la crisis de los refugiados ha provocado un terremoto de solidaridad de dimensiones planetarias, acelerado por espeluznantes imágenes recientes como la del pequeño Aylan yaciendo en la orilla de una playa turca. Las instituciones europeas, aunque tarde, han movido ficha para dar respuesta a esta tragedia humanitaria, los vecinos del viejo continente han arrimado el hombro en la medida de sus posibilidades, abriendo en muchos casos las puertas de sus casas, y la ola ha arrastrado por fin a un Gobierno español hasta la fecha insensible con el drama de los desplazados, que -no hay que olvidar- huyen de la guerra, la muerte y la miseria para tratar de iniciar una nueva vida.
Miles se han quedado en el camino, como el niño sirio, y miles más han logrado completarlo estos últimos días, pero también a lo largo de los últimos años. Porque no se trata de un fenómeno reciente, ni mucho menos, como bien saben las organizaciones no gubernamentales que trabajan en este campo. Ahora tienen mucho que decir para dar respuesta a la crisis, que precisamente puede servir también para sacar a la luz una realidad que “lleva muchísimos años ahí y que ha sido totalmente invisible”.
Habla Rosabel Argote, responsable de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Euskadi, que apunta a la “ola de solidaridad ciudadana” y al “apoyo mediático” de los últimos días como necesarios trampolines para “visibilizar esta causa”. Una crisis convertida en “oportunidad” para “revisar” la política de asilo practicada desde el Estado español en materia de refugiados. “Hasta ahora, ha sido sumamente desacertada e insolidaria”, censura la activista, que tira de los fríos pero tantas veces clarificadores números para contextualizar su análisis. Según CEAR, durante el año 2014 un total de 51,2 millones de personas se vieron obligados a abandonar sus países de origen en todo el mundo para escapar de la guerra o la persecución, y de todos ellas el 86% fueron acogidas en países en vías de desarrollo. Sólo 625.000 refugiados, un “rácano” registro según Argote, llegaron a Europa, y apenas 6.000 a España, la mayoría sirios. Euskadi sólo registró 99 solicitudes de asilo, 64 de las cuales realizaron el recorrido de la mano de CEAR, y de ellas nueve correspondieron a Álava. Mali, Camerún y Argelia fueron las nacionalidades más numerosas.
Cifras que, a la espera de determinar con exactitud la capacidad de acogida de cada territorio del Estado -la Comisión Europea asignó ayer a España 14.931 refugiados, a los que hay que sumar 2.749 de antes del verano-, ponen de manifiesto que aún se puede hacer mucho para proporcionar una existencia digna a estas personas, según Argote. Más aún teniendo en cuenta que la frontera que divide “quién es una persona refugiada y quién no -los llamados inmigrantes económicos- se diluye continuamente”, lo que ha convertido de facto en irregulares a miles de cientos de inmigrantes para quienes regresar o no a su país supone una cuestión de vida o muerte. “Hasta ahora, cuando alguien ha pedido asilo España ha sido muy reacia”, censura la representante de CEAR.
La Comisión Interdepartamental puesta en marcha por el Gobierno Vasco para establecer una dinámica de acogida a los refugiados se reunirá esta tarde en Lehendakaritza con distintas ONG entre las que precisamente se encuentra CEAR, cuya portavoz avisa de que “ha llegado la hora de poner en práctica soluciones operativas que sean óptimas”. También asistirá al encuentro Cruz Roja, otra de las organizaciones con las que las instituciones alavesas están contando desde que se desató esta crisis para coordinar de la mejor manera posible el operativo.
Goretti López de Ocáriz, su responsable de Cooperación Internacional en Álava, ve en el sobresaliente trabajo previo desempeñado por las ONG una buena ocasión para “aprender de los errores y los aciertos”, no sólo en ocasiones puntuales como cuando el territorio se convirtió en el hogar de decenas de bosnios y albanokosovares durante la guerra de los Balcanes. “Si somos capaces de tener una memoria histórica de lo que pasó, ahora que está tan de moda la teoría del conocimiento, podremos sacar mucho de esta experiencia. Álava ha sido territorio de acogida y se hicieron las cosas bien. Estamos luchando por los derechos humanos, por que no se vulneren, y tenemos esperanzas de volver a acertar”, remarca López de Ocáriz.
La integrante de Cruz Roja apunta también a la verdadera raíz del problema, de un problema que “no es nada nuevo”, y llama a “resolver primero los conflictos armados que desencadenan estas crisis”. López de Ocáriz, además, enfatiza la necesidad de hacer las cosas bien para lograr “una integración normalizada” de los refugiados que lleguen al territorio, con todo lo que ello supone.
flexibilizar y acompañar A este hecho se refiere también Rosabel Argote, que lanza sendos mensajes a las instituciones y a los ciudadanos que altruistamente se han puesto a disposición de las primeras para acoger desplazados. La responsable de CEAR recuerda que la Administración deberá “flexibilizar” todos los trámites burocráticos que estas personas deberán cumplir una vez aquí, así como facilitarles asistencia jurídica o psicológica e itinerarios laborales y sanitarios. “No se trata de dar una solución habitacional exclusivamente”, recuerda Argote, quien cree que en la materialización de las medidas concretas de acogida “se verá cuál es el compromiso real”.
En cuanto a la ciudadanía, la activista recuerda que “ésta es una buena ocasión para recordar que las muestras de solidaridad se deben centrar en el acompañamiento de estas personas”. En definitiva, que “esto no es un acto de caridad, sino de transformación social que debe potenciar la autonomía de cada uno”, en la misma línea que marcan los protocolos de ayuda a los refugiados con los que se ha trabajado en Álava en los últimos años. Argote, en todo caso, está convencida de que la respuesta del territorio ante esta crisis será abrumadora, porque “las muestras de solidaridad aquí no son fruto de un calentón”, como hace sólo unos meses lo ha demostrado el movimiento Gora Gasteiz.
SOS Racismo Araba, Ongi Etorri y la Asociación vasco magrebí Atawasol salieron también ayer al paso de las últimas noticias surgidas en Europa en torno a esta crisis, fundamentalmente ese reparto de cuotas de refugiados que en los próximos días deberá concretarse por comunidades. “De momento se pinta de verde el ambiente y se opta con una sonrisa postiza por una cifra a escala local de 14.931 a escote. La pregunta obligada que habrá que hacerse, entre otras, puede ser: ¿Y el refugiado y refugiada, número de orden 14.932 y familia, tendrá que ser devuelto a los infiernos de la miseria, el maltrato, las humillaciones, los bombardeos y la barbarie? ¿Son suficientes 14.931 refugiados para lavar la conciencia social y política de un país y de una Unión Europea arrogante y pagada de sí misma? Sinceramente, lo dudamos”, censuraron con dureza estos colectivos.