Tradición, pero bien vestida
Lo que identifica a un traje vasco es, precisamente, lo que poca que usa: los atuendos para la cabeza y los pies. La filóloga Ane Albisu imparte una lección ejemplar para mostrar las esencias del vestuario tradicional.
el martes a la tarde el salón de actos de la casa de cultura de Amurrio estaba a rebosar, sobre todo, de mujeres. No era para menos. El municipio alberga hoy sábado, y por segundo año consecutivo, la escenificación de una antigua boda vasca en el marco de una jornada euskaldun con mayúsculas, ya que en ella se han fusionado los programas Euskal Jaia y Amurrion euskaraz bizi nahi dut eguna. Por ello, pocas fueron las personas que osaron perderse los consejos de toda una eminencia en vestimenta tradicional vasca, ya que el objetivo pasaba por acudir a la euskal ezkontza de hoy correctamente ataviados. Se trata de la filóloga donostiarra Ane Albisu Iriarte, que realizó un interesante recorrido por el origen y la evolución en los últimos cien años de los trajes tradicionales que se visten hoy en día en las plazas de Euskal Herria, y por el quién, cuándo, dónde, y sobre todo, cómo se utilizan. “Vemos como la gente lleva botas de monte, e incluso vaqueros, aunque luego se coloque blusa, camisa y gerriko (fajín), o falda con delantal y corpiño; cabezas descubiertas, chaquetas actuales sobre mendigoizales o kaikus, encima de las que se plantan la toquilla de la abuela, si hace frío, o pañuelos abiertos sobre los hombros, entre un largo etcétera de errores, porque eso no es ir de vasco”, enumera.
El traje vasco, como toda vestimenta de cualquier rincón del mundo, ha sufrido un sinfín de influencias de la moda de cada época desde aquellos primeros que aparecieron en romerías de finales del siglo XIX. Entonces, nacieron por iniciativa de personas de ciudad que querían imitar el atuendo de trabajo de los baserritarras. Todo ello ha motivado que los conceptos del origen se hayan modificado al gusto del consumidor. Se ha perdido la costumbre de usar, “precisamente, los atuendos que identifican a un traje como vasco: los de cabeza y los de los pies; así como el gesto y modo de llevar el resto de prendas, porque nuestras amonas jamás se hubieran puesto un pañuelo o mantón abierto. Siempre lo llevaban bien cerrado al cuello, unido con un broche o con ese gesto tan suyo de agarrarlo con la mano”, subraya Albisu. Ésta lleva investigando desde 1976 como miembro del grupo de danza Argia, la sección de Folklore de Eusko Ikaskuntza y el grupo de investigación del folklore vasco Ikerfolk, dentro del que nace el proyecto Atondu, que ella misma dirige desde hace 15 años.
Fruto de ese trabajo, en 2006 presentó de la mano de la editorial Elkar Atondu, XXI. Menderako proposamena. Un exhaustivo estudio de la vestimenta tradicional vasca y su historia, en el que la autora hace hincapié en las razones detrás de cada vestido, cada lazo o adorno, para lograr que la recuperación de esta tradición se haga más allá de la pura estética, con conocimiento de causa. También pretendía corregir los errores que, derivados del desconocimiento de esta rama del folklore vasco, han venido a reflejarse en los propios trajes a lo largo del siglo XX.
De hecho, en los años 20, con la llegada de veraneantes de la nobleza, que trajeron consigo el último grito en moda europea, con un claro reflejo en las grandes ciudades, también surgió lo que Albisu denomina souvenirismo. Los fotógrafos y pintores plasmaron en sus obras aquella otra Euskadi rural, pero con toques bucólicos e idealizados que poco tenían que ver con la verdadera forma de vestir de los baserritarras. De esta época vienen, por poner un ejemplo, “los cordones y lazos de abarcas o alpargatas atadas hasta la rodilla, cuando así sólo se los ponían algunas mujeres por la necesidad de amarrar bien los pololos o enaguas, ya que lo más práctico para que no se cayeran, tal y como vemos en algunos pastores todavía hoy, era atarlos en torno al tobillo con varias vueltas”, apunta.
Después en los años 60, con la llegada de la minifalda y los cardados, se comenzó a ver en fiestas de toda Euskadi que las faldas perdían largura, los delantales se acortaban, e incluso se elaboraban en telas de raso u otros tejidos impensables antaño. Al tiempo, de cara a lucir el peinado, se empezó a prescindir de esa prenda que caracteriza por encima del resto a la mujer euskaldun: el pañuelo cubriendo el moño. “Si nos fijamos en la calle, y quitando a los grupos de danzas, hoy día sólo se lo ponemos a las niñas, cuando es el atuendo que le dice al resto del mundo: esta mujer es euskaldun. A mí me ha pasado tener que salir de casa con prisa para llegar a un acto, e ir vestida como un día cualquiera, pero jamás sin mi pañuelo. Ésa es la prenda indispensable. La falda y delantal como si nos las elaboramos con viejas cortinas o colchas, y adquirimos un mantón en cualquier bazar chino”, argumenta.
Albisu también pone sobre la mesa las supuestas verdades en torno a indumentaria vasca que trajeron consigo las formas de reivindicación social de los años 70 ante las mil y una prohibiciones que la dictadura franquista impuso a todo lo que oliera a vasco. “Nuestra bandera estaba prohibida y muchas otras cosas, así que los trajes vascos comenzaron a hablar, en lo que yo denomino ikurriñismo”, explica. Hace referencia a las chaquetas de lana en las que se tejen los escudos de los siete herrialdes (mendigoizales), “cuando antaño llevaban motivos geométricos”. También se refiere a los lauburus bordados en todo tipo de prendas; o a los lazos rojo y verde que empezaron a decorar sayas y pololos blancos, que se enseñaban levantando una esquina de la falda. Fenómeno este último que trajo consigo la creencia de que se tenían que ver las puntillas de la ropa interior, con lo que, por comodidad, se empiezan a coser en los bordes inferiores de las faldas.
En definitiva, que lo que hoy se entiende por traje tradicional vasco no es más que un collage de creencias inventadas por la moda de diferentes épocas, de las que pocas mantienen la verdadera esencia y modo de vestir de nuestros antepasados. De aquí que Albisu y su equipo estén recorriendo Euskadi exponiendo una propuesta clara de lo que consideran debería constituir el próximo paso en la evolución de esta tradición. Y lo están haciendo mediante criterios y consejos prácticos, tanto sobre la confección de las prendas que componen los trajes como sobre la manera de vestirlos. De hecho, en Amurrio complementó sus explicaciones con un taller práctico en el que enseñó a los asistentes las formas y maneras correctas de colocar las prendas tradicionales, haciendo uso de una joven del público a la que fue vistiendo de pies a cabeza.
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