Gasteiz - El Ayuntamiento se comprometió a buscar una pronta solución al problema de la anciana de 83 años que en febrero tuvo que salir de su vivienda del Casco Viejo, previo aviso de desalojo, por mal estado del edificio de la calle Santo Domingo que, según el Ayuntamiento, está en estado de ruina. Han pasado casi tres meses y la pesadilla continúa para Ángeles Prieto, que sigue su periplo de casa de una hija a casa de otra, mientras su expediente permanece a la espera -la próxima semana podría haber novedades-. No es que no esté a gusto con las hijas, pero su situación actual no es por decisión propia sino porque las circunstancias obligan. La familia, por su parte, cansada de la espera, acusa al Ayuntamiento de darle largas. El jueves acudieron otra vez al Síndico, ya que Martín Gartziandia ha instado al gabinete Urtaran a que se le alquile un alojamiento, puesto que en Vitoria hay suficientes pisos vacíos para realojos en caso de necesidad. Y aunque el Ayuntamiento insiste en que está en ello y en que varios departamentos trabajan en el caso de Ángela, la familia denuncia descoordinación y poca información.
El problema no es nuevo, deriva del año 2009 cuando ya se desalojó y realojó a los vecinos del cuarto piso, recuerdan los allegados. El 12 de marzo, DNA sacó a la luz este caso a raíz de una recomendación del Síndico. Cuatro días después, el Ayuntamiento respondió que estaba buscando una vivienda para la mujer desalojada, y que la anciana, en ningún momento, ha estado desatendida.
El relato de la familia, sin embargo, es bien distinto. Aseguran que la última reunión a la que asistieron como vecinos del inmueble en ruinas fue en las oficinas de la ya desaparecida Agencia de Renovación Urbana el 21 de diciembre de 2010. En aquel encuentro, el arquitecto jefe del servicio les detalló el deterioro del edificio en que residía Ángela, así como la cara derrama a abonar para subsanar los daños de un edificio de 180 años en el que apenas quedaban inquilinos. “Las facturas de la comunidad se pagan entre mi madre y el dueño de la lonja, aunque desde hace un año ya empieza a pagar las cuotas un tercero. Es imposible hacer frente a ese presupuesto”, lamenta una hija. “Estamos de acuerdo, como dice el Ayuntamiento, en que la obligación de cada propietario es mantener su edificio en óptimas condiciones, pero me gustaría ver a más de uno si le hubiese tocado pasar por esta situación y hacer frente a los pagos de un edificio de cinco pisos con vecinos insolventes”, explica. “Mi madre gastó mucho dinero en su piso pensando que acabaría muriendo allí, mejorando el estado de la vivienda, y por eso rechazó el piso tutelado que el Ayuntamiento le ofreció en 2009”, rememora.
Eso no impidió, sin embargo, que el 2 de febrero tuviera que abandonar su casa. Incluso lo hizo antes de la fecha de desalojo marcada porque “no quisimos que pasara el trago de tener que salir escoltada por la Policía”. Dos días después, la familia se reunió con los servicios sociales para justificar los ingresos, cuentas bancarias y cuantos documentos le había solicitado el Ayuntamiento.
Ese mismo mes de febrero, el día 23, uno de sus nietos se acercó de nuevo para interesarse por el caso de su abuela, no le atendieron sin cita y le emplazaron al 14 de marzo, jornada en la que la asistenta social les comentó que el caso ya ya no era de su competencia sino de Gestión Patrimonial. A la salida llamaron a dicho servicio y les comunicaron que en ese momento acababan de llegar. “Curioso”, se preguntan. El 21 de marzo, ante su insistencia, desde Gestión Patrimonial se les dijo que estaban valorando el asunto y que el caso pasaría a manos de Ensanche 21. Diez días después, “para mi sorpresa, en Ensanche 21 me dijeron que no les había llegado nada”.
La familia regresó sin suerte el 5 de abril al Ayuntamiento, y ante la falta de respuesta telefoneó el día 15, también sin suerte. “Después de todos los movimientos, ésta es toda la información que tenemos en la familia”, indica el nieto de esta vitoriana de 83 años. “No quiero decir nada sobre la actuación del Ayuntamiento (me los reservo), no me importan los tecnicismos ni protocolos, me preocupa mi abuela, una persona que está hundida, que lo único que hace es llorar porque le han llevado a pensar que estorba. No sólo le habéis quitado la vivienda, también las ganas de vivir, porque es en el lado humano en el que más daño se le ha hecho”, narra emocionado el joven. - R. Ruiz de Gauna