en Etura el martes hizo tanto frío que las tuberías del agua se congelaron y Carlos tuvo que irse a dormir a Vitoria. “Hoy he venido a ver si teníamos agua”, explicaba ayer a su interlocutor. “Y sí, tenemos”, subraya este vecino de un pueblo donde hace dos días el termómetro marcó -11,7 grados. Ayer, el sol del mediodía iluminaba la localidad alavesa que, tras los catorce grados bajo cero de Navarrete, tiene el honor de formar parte del que podríamos llamar perfectamente el Triángulo de las Bermudas del frío alavés.
No es que las noches de la provincia sean precisamente caribeñas el resto del año, pero esta semana la cosa ha pasado de castaño a oscuro. Según informaba ayer Euskalmet, desde el 1 de febrero Álava entera “lleva todo el mes con noches bajo cero”. Doce noches seguidas en las que, a tenor de los datos de la Agencia Vasca de Meteorología, no ha habido un solo punto del territorio histórico sin termómetros por debajo de los cero grados.
Aunque la nieve y el frío nunca han sido unos extraños en buena parte de los pueblos alaveses, el temporal que azota la provincia desde la semana pasada no causa los mismos estragos en unas zonas que en otras. Y si no que se lo pregunten al que según Euskalmet es el municipio más frío del territorio. Un punto concreto de la Llanada, cercano a las sierras de Elgea y Urkilla, donde sus habitantes no tienen problemas para encontrar cubitos de hielo.
Sólo entre Ozaeta y Etura han sumado frío desde el lunes para dar y regalar al resto de la provincia. El primero ha enlazado esta semana mínimas de -6,5 grados el lunes, -10,6 grados el martes y -8,3 grados el miércoles, pero Etura ha pisado el acelerador del congelamiento global con mínimas de -7,9 grados el lunes, -11,7 grados el martes y -8,7 grados el miércoles. A dos pasos tienen Agurain, que el martes llegó a -10,4 grados, o Dulantzi, que ese mismo día se quedó en sólo -9,6 grados.
En apenas unos pocos kilómetros a la redonda, el Polo Norte alavés marca sus puntos cardinales en estos cuatro pueblos, aunque la pole position sigue siendo para un clásico gélido de la Montaña Alavesa como Navarrete y sus -9,3, -14 y -10,7 grados de esta semana. Con todo, aunque Navarrete le superó en mínima, Etura fue el martes el pueblo con la temperatura media más baja de Álava, con -4,1 grados.
Tal vez por eso, porque las comparaciones son odiosas, en Etura sus vecinos no sienten que sea “un pueblo especialmente frío”. “Cuando he salido esta mañana de Vitoria hacía -3 grados, y ahora al llegar veo que aquí hace 3 grados. Hoy de momento ha hecho más frío en Vitoria”, apunta Carlos a su interlocutor con media sonrisa antes de admitir que, pese a ello, Etura “se está haciendo famoso por las temperaturas de esta semana”. A escasos siete kilómetros de allí, en Ozaeta sus vecinos también han asumido a estas alturas de la película que sí, en su pueblo hace frío, pero por mucho que lo digan las estadísticas de Euskalmet tampoco quieren que les cuelgue el sambenito de ser “el municipio más frío de Álava”.
no es para tanto “Lo normal no es que haga tanto frío, aunque es cierto que desde esta zona hasta Araia siempre se ponen las cosas peor en cuanto al frío y la nieve. Pero los vecinos están acostumbrados y, aunque no sea cómodo, hay que convivir con ello”, sostiene Afro Olabe, alcalde del municipio de Barrundia, al que pertenecen Ozaeta, Etura y otros trece pueblos, aunque sólo los dos primeros forman parte del listado de los 25 puntos de Álava donde Euskalmet extrae sus mediciones.
Como bien recuerda Olabe, además -y más- que los propios habitantes del municipio, los que salen más perjudicados de estos temporales de nieve y termómetros siberianos son los ganaderos de la zona. “Son los más afectados. Yo tengo un hermano en Larrea que tiene las yeguas en el monte y con estas temperaturas y la nieve se las tiene que apañar para llevarles sacos de hierba para alimentarlas. Trabajan muy duro estos días”, recuerda el alcalde del municipio, que aprovecha para lamentar que la Diputación Foral de Álava no les haya suministrado durante los últimos días la sal necesaria para cubrir la zona. “Nos dijeron que se les había agotado, así que tuvimos que comprársela nosotros directamente a Escor”, critica Olabe. A unos metros, los gatos de Ozaeta parecen los únicos habitantes que se animan a pasear por las calles a esas horas.
camino a erroitegi Con el sol del mediodía dando una tregua a los habitantes de Ozaeta, Etura, que hoy espera empezar a recuperar cierta normalidad en sus termómetros -aunque las mínimas nocturnas seguirán marcando bajo cero-, dejar atrás Barrundia y adentrarse en el puerto de Opakua es lo más parecido a cruzar el muro de Juego de Tronos sin salir de Álava.
La carretera luce pulcra y sin atisbo de hielo, pero a cada lado de la carretera la nieve se acumula entre 1,5 y dos metros de alto, convirtiendo el puerto en el circuito de Mónaco, pero sin yates. Un cartel luminoso intermitente advierte del peligro de hielo y recibe al vehículo que se anima a subir hasta Iturrieta, en cuya cúspide se encuentra Erroitegi, la segunda villa más alta de Álava, ubicada en la cornisa oriental del municipio de Maeztu, donde los perros reciben a los visitantes a ladrido pelado con cara de querer pegarte un mordisco primero y preguntarte después qué demonios haces allí, con la que está cayendo.
En Erroitegi el problema no es tanto el frío -esta semana hilvanan mínimas de -6,1 y -5,7 grados- como la acumulación de nieve, que ha enterrado al pueblo bajo toneladas de un manto blanco mezclado con el marrón del barro. En algunos puntos la nieve se eleva amontonada más de dos metros por encima del suelo, así que con esa tesitura es normal toparse con un coche aparcado a un lado con las ventanillas bajadas: no ha nacido ladrón tan tonto para robarlo y huir desde allí.
“Sé que estos días hemos estado todas las noches con temperaturas bajo cero, pero no sé cuánto porque ya ni me molesto en mirar”, responde Maite, una de las vecinas de Erroitegi, con una población de poco más de veinte personas. “Tenemos suerte de que el quitanieves salía cada mañana justo desde aquí, pero la nieve caía tan fuerte y tan constante que en cuanto pasaba la carretera volvía a llenarse de nieve, aunque ahora ya están bien”, explica esta vecina desde los 957 de altitud. En Erroitegi los carámbanos de hielo sorprenden a los recién llegados por su longitud y su punta afilada, pero Maite tarda poco en bajar el entusiasmo a los visitantes: “Eso no es nada, teníais que haber visto los de hace unos días”.
Como Carlos en la localidad de Etura, Maite también resta importancia a los contratiempos de la climatología, cuyas consecuencias son tan irrealmente dramáticas en las ciudades como perfectamente asimiladas en los pueblos del conjunto del territorio histórico. “Aquí todos estamos bien surtidos de comida, tenemos nuestras patatas y nuestros congeladores para guardar alimentos durante todo el año. Con eso y un buen abrigo, suficiente para aguantar”.