gasteiz - El programa Berakah, impulsado por las cuatro parroquias que componen la Unidad Pastoral del Casco Viejo, atiende a los sectores más excluidos de la sociedad vitoriana. Desde septiembre de 2009, por ejemplo, lleva las riendas de un comedor social que reparte alimentos entre aquellos que por uno u otro motivo no tienen acceso a Desamparados. Gran parte de ellos cobra la RGI, aunque no importa que estén o no empadronados, que sólo lleven unos días en Gasteiz o sólo se encuentren de paso. El responsable de esta cadena de solidaridad, que también ofrece a los más vulnerables, casi en su totalidad inmigrantes, clases de castellano, intermediación para acceder a una vivienda o microcréditos, resta credibilidad a un discurso del alcalde al que cree que “la gente va a dar la espalda totalmente”.
¿El sistema de RGI, tal y como está planteado ahora, funciona?
-Los que estamos en contacto con gente que lo está pasando muy mal, con realidades muy marginales, antes de todo esto ya percibíamos que la RGI como tal es una ayudita que en una ciudad como Vitoria no es suficiente para vivir. Entrar a reformar algo que para muchos es una aspiración, algo que uno lucha por conseguir de muchas formas porque se necesitan tres años de empadronamiento y otros requisitos muy duros, que para mucha gente es difícil llegar sin morir en el intento... Hablar de que eso tiene que desaparecer inquieta.
Habla de que la RGI es una ‘ayudita’. ¿Eso desmonta el discurso de que mucha gente viene “a vivir de” ella?
-Por supuesto. Cuando escucho eso, o me entra la risa o me dan ganas de llorar. Para cobrar la RGI con el complemento de vivienda hay que tener un contrato de alquiler, que en una ciudad como Vitoria implica 700 euros de gastos ya fijos. Si a una cifra de 1.000 euros le quitas esos 700, quedan 300 para vivir. A mucha gente le digo: “Haz las cuentas”. Una familia de cuatro personas, con dos hijos, ¿cómo lo hace con 300 euros para pagar la luz, el gas, el colegio... Para comer? A ver cómo terminamos con todo esto. Mucha gente se queda en lo sencillo: dicen, “les dan 1.000 euros por no hacer nada...” ¿Y qué es hacer? ¿Qué permite el sistema que esta gente haga? Quedarse ahí es un discurso muy sencillito.
¿Qué cree que busca el alcalde con estas maniobras?
-No tengo ni idea, no voy a opinar sobre eso. Pero me parece que no está a la altura de la situación. A Javier (Maroto) le tengo por una persona muy inteligente, y una persona muy inteligente no puede hacer esas declaraciones sin buscar algo. Porque eso, dicho así, es falso. Una familia no puede buscar vivir del cuento con 1.000 euros, porque no se puede. Nosotros tenemos los servicios totalmente petados de gente que nos pide ayuda cobrando la RGI para poder subsistir. Es significativo, porque el mes que pagan el gas no pagan la luz. Y ahora vienen los libros de los hijos, que también hay que pagarlos. Y la ropa... Sólo hay que sumar los gastos. El otro día lo dijo el Ararteko con toda la razón del mundo. Lo que hay que hacer es subir la RGI, pero lo demás no es negociable. Endurecerla supondría cargarse a un montón de gente a la que sólo le queda pegarle el puntillazo para que se muera de hambre.
¿Qué más consecuencias tendría endurecer el acceso a la RGI?
-No sé, pero yo conozco a mucha gente, a muchísima, a cientos de personas que pasan por los locales de Betania todas las tardes, que no sé qué sería de ellos. Que ahora malviven, sobreviven, con esa esperanza de que algún día salga un trabajo o que uno de los dos pueda hacer algo... Tirando con esa esperanza. No sé qué sería de esa gente. Por suerte, yo siempre digo que la crisis tiene una repercusión positiva, porque antes decíamos que en Vitoria no había pobres. Ahora todo el mundo conoce a alguien que está en el paro, al que no le llega para comer, que le han cortado la luz... Y eso ha generado una solidaridad en mucha gente de querer hacer algo. No hay mal que por bien no venga.
¿Qué le parece que Maroto haya situado en la diana a los inmigrantes magrebíes?
-Con eso no se puede jugar, porque se trata de la gente más vulnerable. Estamos jugando con los derechos de la gente más pobre de nuestra ciudad. Para cualquier alcalde o líder, deberían ser sus preferidos, sus primeros, los que peor están. En una casa, si uno está con 40 de fiebre, ése es el preferido, y si tengo una onza de chocolate va a ser para él, antes de mirar mi propio interés. Ése es un terreno que debería estar prohibido. Es un gran error que la sociedad no tendría que permitir. Si lo hacemos a pequeña escala es denunciable. Si ahora llego a mi casa y al hijo que peor está lo planto de patitas en la calle y digo “es por el bien de los demás...” Me denunciaría, y además con razón. Pero a gran escala, parece que no es así.
Aunque ahora pretende delegar la iniciativa en una plataforma, ¿qué le parece que haya querido encabezar una recogida de firmas?
-Lo mismo. Con esto no podemos jugar. A mí no me vale, porque estamos jugando con los derechos de los más pobres y que menos se pueden defender. Eso es así. Y estamos utilizando el bienestar de unos cuantos para aprovecharnos de los que menos tienen. Eso son derechos humanos. Estamos en una ciudad donde costó mucho que el derecho a la alimentación fuese reconocido. Tenemos fama de ser solidarios... ¿Y ahora salimos con éstas? ¿Por qué no criticamos otras cosas? Vamos a analizar qué impuestos tenemos y en qué los gastamos. Vamos a ver cuánto dinero se va para que los que vivimos bien vivamos mejor. No digo que eso esté mal, porque gracias a Dios yo estoy en este barco de privilegiados, pero vamos a ver cuánto se gasta el Ayuntamiento en que el jardín de enfrente de mi casa esté más bonito todavía. ¿Por qué no revisamos eso, en lugar de meterse con el que no tiene para comer? Y encima lo que hacemos es hundirle más. Cuando conoces a la gente, cuando le pones rostro a una familia que no tiene para pagar la luz te das cuenta de estas cosas. El equipo de acogida me ha notificado hoy dos casos de cortes de luz, familias de cinco personas. Cuando pones rostro a eso, que te vengan diciendo que lo que tienen que hacer es trabajar para cobrar la RGI... Pues sí, vamos a generar puestos de trabajo. Pero no hay. ¿Entonces qué hacemos? Es de lógica humana.
Los partidos del Parlamento salvo el PP, por ahora, se han posicionado en contra de esta propuesta. ¿Le tranquiliza?
-Yo creo más en la gente del pueblo. Los políticos, al final, son reflejo de la sociedad y del mundo en que vivimos. Uno de los pilares de la política es recoger el sentir del pueblo e intentar ponerlo luego en práctica, normalizarlo. Por eso, el termómetro de la sociedad para un político es importante. Y por eso creo más en la gente. Ha habido en Vitoria muchos políticos que se han quedado en nada porque el pueblo no les ha respaldado. Yo sueño con que esto sea así, con que la gente se dé cuenta y no vivamos en una burbuja. En Vitoria hay mucha pobreza, muchísima gente que está sufriendo. No podemos vivir en una burbuja y tirar contra ellos. Un vitoriano no se puede hacer cómplice de eso. Me avergonzaría vivir en una ciudad en la que todo el mundo pensase todas estas manifestaciones que se han dicho. Al final, la razón y la humanidad se van a imponer y la gente va a dar la espalda totalmente a este tipo de pensamientos que no tienen ninguna lógica .