la Asociación Cultural de Zalduondo ha organizado para hoy una charla en la que el arqueólogo Alfredo Moraza, de la Sociedad Aranzadi, disertará acerca del paso de San Adrián-Lizarrate como un hito de ocupación humana a caballo entre Álava y Gipuzkoa desde el Paleolítico superior hasta la actualidad. Tendrá lugar a las doce del mediodía en el Palacio Lazarraga, sede del Museo Etnográfico.

El paso de San Adrián se encuentra en la provincia de Gipuzkoa, a escaso medio kilómetro de los límites de los municipios alaveses de Zalduondo y Asparrena, en término de la parzonería general de Álava y Gipuzkoa. Se trata de uno de los muchos puertos de esta cadena montañosa que, como describió el geógrafo Pascual Madoz en 1848, es una de las tres cordilleras que “a especie de grandes murallas sostienen y defienden este territorio” y que “son parte del Pirineo, de donde se desprenden por entre Guipúzcoa y Navarra”.

Sin embargo, la historia se ha ocupado de dar una importancia particular a este paso que, para empezar, se distingue de todos los demás por su aspecto. En efecto, se trata de un túnel horadado en la roca, en el interior del cual existe una ermita y en el que hubo también, hasta principios del siglo XX, una venta y un cuartel de miqueletes -versión guipuzcoana de los Miñones-, destruidos en 1913 por un incendio.

El verdadero nombre de lugar no es San Adrián, sino Sandrati o Santatria, ya que la ermita de su interior está dedicada a la Santísima Trinidad, Santa Tria para los vascófonos monolingües de antaño, transcrito como Sant Adria por algún escribano hispanoparlante de la época. De hecho, otra ermita situada quinientos metros al norte, en el camino a Zegama, recibe el nombre de Sancti Spiritu.

Este puerto, tenía por primitivo nombre Lizarrate, en alusión a la fresneda existente en un pequeño llano -los fresnos siempre han estado asociados a lugares sagrados-, desde donde parte el camino hacia el Aizkorri, formado por la intersección de esa sierra y la de Aratz, donde existe un túmulo prehistórico, lindando con la calzada que sube a Portuzaharra, donde comienza Álava, también llamado Alto de la Horca, porque allí se colgaba a los bandoleros que infestaban estos montes, en la llamada frontera de malhechores.

Este paso ha sido utilizado desde tiempos remotos, pero por su parte alta, propiamente Lizarrate. Bajo él existía una cueva, propia de este paraje kárstico calizo, que en tiempos posteriores fue horadado artificialmente para crear un túnel. Arriba, en Lizarrate, hubo un castillo, cuyas trazas todavía pueden distinguirse. El puerto cobra importancia a raíz de la conquista y anexión de esta porción occidental del Reino de Navarra, en el año 1200, por parte de Castilla. El camino natural, para enlazar con la calzada entre Pamplona y Vitoria en Altsasu, queda cortado y Sandrati se convierte en paso principal, sobre todo a partir del siglo XV, cuando por él transcurre el Camino Real de las Postas al Reino de Francia, vigente hasta 1765, cuando la Administración borbónica establece el Camino Real por el puerto de Arlaban, más ancho y de menor pendiente, aunque más largo.

A partir del año 2008 los arqueólogos Alfredo Moraza, Manu Zeberio y Jesús Tapia, de la Sociedad Aranzadi, han realizado excavaciones en ese lugar privilegiado. El trabajo ha dejado constancia de la primitiva ocupación humana de la cueva. Calculan en nada menos que 14.000 años, en el Paleolítico superior, la datación de los instrumentos de sílex allí hallados, utilizados por aquellos humanos de economía cazadora y recolectora, para desollar y trocear las piezas que cazaban. Los arqueólogos encontraron también vestigios de la Edad del Bronce de hace unos cuatro mil años, cuando los habitantes del lugar ya cultivaban la tierra y pastoreaban ganado. Se han encontrado restos de hogares y cabañas en el interior de la cueva, lo que indica que estaba habitada, al menos en la época del año en la que el ganado pastaba en la sierra.

Castillo sobre la cueva Los naturales siempre han llamado al camino que desde Sandrati baja a Zalduondo, la calzada romana, pero hay que decir que los restos actuales pertenecen a la última reparación de la pista llevada a cabo en el siglo XVIII. La técnica de construcción de las calzadas no varió mucho desde la época romana al siglo XVIII. Para la defensa del paso existió desde tiempo inmemorial un castillo, situado en el alto, pero que se comunicaba con la cueva, cuyas dos bocas estaban protegidas por murallas, de las cuales todavía subsisten restos de la septentrional. En excavaciones anteriores se encontraron monedas del Reino de Navarra, de los siglos XI y XII. Se supone que entonces ya había un castillo, pero las primeras pruebas documentales de su existencia datan del año 1294. Entonces era su alcaide un tal García Pérez de Orio, de cuyo nombre se deduce que era guipuzcoano, pero luego la tenencia pasaría a manos alavesas, primero a los Ayala, señores de Salvatierra desde 1382, pero a su caída en 1521, pasa a la familia vitoriana de los Agirre-Zuazo, luego marqueses de Montehermoso. Según los estudios de los arqueólogos de Aranzadi, el castillo estaba situado en la zona del monte sobre la cueva, tendría un voladizo con saeteras y almenas, almacenes, cuadras y alojamientos para la guarnición, rematado por una construcción de madera con sus cimientos de piedra.

Anteriormente se habían realizado otras excavaciones, aunque no con la actual metodología. En 1964 el grupo de espeleólogos de la Sociedad Excursionista Manuel Iradier de Vitoria halló diversos materiales medievales, broches, hebillas, anillos, llaves y más de un centenar de monedas, desde la época de Sancho IV de Navarra (1054-1076).

La calzada de San Adrián, de la que existen numerosas referencias de ilustres viajeros desde el siglo XV, entre ellos la reina de Castilla, Isabel la Católica, quien se dice pernoctó en la torre de los Velasco en Galarreta; la hija de ésta, Juana, con su marido Felipe el Hermoso, en 1504, para hacerse cargo del Reino a la muerte de su madre; el embajador de Venecia Andrea Navagiero, en 1528; el patriarca de Alejandría, en 1572; o Marie-Catherine le Jumelle de Barneville, baronesa d’Aulnoy, en 1679, quien dejó sus recuerdos en un libro titulado Viaje por España, pues siguió luego hasta Madrid.

Del País Vasco refiere en su libro que “este país llamado Vizcaya, está lleno de altas montañas en donde abundan las minas de hierro, los vizcaínos trepan sobre las rocas tan ágil y prontamente como los ciervos, su idioma, si puede llamarse así tal jerga, es pobre hasta el punto de significar una palabra multitud de cosas distintas”.

‘Viaje por España. La baronesa d´Aulnoy explica sobre Sandrati que “un camino muy escabroso que conduce a unas montañas altas y escarpadas imposibles de ganar si no es trepando llámase la sierra de San Adrián”. Allí “encuéntranse un mesón, que las nieves y los fríos obligan, en invierno, a dejar abandonado, una capilla, donde se venera a San Adrián, y muchas cuevas, ordinario albergue de forajidos que hacen peligroso el tránsito a quien no viaja con medios bastantes para defenderse”.