La realidad social de un territorio tiene tantas caras como las que tienen los vecinos que lo habitan, puesto que ésta no es negra ni blanca, sino todo un arcoíris. Pero las gafas de los prejuicios que llevan puestas algunos ciudadanos hace que en la mayoría de las ocasiones se sobredimensione el número de extranjeros que conviven en pueblos y ciudades junto a los autóctonos, llegando incluso a triplicar el volumen real de los foráneos de un territorio. A esa conclusión llega en su último informe el Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi). Para ser más exactos, los autóctonos creen que el 18% de la población es de nacionalidad extranjera, una percepción que contrasta con la cifra real del 6,3% de empadronados foráneos en Euskadi o del 8% de Álava.

“Desde 2007 la cifra media percibida está siempre aproximadamente entre el 16% y el 18%”, explica Ikuspegi. Aunque lo llamativo del caso es que desde que en 2013 la tendencia se invirtió, al empezar a bajar el número de foráneos, aún se sigue creyendo que hay muchos más de los que hay. Pese a ello, en este último año se ha empezado a ver a los llegados de otros países con mejores ojos, ya que solamente el 1,6% cree que este fenómeno es el principal problema de Euskadi. “A modo de resumen, el Barómetro 2015 apunta el inicio de una etapa más normalizada que ya se intuía en el Barómetro 2014, con una mejora en la mayoría de las dimensiones analizadas hacia el fenómeno de la inmigración”, concluye Ikuspegi en su informe anual, denominado Percepciones y actitudes hacia la inmigración extranjera, publicado en febrero, elaborado antes de la llegada de las oleadas de refugiados a las costas de Grecia.

Los estudios que siempre dicen que la población alavesa es integradora y no tiene un mal concepto de los foráneos se han vuelto a corroborar. Prueba de ello es el índice de tolerancia de 2015, que sigue la tendencia que se inició en 2013 y continúa con uno de sus mejores resultados, al obtener 58,04 puntos en una escala de 0 a 100. La inmigración también ha dejado de verse como un problema, al ocupar el quinto lugar de la lista de preocupaciones para los vascos, con un total de 12,4% de menciones, reemplazada por cuestiones económicas, tan propias en épocas de recesión, tal es el caso del paro (90,4%), los problemas económicos (30,5%), la corrupción y el fraude (18,2%) o la clase política (17,4%).

Los registros también constatan que la llegada de inmigrantes sigue a la baja. En Álava, por ejemplo, según las estadísticas de Ikuspegi de 2015, hay un 8% de extranjeros (con un total de 25.948 foráneos), lo que significan 748 inmigrantes menos, en comparación con los 26.693 del año 2014 y los 28.325 de 2013, año en el que empezó a descender su presencia. Aunque, eso sí, Álava continúa siendo el territorio que más inmigración concentra en Euskadi, en comparación con el 6,5% de Gipuzkoa (46.408 extranjeros) y el 5,7% de Bizkaia (65.041 extranjeros). En concreto, hay 22 municipios que tienen una proporción de personas nacidas en el extranjero superior a la de la media de Euskadi. 15 de ellos con un índice superior al 10%. “La mayoría son de la comarca de Rioja Alavesa”, revela Ikuspegi. Navaridas, en concreto, supera el 26%.

La capital alavesa aúna a un alto porcentaje de inmigrantes, con un 8,8% de empadronados de nacionalidad extranjera, o lo que es lo mismo, 21.698 vecinos llegados de fuera, que suponen 66 personas menos frente a los datos del año anterior, tal y como anuncia el Informe municipal de Población Vitoria-Gasteiz 2016. Movimientos demográficos 2015.

Es en la convivencia donde se ve los comportamientos menos tolerantes con las personas llegadas de fuera. “La mayoría de la sociedad vasca prefiere vivir en un barrio donde la mayoría de las personas que residan sean de su misma raza o grupo étnico”, remarca ikuspegi. Si bien, esta preferencia ha disminuido en el último año, pasando del 73,8% en 2014 al 67,4% de 2015.

Este hecho se ve claramente al poner la lupa en distintos barrios de la capital gasteiztarra, ya que según el padrón municipal: “Los saldos migratorios positivos se distribuyen entre diversos barrios, destacando como siempre entre ellos el Casco Viejo”, donde un 18% de los que residen son foráneos (en concreto, 1.558). Le sigue Coronación, con un 16,4% (1.963 extranjeros) y Arana con un 14,7 % (449 extranjeros).

Aún sí, la mejora en la convivencia ha mejorado en los dos últimos años, ya que, como destaca Ikuspegi, “cada vez son más los que consideran que las relaciones se mantienen igual, descendiendo aquéllas que consideran que ha empeorado la convivencia”. Y, en este sentido, la población autóctona tiene posiciones positivas ante la diversidad cultural. “El 57,5% se muestra de acuerdo con el enriquecimiento que supone la presencia de otros grupos étnicos distintos (en 2014 era un 49,7%)”.

Mezquitas Lo que sí que empeora es la visión relacionada con que sus prácticas religiosas ponen en peligro el estilo de vida occidental, ya que mientras en 2014 el 57,8% estimaba que no eran un riesgo, en 2015 así lo cree el 51,1%, unas posturas que en parte explicarían el clima de enrarecimiento que se ha visto en la capital alavesa tras los intentos de abrir mezquitas en diferentes barrios, como ya pasó hace cinco años en Zaramaga y el pasado 15 de marzo, con los ataques de sangre y cerdo perpetrados en el centro cultural de Zabalgana que quiere abrir la asociación árabe Al Mohsinin. En este sentido, un llamativo 63% cree que para que los extranjeros sean plenamente aceptados “deberían abandonar las partes de su religión que entren en conflicto con nuestra legislación”.

De ahí que las posturas favorables dejen de ser mayoritarias, cuando se trata de apoyar la apertura de centros para sus religiones (40%), para sus propios centros de enseñanza (34,9%) o que vistan como en su país de origen (31,9%). Aunque, como matiza Ikuspegi, “en general y, si comparamos estos datos con los del Barómetro de 2014, vemos cómo han aumentado las opiniones favorables hacia prácticamente la totalidad de las pautas culturales comentadas, exceptuando la de llevar sus propias vestimentas, que desciende ligeramente”.

Una vez más los países más lejanos cultural o socialmente de estas tierras es hacia donde se dirigen la mayoría de prejuicios, especialmente, a los colectivos del Magreb, que en una escala de simpatía de 0 a 10 obtienen el peor resultado, con un escaso 3,8. Un colectivo mayoritario en la capital alavesa, con un total de 5.795 empadronados, que representan al 3% de la población. “La mayoría de la sociedad vasca no considera que la llegada de inmigrantes contribuye a frenar las aspiraciones del nacionalismo vasco (75,9%) o a la pérdida de la identidad vasca (76,3%)”. Lo mismo pasa con el uso del euskera, ya que la mayoría (71,6%) no cree que se vaya a reducir su uso en las zonas del País Vasco donde actualmente es mayoritario, ni que se vaya a frenar su desarrollo (71,7%).

En general, la preocupación de la sociedad vasca se centra principalmente sobre los efectos negativos en el acceso a ayudas sociales, manteniendo prejuicios como que los extranjeros se aprovechan de la protección social. De hecho, “el 55,6% de la población vasca considera que las personas inmigrantes se benefician excesivamente de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), llegando a acapararla”, puntualiza Ikuspegi, aunque el porcentaje es inferior al de 2014 (62,3%). Al respecto, los últimos datos de Lanbide, los de febrero, en la capital alavesa ponen números a los beneficiarios de este tipo de subsidios, que previenen el avance de las expresiones más graves de la pobreza, con 3.145 expedientes activos de extranjeros demandantes de RGI (1.933 hombres y 1.213 mujeres). En concreto por renta básica hay 2.464 extranjeros (78,3%) y por la renta complementaria del trabajo: 681 (21,6%).