga”, espetó entre bromas al grupo de diez personas que logró reunir para la experiencia, en su explicación previa a la recolección del grano. “El viernes no salió grupo, pero parece que la luna llena atrajo el sábado a más gente, así que contento con la experiencia. Pienso repetirla el año próximo”, asegura. En total, el grupo logró llenar, en escasos tres cuartos de hora, 25 cubos de en torno a veinte kilogramos de uva que después, ayudados por un tractor con remolque, trasladaron al interior de la bodega para someterlos al proceso de despalillado y prensado, de cara a la posterior fermentación del mosto.

Experiencia “Para Santo Tomás ya estarán listas las primeras botellas. Solemos elaborar en torno a 20.000 litros, pero este año hay menos uva que el año pasado, aunque bastante sana, así que, anticipándome al comité de cata del Consejo Regulador, yo creo que va a ser un txakoli de buena calidad. La pena es que no lloviera más en agosto, porque hubiera cogido más grado”, explicó Larrazabal.

De hecho, las previsiones de la Denominación de Origen Arabako Txakolina, a la cual pertenece el caldo laudioarra Beldui, pero no el orduñés Gure Ahaleginak por encontrarse en terreno vizcaíno, hablan de “en torno a 600.000 kilogramos de uva de buena calidad”, según su gerente, Joxean Merino. Una cifra que implicaría un descenso del 6,39% (41.000 kilos) respecto a la cosecha récord de 2015, aunque habrá que esperar al balance para corroborar este extremo. Lo que sí es seguro es que la treintena de personas que se animó a probar la intrépida experiencia de vendimiar a la luz de la luna pudo disfrutar después del proceso de producción del vino, visitar las dos bodegas sumadas a la experiencia y realizar unas catas con pintxos en el viñedo de Gure Ahaleginak, e incluso cenar en la propia bodega, en el caso de Beldui.

“Mi aita era riojano y jamás tuve la oportunidad de cortar un racimo de uva, así que cuando vimos el anuncio de esta experiencia no dudamos en apuntarnos toda la familia y así enseñar a nuestro hijo Ekaitz de diez años nuestras raíces”, explicó Patricia Navaridas, que llegó desde Amurrio dispuesta a “vivir una noche diferente”, matizó. Sin duda, el pequeño Ekaitz fue el que más disfrutó y arrimó el hombro. “Mañana tengo partido de fútbol, soy el portero y no se si voy a parar algún balón, porque he sacado del viñedo casi todos los cestos de uva y me duelen los brazos, pero me he divertido un montón”, aseguró el aprendiz de vendimiador, sonsacando sonrisas al resto del grupo. “No digas eso, a ver si nos van a denunciar por explotación infantil”, le contestó entre risas su tío Juanjo González, que afirmó haberse sumado a la iniciativa “para probar la experiencia de vendimiar, porque no lo había hecho nunca. ¿Lo mejor? Probarlo luego, sin duda”, aseguró con sorna.

Quien si tenía experiencia en estas lides aunque no por estos lares fue Jesús Ángel Méndez. “Soy de Cáceres, aunque llevo en esta comarca dos años, y me he animado por unos amigos que, como todo, estaban de charla en el bar quedando para venir a vendimiar, y como yo se supone que tengo experiencia trabajando en Toro y Ribera Duero vine para echarles un cable en eso de llenar los cubos de uva”, resumió.

Con todo, las cartas sobre la mesa las puso Ginesa López. “Ha sido mi primera vez y me ha gustado. Eso sí, si fuera un trabajo al que me tuviera que dedicar para ganarme la vida, me lo pensaría dos veces. Esto es muy duro”, apostilló. Y es que la vendimia de txakoli, que arrancó el pasado día 5 y espera concluir a lo largo de esta semana, implica madrugones y muchas horas de doblar el espinazo para, racimo a racimo, ir recogiendo los miles de kilos de uva que, en unos meses, se convertirán en la nueva añada del oro líquido de los campos ayaleses y del Alto Nervión.