vitoria - 25 de noviembre. Día internacional contra la violencia hacia la mujer. Una jornada que mujeres y hombres desearían eliminar del calendario, pero que se ven obligados a marcar en rojo hasta que no desaparezca esta lacra social. Ayer, un año más, las voces de los indignados se escucharon en la calles de la capital y de los pueblos de Álava, al igual que las manifestaciones silenciosas y los comunicados. Las imágenes son un buen ejemplo de que aún queda mucho trabajo social y político por hacer. Las instituciones lo saben, por eso Gobierno Vasco, Diputación, ayuntamientos, Eudel, Emakunde etc. abogan en esta ocasión por la necesidad de prevenir estos comportamientos desde la infancia y la juventud, dedicando todos los recursos necesarios para promover la construcción de relaciones basadas en el respeto, la libertad, la autonomía y la igualdad. Además, mostraron su “firme repulsa” ante todas las expresiones de violencia sexista, física, psicológica o sexual que, en realidad, nacen de la desigualdad existente entre mujeres y hombres. Igualmente salieron a la calle trabajadores y ciudadanos a título personal para manifestarse en rechazo a cualquier forma de sexismo. Primero con una escenificación junto a la escultura de El Caminante donde, para hacer más visible el problema, se decoró la escultura con una bufanda tejida por el colectivo Urban Knitting Vitoria-Gasteiz. A continuación, en la Virgen Blanca, con una protesta convocada por la plataforma feminista.
El Día internacional contra la violencia hacia la mujer fue declarado en el primer encuentro feminista de Latinoamérica y del Caribe celebrado en Bogotá (Colombia) en julio de 1981. En este encuentro, las mujeres denunciaron la violencia de género a nivel doméstico y la violación y el acoso sexual a nivel de Estado, incluyendo la tortura y los abusos sufridos por prisioneras políticas. Se eligió el 25 de noviembre para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), tres activistas políticas asesinadas aquel día de 1960 por la Policía secreta del dictador Rafael Trujillo, en República Dominicana. Sus cadáveres, destrozados, aparecieron en el fondo de un precipicio. Para el movimiento popular y feminista de República Dominicana históricamente estas mujeres han simbolizado la lucha y la resistencia. Por fin, en 1993, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, definiéndola como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. Seis años después, el 17 de diciembre de 1999, la misma asamblea de la ONU designó el 25 de noviembre como Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. E invitó a gobiernos, organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales a llevar adelante actividades dirigidas a sensibilizar a la población respecto a esta lacra social que, a día de hoy, sigue acabando con la vida de decenas de mujeres en todo el mundo.
El por qué a este señalado día hay que buscarlo en puntos tan básicos como que la violencia contra la mujer es una violación de los derechos humanos. Que la violencia contra la mujer es consecuencia de la discriminación que sufre y en la persistencia de desigualdades por razón de género. Que la violencia contra la mujer afecta e impide el avance en muchas áreas, incluidas la erradicación de la pobreza, la lucha contra el sida y la paz y la seguridad. Que la violencia contra las mujeres y las niñas se puede evitar. Y porque la violencia contra la mujer sigue siendo una pandemia global: hasta un 70% de las mujeres sufren violencia en su vida.