vitoria - Como el perejil, la Plaza de Abastos ha pasado a estar en todas las salsas urbanísticas. Las ciudades que se plantean la transformación de sus antiguos mercados quieren conocer de primera mano la experiencia gasteiztarra, una reforma integral como ninguna otra en Europa en la que los minoristas se embarcaron para convertir su obsoleta instalación en un nuevo centro neurálgico de la ciudad, revalorizar los productos locales, ser un referente del comercio de proximidad y poner fin a la problemática falta de relevo generacional. Primero fue Barcelona. Luego Murcia. Y ahora Zaragoza. El Ayuntamiento de la capital aragonesa ha invitado a Eloy López de Foronda, gerente del mercado vitoriano, a explicar cómo fue y sigue siendo la aventura en unas jornadas participativas que se han puesto en marcha para decidir qué hacer con el Mercado Central.
Se trata de un evento abierto a todo el mundo, dirigido especialmente a asociaciones de comerciantes y de vecinos, usuarios y ciudadanos con interés en el consumo y patrimonio. El Ayuntamiento de Zaragoza, liderado por Podemos, quiere contar con la gente para impulsar una obra que le parece básica por motivos parecidos a los que llevaron a los minoristas de Abastos, solos primero, luego con respaldo institucional, a poner en marcha su proyecto de transformación. Según relata el Consistorio, se hace preciso “dignificar esta pieza clave de la ciudad, por su valor patrimonial, histórico, turístico y comercial para revitalizar el barrio del Casco Histórico en el que se sitúa, impulsar la soberanía alimentaria, recuperar la huerta urbana, potenciar el consumo responsable y mejorar la relación con el comercio de proximidad”. Y con ese fin, hoy, primer día de las jornadas, se pondrán sobre la mesa distintos modelos de estructura y gestión en los que mirarse. Entre ellos, el vitoriano.
La Plaza de Abastos inició su remodelación en 2013. Entonces las instituciones todavía no creían en lo que estaba por venir, un proyecto de transformación que pretendía ser de fondo y forma, cambiando por completo la estética del edificio y ganando nuevas funciones. Las obras se llevaron a cabo intentado interrumpir la labor de los minoristas lo mínimo posible, recolocándoles entre las distintas plantas según evolucionaban los trabajos. Y, poco a poco, fue llegando el estreno de cada zona, de manera gradual. Primero abrió el BM y el mercado, después la tienda de deportes de El Corte Inglés, luego los gastrobares y finalmente los puestos de esa terraza que tanto disfruta la gente cada vez que sale el Sol. Y todo eso en un recinto que, ahora sí, alimenta la curiosidad desde fuera, gracias a una piel transparente que desvela sin pudor lo que se cuece dentro.
Todo ha cambiado. Y, gracias a esos profesionales que llevan una vida dedicados a su labor, todo sigue igual. A los clientes de siempre se han sumado nuevos visitantes, sobre todo personas jóvenes, que o bien acuden para hacer compras o para disfrutar de los espacios gastronómicos. Las cifras que maneja López de Foronda son elocuentes. La Plaza de Abastos recibe a alrededor de 42.000 personas al día, cuatro veces más que en el año 2011.