cada tres meses, Juan Vicente Ispizua hace un pequeño hueco en su agenda y se acerca al Hospital Santiago de Gasteiz para donar sangre. Han pasado ya muchos años desde que se inició en este hábito, animado por “algún amigo”, y su intención pasa por seguir siendo un eslabón más de esta cadena de solidaridad mientras le dejen. “Hasta que la edad me lo permita”, enfatiza. Basta, básicamente, con tener más de 18 años y menos de 66 y gozar de buena salud para ser donante, aunque con un reconocimiento médico especial esa horquilla puede extenderse hasta los 70. Poco más de 30 minutos “que se sacan de cualquier sitio” son suficientes para completar el proceso. “Tendrían que hacer una tarjeta para que los donantes podamos aparcar en esta zona, porque cuesta más eso que donar”, asegura Ispizua en el avituallamiento del centro de la calle Olaguíbel, donde se encuentra el punto de extracción más importante del territorio.

Son muchos los alaveses que, como él, cada día aportan su granito de arena para que esta necesidad permanente siga estando satisfecha. Existen varias modalidades de donación, aunque la más habitual es la de sangre total, que consiste en extraer el rojo elemento en una bolsa con anticoagulante para permitir su conservación. No hace falta solicitar cita y al cabo de un año puede donarse tres veces en el caso de las mujeres y cuatro en el de los hombres. Al margen de Santiago y Txagorritxu, las unidades móviles que la Asociación de Donantes de Sangre de Álava instala todos los días en empresas, instituciones, centros educativos o en la propia calle permiten donar con facilidad a cualquiera que lo desee. La aféresis, un procedimiento de extracción más complejo y que sólo se realiza en Santiago, sí que requiere esa cita previa.

En este caso, la sangre donada entra en una máquina especial donde se fracciona en sus distintos componentes -plaquetas y plasma y en ocasiones también los glóbulos rojos y blancos-, con la ventaja de que de un solo donante se puede extraer una cantidad de plaquetas equivalente a seis donaciones de sangre convencional. El tiempo necesario para donar, lógicamente, también es mayor, aunque no supera los 80 minutos.

Luis Ángel Quintana, después de 15 años donando mediante el método común, se subió al carro de la aféresis hace alrededor de tres convencido de sus beneficios. “Me lo propusieron y me pareció bien, porque consiste en echar una mano a otras personas que lo puedan necesitar”, resume. Quintana acude aproximadamente cada dos meses a Santiago para donar. Días, como el de ayer, en el que puede realizar “vida prácticamente normal” salvo por la necesidad de beber más líquidos de lo habitual y evitar hacer ejercicio. “Se lo recomiendo a cualquiera, a no ser que tenga mucho miedo a las agujas. No supone nada especial”, promete.

caen las donaciones Según los datos que maneja la Asociación de Donantes, los puntos fijos y móviles del territorio han recogido entre enero y octubre de este año 17.811 muestra, al tiempo que se han captado 1.366 nuevos donantes. Cifras similares a las del pasado 2013 por estas fechas y que vuelven a estar lejos de las de 2011 y 2012, durante los que se realizaron 23.407 y 23.853 extracciones, respectivamente.

Según certifica María Ángeles Basaldua, hematóloga y responsable del Centro vasco de Transfusión y Tejidos Humanos de Santiago, el descenso de las donaciones se cifra “en un 4%” tanto a nivel local como estatal e internacional, un reflejo más de la difícil situación social y económica. Se trata, en todo caso, de un mal menor, ya que la mejora de las técnicas quirúrgicas “también ha ayudado a que haya menos necesidades”. La verdadera “preocupación” para Basaldua es otra, “la renovación de los donantes”, que esta cadena de vida nunca se rompa. Casi no hay que decir que los jóvenes deben dar un paso al frente para que las reservas de sangre sigan siendo suficientes a lo largo de los próximos años.

Isabel Viloria, coordinadora de la Asociación de Donantes, también pone énfasis en este aspecto tan importante: “Necesitamos que la gente joven coja el testigo, que muevan las redes sociales y se animen. El descenso de las donaciones es generalizado, pero no se puede continuar así. Debe haber una sustitución de esos donantes que se van jubilando”, insiste.

Por suerte, son bastantes los jóvenes que al poco de superar la mayoría de edad dan el paso y se convierten en donantes, como sucedió en su día con Natalia y Nuria Oliveira, hermanas mellizas. Empujadas por su ama, también donante, estas dos jóvenes que ahora suman sólo 25 años pretenden volver a convertirse en donantes constantes tras superar sus periplos universitarios. Y eso que para la primera supuso un mal trago en los inicios. “Al principio tenía pánico, pero una vez superado ese miedo vienen todas seguidas. Lo importante es que con este simple gesto ayudas a los demás”, enfatiza Natalia. Su hermana, después de completar sus estudios universitarios en Donostia, ha vuelto a coger el hábito con energías renovadas. “Llevo tiempo siendo donante, pero como estudiaba fuera lo he dejado un poco. Ahora quiero venir cada cuatro meses”, promete.

Otra de esas personas que han permitido rejuvenecer el banco alavés de donantes es Elisa Miranda, que se unió al colectivo allá por el año 1999, cuando todavía estudiaba en la universidad. “La unidad móvil venía al campus y un día me animé, porque íbamos en grupo”, recuerda. Miranda anima a todos los que alguna vez hayan pensado en hacerse donantes a que den el paso. “No cuesta nada y puedes ayudar a alguien, eso es lo importante. Cada cuatro meses te mandan un sms de que puedes volver a donar y en cuanto puedas vienes”, explica. El hecho de que la sangre no se pueda fabricar y que la necesidad siempre estará ahí son dos simples verdades de peso para que la cadena nunca se rompa. “Puedes pensar en alguien que lo necesita y ya está. Le puede tocar a cualquiera. A un familiar, a un amigo... o a ti mismo”, recuerda Miranda.