Zaramaga es más que ladrillo y cemento, jardines y plazas, comercios y bares. Los mimbres de este barrio obrero nacido al norte del Casco Viejo se alimentan de historias marcadas por el sacrificio y la constancia, la búsqueda de una vida mejor, de oportunidades. Las de hombres y mujeres venidos de Extremadura, Andalucía, Galicia, Castilla y Gipuzkoa que, a finales de los cincuenta, ejecutaron la expansión de la Vitoria almendrada con la construcción de un espacio con una seña de identidad única. Una forma cálida y estrecha de entender la vida en comunidad que muy pronto quedará plasmada a través de un mural en el que aquellos jóvenes de entonces, hoy mayores, serán los protagonistas. Autores de los cimientos, responsables de los andamios. No podía ser de otra forma. Y se merecían que fuera así. Bien lo saben las dos profesionales que coordinan el proyecto: la artista grafitera Eva Mena y la fotógrafa Nahikari Mora. Desde que las hermanas Werckmeister les propusieron sacar adelante este nuevo capítulo en la historia del Itinerario Muralístico La Ciudad Pintada que ambas capitanean, su satisfacción ha ido in crecendo gracias a la activa participación de jóvenes y abuelos en el desarrollo del trabajo. “Todos estamos aprendiendo mucho de todos”, sostienen.

Grandes hojas con frases, dibujos y diagramas decoran las paredes del taller, situado en Puerto de Herrera. Son parte del brainstorming que ha ido dando forma al boceto desde que comenzó a funcionar el grupo de trabajo. Un equipo que se formó a finales de noviembre, tras una reunión de exposición de la idea al público que recibió una acogida espectacular. “Es muy difícil siempre decir que no. Por eso, al final tenemos más personas voluntarias de lo habitual: 22 frente a las 15 de otros murales. Y a ellas hay que sumar seis Brigadas de la Brotxa, jóvenes que trabajan a media hornada, las dos artistas y una asistente en prácticas”, explica Verónica Werckmeister. Empieza hablando ella, como espoleadora que es de la iniciativa, aunque deja claro que Eva y Nahikari han hecho y deshecho a su antojo desde entonces. Es la respuesta natural a la confianza depositada en dos profesionales de las que sólo guarda buenas palabras. “A Eva la teníamos fichada desde hacía tiempo porque conoce el trabajo de calle y tiene mucha trayectoria, aunque nunca había hecho algo así. Y Nahikari sí que tiene experiencia en proyectos colaborativos y de participación pero en el mundo de la fotografía y vídeo. Así que nos pareció que se podían complementar muy bien”, prosigue.

Las aludidas asienten con una sonrisa. Transmiten feeling, les sobra ilusión, tienen muchas ganas de obtener el mejor de los resultados y salta a la vista que les gusta arriesgar. “Queremos experimentar con ambas modalidades, tratar de que encajen y que eso quede reflejado en el mural”, afirman. El propio diseño, ideado mano a mano con todos los voluntarios para la fachada del número 59 de la calle Mendoza, parte de instantáneas en las que aparecen retratadas algunas personas mayores del barrio. “Y lo que tenemos pensado es emplear ambas técnicas, aunque a simple vista no se notará lo que es fotografía y lo que es pintura. Para ello recurriremos a emulsiones químicas. Y si no podemos utilizar tal cual la técnica fotográfica, la imitaremos”, señala Nahikari. Todavía existen algunas dudas, pero tanto ella como su compañera no tienen miedo a replantear el trabajo sobre la marcha si surgen complicaciones. La propia metodología que se empleará para confeccionar el mural puede generarlas, ya que esta vez no se trabajará sobre la propia pared sino en papel. Una particularidad condicionada por las obligaciones climáticas que puede hacer algo más difícil tener una visión con perspectiva del resultado final de la obra. O eso es lo que parece.

Verónica, no obstante, sabe ponerle al mal tiempo buena cara. “Es verdad que se pierde el ambiente de calle, pero la tela va a permitir la participación de personas con limitaciones físicas que no habrían podido subir a los andamios y animaremos a todo el mundo a entrar en el local para seguir el proceso con algún tipo de señal”, cuenta. Pronto, pero muy pronto, llegará ese momento. El boceto quedó finalizado este lunes, así que tras la Navidad arrancará su materialización. El órdago de un proyecto que ha sido apasionante desde el principio. “Lo estamos viviendo muy intensamente. Y estamos aprendiendo un montón de cómo se sienten las personas mayores del barrio, de sus inquietudes. Algunas son comunes, como las pensiones. Otras más particulares, como la falta de un centro de día para ellos”, señala Eva. Nahikari transmite el mismo entusiasmo que su compañera cuando evoca a los protagonistas del mural, como “una mujer de 105 años que aun estando sorda como una tapia tiene una lucidez y una energía descomunales”, aunque ella ya lleva siete años trabajando con este colectivo. “No dejan de sorprenderme. Estoy enamorada de ellas”, apostilla. Esos sentimientos también han nacido y se han disparado en el taller, entre los voluntarios, rompiendo estereotipos y reconstruyendo estructuras de relación. “Hay abuelos que creen que los jóvenes no piensan en el paso del tiempo, que no son conscientes de que también les llegará, y jóvenes que sólo ven vejez, inactividad. Pero en estos encuentros los primeros se han dado cuenta de que sí nos preocupa esa volatilidad de la vida y los segundos han descubierto gente muy ocupada, llena de ilusiones, que no tiene tiempo para nada porque lo tiene ocupado entero”, cuentan.

Desde una perspectiva artística, el proyecto también está siendo emocionante. Nahikari admite sentir vértigo ahora que se acerca la construcción del mural e imagina cómo será ver un rostro de tres metros para una superficie de 8x15. “No es para tanto, ya verás”, le responde Eva, gracias a la tranquilidad que le da su dilatada experiencia muralística. A ella le preocupa más la necesaria confianza que van a tener que tejer los voluntarios entre sí para que la obra salga adelante con facilidad. “Para trabajar en equipo tiene que haberla”, subraya. Por suerte, de momento el ambiente ha sido de estrecha colaboración pese a todas las incertidumbres que genera el desconocimiento. “Como no son profesionales, les cuesta visualizar tamaños, escalas, disposiciones o cómo encajarán las distintas piezas. El otro día, por ejemplo, me preguntaban si para simular chorretones de pintura íbamos a usar un pincel y les expliqué que así la mancha sería mínima, que hay que simularlos”, explica la artista grafitera. Por eso, el objetivo de ambas era llegar a esta próxima fase con el boceto lo más definido posible, “para que la gente tenga las ideas súper claras y asuma el dibujo como propio”.

El propósito lo han cumplido. “Así que el 12 de enero, con la vuelta de las fiestas de los voluntarios y las brigadas, a manchar”, apunta Eva. Si no hay contratiempos, la idea es tener el mural listo sobre el papel el 31. Y, a partir de ese momento, habrá que esperar a que el clima sea benévolo para colocarlo sobre la fachada. Será un momento especial para las artistas y sus colaboradores, para las personas mayores del barrio, para toda su vecindad, para las hermanas Werckmeister y, por qué no, para la ciudad. El número 59 de Mendoza habrá pasado a formar parte de una iniciativa que construye museos a ras de suelo, como una pantalla de inquietudes, sensaciones e ideas, como una herramienta interactiva, cambiante, renovable. La plasmación de un barrio con mucho más que ladrillo, cemento y pintura.