vitoria - A la una de la tarde, los pintores bajaron del tren. Un vagón con más graffiti que hiedra en el castillo de la comatosa Bella Durmiente. Les recibió un lienzo azul, limpio y nuevo, en el cielo. En el apeadero, un caótico cuadro de personajes y animales de mil y un procedencias: príncipes y princesas, indios, vaqueros, bomberos, piratas, espadachines, héroes de cómic, monstruos, vampiros, médicos, perros, leones, pingüinos y “¿eso es un emoticono del whatsapp?”. Y como la vida es un Carnaval y las penas se van cantando -o eso dice la letrilla- todos se pusieron a entonar las andanzas de los de la brocha gorda, llegados un año más a Vitoria tras adecentar “las estaciones de Achuri y Amara en San Sebastián” o “las estaciones de Achuri y las de San Sebastián”. La gente no se puso de acuerdo, aunque poco importó. En feliz kalejira, con grupo de zancudos incluido, trompetas, saxofones, tambores y platillos, la heterogénea comitiva se desplazó hacia la calle Dato, dobló por Postas, continuó por la plaza de la Virgen Blanca y regresó a San Prudencio para ponerle el disfraz a El Caminante. En esta ocasión, una capa negra del colegio Hogwarts, el de Potter.
Muchas personas se integraron en el recorrido y luego se trasladaron a los bares. Marianitos, vinos y pintxos calentaron el ambiente en unas barras que para entonces estaban ya súper ajetreadas. A la gente le costó marcharse a casa, como si en la calle estuvieran regalando algo. Hubo quienes acabaron comiendo en el centro, aunque fue después de la siesta cuando comenzó a notarse más actividad. La ciudad, que había amanecido a medio disfrazar, volvió de la siesta con los atuendos en perfecto estado de revista. Los trajes clásicos volvieron a ser los protagonistas de la jornada. También se vieron muchas creaciones de última hora, típicas de quienes si se rompen la cabeza es contra una acera tras el séptimo jaggermaister, no para idear un disfraz de Carnaval.
“Es que con una camiseta y un pantalón negros puedes transformarte casi en cualquier cosa”, explicó una cuadrilla, que por la mañana había cogido “en los chinos” unas botellas de refresco para convertirse -o eso decían los tipos- en “buceadores”. Y como existe gente para todos los gustos, también hubo quienes se lo curraron y rindieron su particular homenaje a la actualidad con ese guiño canalla que tanto nos va. Se vieron políticos corruptos, darth vaders, pablos iglesias y, por suerte o desgracia, según se mire, al negro del whatsapp, un hombre con un escándalo entre sus piernas de medio metro que se convirtió por méritos propios en el meme estrella de estas Navidades. Algunos le rindieron homenaje con disfraz de fábrica y otros con atuendo de elaboración casera.
Cuando a las siete salieron las comparsas de portal de Legutiano, parte de Vitoria había empezado ya a quemar motores. Se notó que hacía buen tiempo, nada de lluvia, poco frío, porque fueron miles las personas que se acercaron a disfrutar del desfile, protagonizado por más de 6.000 personas. Arrancó el Centro Gallego con Escocia y le siguieron los vampiros de Aranako, la perla negra de Euskobarça, La bella y la Bestia de la parroquia de San Francisco Javier, los misterios de la Alhambra de Séneca, el parchís de Urkide y el país de las maravillas de Abetxuko. Carpe Diem viajó a la Edad de Hielo, la asociación cultural Baila y Disfruta hizo el indio, Vera Cruz peleó con molinos, Ariznabarra presentó a Ariznanieves y sus enanitos y Ana María Rivier festejó cincuenta años de magia. Scout Esperanza siguió el camino de baldosas amarillas, Carmelitas se sumergió en Camelot, el Hogar Extremeño se vistió de mosquetero, San Viator viajó a Oriente, Iritisi gara dejó bien claro que No estamos muertos, que estamos de parranda, Marianistas trajo a los Minions, Errekatxiki hizo lo propio con Bollywood, Corazonistas homenajeó al soldadito de plomo, San José de Calasanz caminó hacia el Oeste y el Buen Pastor estuvo bailopiando.
Para cuando las últimas carrozas llegaron al parque de La Florida, media Vitoria ya había regresado a las barras. Durante la cena casi todos los restaurantes colgaron el cartel de completo y los bares estuvieron a rebosar hasta horas delicadas. La verbena de Joselu Anaiak, un clásico, puso a un montón de gente a bailar en la Plaza Nueva, y una kalejira de samba en el Casco Viejo le puso la nota tropical a una noche que no necesitó mucho para calentarse. El ambiente fue intenso y no fue hasta muy pasada la madrugada cuando comenzó el otro desfile, el de vuelta a casa, con disfraces a medio poner, complementos perdidos y otros cambiados. Gajes del Carnaval.
Muy probablemente, hoy media ciudad amanecerá resacosa. No obstante, quienes se hayan portado bien tendrán la oportunidad de disfrutar otra vez de las comparsas, a las doce de la mañana y con el mismo recorrido. Será el último plato fuerte de una celebración que pondrá su punto y final este martes. Ese día, la Plaza Nueva se colocará el delantal de los espetos para la tradicional quema de la sardina.