ozaeta - Con el paso del tiempo, algunos vehículos van adquiriendo una serie de cualidades que complementan las de la mera conducción. Los coches se convierten en obras de arte. Eso sí, para lograrlo se necesitan aficionados que les dediquen mucho tiempo y grandes cantidades de dinero para que la restauración los eleve a la categoría de piezas históricas. Ozaeta se ha convertido durante este fin de semana en un escaparate de joyas sobre ruedas al más puro estilo americano con motivo de la segunda edición del Barn Out Meeting. Cientos de aficionados y numerosas familias que se acercaron a presenciar el encuentro disfrutaron de esta excepcional muestra.
Las inmediaciones del polideportivo de Ozaeta se convirtieron, por segundo año consecutivo, en el punto de encuentro de los enamorados de los Ford, Chevrolet y Oldsmobile, entre otras marcas de leyenda. Customs, hot rods, aircooled VW, muscle cars, lowriders, y motos modificadas de estilo custom: bobbers, choppers, café racers y trackers, hicieron las delicias de visitantes y participantes.
El olor a gasolina, el rugir de los motores y los más atuendos más clásicos impregnaron de nostalgia la atmósfera. Aromas de tiempos pasados. Pocos de los participantes habían vivido aquella época, pero casi todos los que la han disfrutado a través del cine o la televisión saben que los coches y las motos, además de la música, eran parte fundamental de la atmósfera. Muchos de estos increíbles vehículos que llenan los fotogramas de las películas de los años 60 y 70, contaron ayer con su réplica en Ozaeta.
El verdor de los campos y del entorno ayudó a crear un ambiente especial al evento, en el que se dieron cita más de un centenar de coches clásicos modificados. Las motos, actuales y de época, también tuvieron su hueco. Como la de Verónica, una Indian Scout de 2015 con motor de 1.200 centímetros cúbicos. “De las más pequeñitas de la marca” y con apenas 250 kilogramos de peso, “lo que la convierte en ideal para que la conduzca una chica”, reconoce la motera que la adquirió hace tan sólo dos meses y que ayer acudió por primera vez a una concentración de clásicos. Unos primeros kilómetros que separan Vitoria, su lugar de residencia, “para ir cogiendo confianza con una moto con la que por lo menos llego al suelo con los pies”. “Hemos creado una familia con muy buen ambiente en este mundillo”, afirmaba.
Beetles Uno de los modelos que contó con mayor número de representantes en la reunión fue el Escarabajo, el pequeño utilitario gestado por Volkswagen antes de la Segunda Guerra Mundial y producido en masa después de esta. Este icono supuso una auténtica revolución, primero a nivel europeo y luego mundial. Creado con el ánimo de motorizar a los usuarios alemanes, acabó sumando millones de unidades producidas en todo el planeta y creando una legión de fanáticos del modelo. Joaquín no paró hasta conseguir su propio ejemplar, ya que, según reconocía ayer, “desde siempre este coche había permanecido en mi mente”. En cuanto lo tuvo a tiro, no se lo pensó dos veces y lo compró.
Numerosos aficionados y propietarios llegaron a Ozaeta desde distintos lugares de la geografía española. E incluso desde Francia, como era el caso de Pascal, quien acudió a la cita con su camioneta Chevrolet de 1962. “Parece toda destartalada”, comentaba un grupo de chavales que pasaba a su lado y hacía referencia a su color “oxidado”.
Los curiosos no desaprovecharon la oportunidad y tomaron centenares de fotografías de los vehículos más llamativos. Como el Ford Pick Up de 1932 y 3.900 centímetros cúbicos. “El primer año que estos coches montaban el motor V8”, explicaba orgulloso su propietario, César, quien lo adquirió hace 4 años. “Lo compré casi a precio de chatarra. Estaba todo oxidado y no tenía ni motor, así que lo compré posteriormente en Francia. Las piezas las conseguí en América”. Procedente de la localidad navarra de Funes, César asiste con él a los distintos eventos que se programan, “donde todos nos conocemos”. Una de sus principales pegas es que, al igual que la mayoría de los que acudieron a la cita de Ozaeta, su furgoneta “consume mucha gasolina y es incómoda”. Pese a ello, se siente orgulloso de su trabajo de restauración. “Nos gusta incluso que no estén perfectos”, reconocía. Un ejercicio de mecánica y creatividad que permite a los aficionados, cual pequeños fabricantes, ahondar en el conocimiento de sus automóviles.
Mikel se reconocía orgulloso del que es su coche desde 2007, un reluciente Buick Riviera 1973 con motor 7.500 ccc en V8 que encontró “totalmente abandonado” en Cáceres. “Abrías el motor y salían arañas corriendo”, comentaba. “Consume 22 litros, así que no es para usarlo a diario”, añadía. Después de 40 años, ha tenido que repintarlo y cambiar su tapicería original lo que le ha otorgado más brillantez si cabe. “Es súper cómodo de conducir”, aseguraba al tiempo que admitía disfrutar del hecho de que “gira cabezas”. “Miras por el espejo y están todos mirando”, apuntaba.
El Barn Out Meeting es un evento nacido de la unión de dos colectivos de aficionados a los clásicos modificados. Por una parte EATX, locos por los Volkswagen de época, y por otra Betrayers Custom Club, dedicados a los vehículos de estilo custom, clásicos modificados de estilo americano. Gracias a su buen hacer, durante este fin de semana Ozaeta se ha convertido en un escaparate donde las joyas de dos y cuatro ruedas llegadas de Europa y ultramar brillaron una vez más.