No son alienígenas ni vienen a conquistar el mundo, pero su introducción en hábitats que no les corresponden causa tremendos daños ecológicos, económicos y sanitarios. Álava conoce más de una decena de ellas. Son las especies exóticas invasoras, animales y plantas con una capacidad brutal para adaptarse al nuevo medio y asediarlo, haciendo desaparecer ejemplares autóctonos y alterando la biodiversidad. Sólo una detección precoz puede evitar que su presencia se convierta en una pesadilla eterna. Si las medidas llegan cuando han empezado a hacerse fuertes, será muy difícil conseguir que desaparezcan. Por eso, las administraciones están siempre en guardia, controlando las viejas amenazas del mejillón cebra, el visón americano, los galápagos de Florida o el plumero de la Pampa, mientras se preparan para detener el asalto de otras nuevas. Desde el inicio de año, las sombras colonizadoras de la avispa asiática, el mapache y el castor planean sobre nuestro territorio.

Sólo el hombre puede poner freno a un problema que creó el hombre. Las especies exóticas invasoras existen porque alguien las saca de sus ecosistemas y las introduce en otros, intencionadamente, de forma involuntaria o por desconocimiento. La mayoría de ejemplares llegados de fuera muere en el intento de adaptarse, pero los más fuertes, entre el 5% y 20%, superan las dificultades y comienzan la conquista gracias a esa resistencia. En Álava, una de los grandes desatinos llegó con el visón americano. El responsable de la sección de Biodiversidad de la Diputación, Joseba Carreras, recuerda cómo a finales de los ochenta los agricultores y caseríos vieron una oportunidad de mercado en la producción de piel y la moda acampó aquí con la instalación de seis granjas. Con el tiempo, "algunas cerraron y liberaron los animales". Un gran error. Aunque desde la institución se intensificaron los controles sobre las que seguían funcionando y posteriormente se prohibió la actividad, aquellos ejemplares sueltos "se reprodujeron rápidamente" y sembraron la dictadura en todas partes. Su primera víctima fue el visón autóctono, el europeo, de menor tamaño. "En los humedales de Salburua teníamos la densidad de visón europeo más grande de todo el mundo y hoy en día se encuentra al borde de la extinción", lamenta Luis Lobo, técnico de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Vitoria.

El americano se quedó con sus nichos ecológicos, atacando a su vez a turones, desmanes ibéricos -ya desaparecidos- y aves acuáticas. Por suerte, hoy esta especie está prácticamente erradicada en el municipio gasteiztarra. "Hemos realizado numerosos trampeos selectivos, con los que se captura a los animales vivos. Si es nuestra presa, perfecto. Si es un visón europeo, por ejemplo, aprovechamos para hacerle un chequeo, le ponemos un sensor y lo soltamos", explica Lobo. La pena es que el número de visones autóctonos que queda es tan nimio que, aun haciendo desaparecer la amenaza, no hay ya posibilidades de que vuelva a recuperarse la densidad de antaño si no se lleva a cabo una repoblación con crías nacidas en cautividad. El daño de este conquistador, el único mamífero exótico invasor en Álava, ha sido tan grande que las alarmas ya se han disparado con la amenaza de plaga de otros dos: mapaches y castores. Carreras asegura que "enseguida vamos a tener el problema encima, ya que estamos rodeados".

El mapache es un voraz depredador que un día alguien decidió convertir en mascota. "De pequeños son muy monos, pero luego crecen, huelen mal, resultan agresivos y la gente los suelta", explica el técnico de la Diputación. Este animal procede de América del Norte, donde el ecosistema es parecido pero con condiciones climatológicas más extremas, por lo que no tarda en habituarse a nuestro entorno. "En Encartaciones se han detectado y aquí en Álava también ha aparecido alguno", apostilla, sin ocultar una cierta preocupación. La expansión de este animal conlleva la propagación de enfermedades infecciosas y parasitarias que ponen en peligro la salud de especies autóctonas. Tampoco es buena noticia la amenaza del castor. Según cuenta Carreras, hace diez años hubo una liberación intencionada en Navarra por parte de "algún grupo que pensaría que estaba haciendo bien, pues en Europa se había probado alguna reintroducción y había funcionado". Éste no fue el caso. El experimento se hizo sin control ni conocimiento, mezclando subespecies. Ahora, la vegetación de ribera del territorio vecino tiembla al paso de este mamífero. "Y aquí ya se ha visto alguno que otro", alerta el experto.

En Álava, la invasión de animales exóticos está especialmente vinculado a los ecosistemas fluviales. Entre los vertebrados, otro que provoca grandes quebraderos de cabezas es el galápago de Florida. Al igual que los mapaches, su presencia en nuestro ecosistema es responsabilidad de quienes decidieron convertirlos en mascota hasta que se aburrieron y, más por desconocimiento que mala fe, los liberaron. "Si se cuidan bien, pueden llegar a medir entre 25 y 30 centímetros. Y cuando crecen huele mal. Pueden acabar molestando...", señala Carreras. Lo normal es que no sobrevivan en el entorno salvaje, "pero los que lo hacen es porque tienen una capacidad ecológica muy amplia". De hecho, los especialistas creían que esta especie no podría llegar a criar, pues necesita unas condiciones climáticas muy concretas para que los huevos, enterrados en la arena, eclosionen. Y, sin embargo, lo han conseguido. El problema principal de su asilvestramiento es, según cuenta Lobo, que se convierten en una amenaza para el galápago local, sobre todo el leproso.

La alteración de la estructura del ecosistema es la seña de identidad de las especies exóticas invasoras. En el caso del mejillón cebra, salta a la vista. Oriundo de los mares Negro, Caspio y de Arán, se extendió con velocidad inusitada por todo el mundo adherido a los cascos de los barcos que navegaban por los canales fluviales. Cuando en 2001 se detectó en el Ebro, la Diputación puso en marcha medidas de prevención en los embalses principales. "Y apareció en Sobrón", recuerda Carreras. Fue el principio de una plaga que rápidamente pasó a Urrunaga y Ullibarri-Gamboa. Desde entonces, los dos están infectados. Como para no. Cada ejemplar puede poner hasta dos millones de huevos al año. Un gran desastre. "El mejillón cebra lo tapiza todo. Las tomas de agua, las captaciones de las industrias, los molinos hidráulicos... La fauna no puede aprovecharse de ciertos recursos porque se posa en los suelos de los pantanos y asfixia a los moluscos autóctonos", advierte. De ahí que sea tan importante la colaboración ciudadana, extremando la limpieza si hace uso de aguas afectadas.

Otro marisco que ha llegado para imponer su dictadura es el cangrejo americano. Cuando se introdujo en la Península Ibérica en 1974 para satisfacer la demanda de crustáceos para consumo humano las especies nativas ya estaban en declive, pero su incorporación fue letal porque porta una enfermedad fulminante para ellas. Además, a diferencia del autóctono, es más depredador que carroñero. En Salburua, se pone tibio a anfibios y peces. Claro que también hay pescados que se han convertido en una amenaza para la biodiversidad de pantanos, ríos y humedales: la perca y el lucio americano, grandes y muy voraces, el sol, pequeño pero matón, y la carpa, que no siendo carnívora genera problemas importantes en la flora. "Se alimenta de vegetación del fondo de las lagunas que resulta fundamental porque oxigena el agua, fija el sustrato y es alimento y refugio para muchas especies", aclara Lobo. Para controlar las poblaciones de estas cuatro especies, los expertos aprovechan veranos especialmente secos, cuando el agua de las balsas se evapora. Por desgracia, esta práctica no resulta tan efectiva con el cangrejo. Escarba largos túneles bajo tierra, donde se refugia en modo de letargo.

Sin perder de vista el agua, los expertos ya han levantado sus ojos ante la amenaza de la avispa asiática. A partir de la entrada de una única colonia de Vespa velutina en la zona de Burdeos el año 2005 -muy posiblemente en un cargamento de cerámica procedente de la China-, este insecto se ha expandido ya "por todas partes". En Cataluña, Navarra y Gipuzkoa es una epidemia. Aquí, por suerte, todavía no se puede hablar de plaga. "En 2013 quitamos seis nidos en Landa y Aramaio", desvela Carreras. El control es clave para frenar a esta depredadora de abejas, que patrulla sobre los panales impidiéndoles salir y recoger el polen. Por suerte, así como son unos cuantos los animales forasteros que hacen peligrar nuestro ecosistema, en el mundo de la flora la lista es más corta. Según explica el técnico foral, "las heladas hacen más difícil que las especies exóticas se aclimaten". No obstante, las que hay se han adaptado con aparente desenvoltura. La más conocida es el plumero de la Pampa. Por la costa cantábrica, se desparrama en densas colonias. Aquí, la plaga no es tal, aunque cada cierto tiempo toca intervenir, muy especialmente en Ayala y Aramaio.

Los demás peligros vegetales están ligados al agua. Es el sino de Álava. Carrera alerta de la presencia de la falopia de Japón, que está llegando desde el Nervión para ocupar las riberas. En Vitoria, a Lobo le preocupa la azolla, un helecho acuático que se usó mucho como ornamento para estanques. "Se detectó en un meandro del Zadorra y luego en Salburua. Es flotante y muy invasora. Puede colapsar la superficie del agua", advierte. La hermosa buddleia, otra posible amenaza, está por ahora "bajo control".