El barrio de Zabalgana es una continua bomba de natalidad. En 2011 vieron la luz 429 niños, al año siguiente 529 y en 2013 fueron 563. Quién sabe adónde llegará la onda expansiva cuando finalice 2014. "Por la calle no ves más que tripas de embarazada, carros de bebé y críos", reconocen Alaitz Ayala, Ainara Mendarozketa y Elena Guerrero. Las tres son madres, representan con exactitud cada uno de los arquetipos familiares de los que hablan y afrontan junto a todo un ejército vecinal la misma cruzada: poner fin a las carencias del mapa escolar. Los dos únicos colegios disponibles, ambos de Primaria, se han quedado pequeños y los remiendos del Gobierno Vasco están siendo fatales. La incorporación de nuevas aulas y alumnos en espacios físicos que se habían construido para menos estudiantes han afectado de lleno a la prestación de las clases. Y ni con ésas se ha cubierto toda la demanda, porque 400 txikis de entre dos y tres años han tenido que buscar plaza fuera del barrio o en centros concertados. Para colmo, el paso de los primeros adolescentes a Secundaria sigue en el aire. No hay noticias claras aún sobre el futuro instituto.
Las familias de los colegios de Zabalgana y Mariturri y aquéllas que siguen sin plaza habían luchado por separado, pero ahora están juntas porque la solución para todas es la misma: construir un tercer centro de Primaria y levantar ya, aunque sea con barracones provisionales, el de Secundaria. "Queremos una educación pública en nuestro barrio y de calidad, como el resto de Vitoria. Y sólo así sería posible", sostienen. Por desgracia, tanto el paso del tiempo como la actitud del Gobierno Vasco y el contexto económico corren en su contra. El boom demográfico sigue presionando el acelerador, mientras que las políticas educativas, afectadas por la crisis, continúan rezagadas e incluso parecen pisar el freno. Las cifras hablan por sí solas. Zabalgana representa el 20% de los nacimientos de la ciudad, pero sólo cuenta con el 3% del total de plazas escolares. Cuando las familias ahondan en los números, la gravedad del desfase se hace más elocuente.
"Nosotros tenemos problemas por arriba y por abajo. ¿Por dónde empiezo?", arranca Elena, integrante de la AMPA Zabalgana Amets-Txiki, madre de una hija de 4º de Primaria y un niño de 1º de Primaria. Su colegio fue el primero del barrio, por lo que hoy en día arrastra contratiempos pasados, presentes y futuros. Como hay que empezar por alguno, lo hace por el que está por venir. "Se supone que el instituto se va a hacer, pero no lo acabarán hasta principios de 2018, y eso si se cumple la fecha", apuntilla, harta de tantos plazos volatilizados. Eso significa que de aquí a entonces habrá tres promociones, alrededor de 150 estudiantes, que tendrán que salir del barrio. Por eso, las familias afectadas se reunieron con Educación para tratar de llegar a una solución a medio plazo: la constitución administrativa del centro de Secundaria y su ubicación provisional en algún solar de Zabalgana. "La negociación parecía que iba bien", recuerda esta mujer, "pero en quince días, del 4 al 19 de marzo, dijo que no, que eran pocos niños y que suponía mucho esfuerzo económico".
Desde aquella negativa, no ha habido más avances, por lo que los perjudicados no saben qué será de ellos. "Al principio hablaban de enviarles al I.E.S Lakua, luego a Pío Baroja... Ya sufrieron el traslado a este colegio cuando eran pequeños, porque fueron quienes lo estrenaron, y ahora podrían pasar por la misma situación. Abrieron camino y podrían volver a pagar las consecuencias de una mala planificación educativa", critica Elena. Habla en condicional, porque prefiere mantener la esperanza. Para el resto de problemas, sin embargo, se ve obligada a utilizar el presente. Uno de ellos afecta a las aulas de dos años, donde Educación incrementó el número de niños de 18 a 23 para tratar de cubrir la demanda. No lo consiguió. Y, para colmo, ese aumento ha hecho que sea "imposible" el acceso al ciclo de tres años, ya que "al tener el mismo ratio de alumnos no quedan huecos disponibles". Además, según cuenta esta madre, la calidad del servicio se ha visto perjudicada. "El día a día de los pequeños es sobre todo asistencial, con labores que requieren vigilancia, cambio de pañales... Así que esos cinco niños extra se notan mucho, más aún teniendo en cuenta que sólo han reforzado estas aulas con un tutor a media jornada", explica.
La creación de una cuarta línea hace ya tres años para los alumnos de cuatro años, otra solución de Educación a la lista de espera, también ha arrojado consecuencias negativas. "Aunque es sólo un aula más, desmorona toda la estructura por completo", sostiene Elena. Ejemplos le sobran. "Los de Infantil tenían dos horas de ejercicios de psicomotricidad a la semana y ahora sólo hacen una. En Primaria nos han ocupado la gela de inglés. Los de quinto de Infantil han tenido que pasar al edificio de Primaria, con los mayores, donde infraestructuras básicas como los baños no están adaptados para niños pequeños. Y el comedor ya no da más de sí", cuenta. Por eso, las familias se han posicionado en contra de la propuesta del Gobierno Vasco de ampliar esa cuarta línea a todos los cursos. Serían 275 estudiantes más dentro del mismo recinto con los recursos actuales. Elena prefiere no imaginarse el escenario.
Ainara asiente. La situación de Mariturri, donde está matriculado su primogénito de tres años y al que muy pronto se sumará el de dos, es demasiado parecida. O peor. El colegio continúa siendo un complejo provisional de barracones, fruto del retraso en la obra del centro definitivo. "Nos dijeron que las excavadoras entrarían a finales de mayo, pero se consideró que las adjudicatarias habían presentado bajas temerarias y ahora tienen que justificar su presupuesto", explica esta ama. Lo que está claro es que será muy difícil, por no decir imposible, que el nuevo equipamiento abra sus puertas en septiembre de 2015. Y ese retraso va a suponer un grave problema. Según cuenta Ainara, en julio se instalarán dos nuevos módulos con tres aulas más, como estaba contemplado en el proyecto original, dentro del terreno que queda disponible, encajonados por los cuatro lados. Por tanto, si en la fecha que prometió Educación no está levantada la infraestructura definitiva, "los niños que deberían entrar entonces no podrán porque no habrá espacio físico, literalmente, para todos ellos". ¿O sí?
La medida que baraja el Gobierno Vasco pasa, al igual que en el caso de Zabalgana, por crear una cuarta línea en el futuro nuevo colegio "sin modificar el diseño". Esa ampliación atraería a 250 nuevos estudiantes pero "con las mismas aulas, la misma biblioteca, el mismo patio, la misma sala de profesores...". Ainara y sus compañeros del AMPA Mariturri Galtzagorri se oponen radicalmente a esta posibilidad, convencidos de que "echará por tierra la calidad educativa del centro", al tiempo que retrasará las obras. Tampoco les atrae la propuesta institucional de ampliar en el próximo curso las gelas de dos años de 18 a 23 txikis. Conocen de primera mano los perjuicios que ha ocasionado en el otro colegio. No obstante, conscientes de las necesidades de tantas otras familias sin plaza, están dispuestos a aceptar el incremento siempre y cuando "se pongan dos tutores" por aula. "A ver si lo conseguís", anima Elena.
Alaitz las escucha con atención. Cuando intentó matricular a su niño de dos años en alguno de los dos colegios públicos del barrio, desconocía la odisea en la que se estaba embarcando. Ahora, esta joven madre, de nuevo embarazada, conoce la realidad con rigor matemático. Es lo que tiene formar parte de Zabalturri, el colectivo de las familias excluidas. "Este curso se quedaron fuera de Zabalgana 38 niños y de Mariturri 15. Entre ellos, el mío. Parece que no son muchos, pero el dato va más allá. Porque ésos son los que se quedaron sin plaza y el resto, cientos, acabaron buscándose la vida en otros barrios o en concertados", explica. A ella no le convencieron las opciones ofrecidas desde Educación: acudir al Miguel de Cervantes, en Ariznabarra, o a los públicos de Adurza. La segunda posibilidad la descartó al instante. La primera, tras una breve reflexión. La distancia hasta allí es de al menos veinte minutos a paso de adulto, incómoda para caminar y lo suficientemente amplia como para acabar cogiendo el coche. "¿Y os imagináis más de treinta familias yendo hasta allí todos los días en automóvil?", advierte. Además, al margen de cualquier otra argumentación posible, comparte la idea de sus compañeras de que los txikis de Zabalgana tienen derecho a formarse en su entorno con la mayor calidad educativa posible.
"Nuestros hijos deben estudiar en el barrio para que las relaciones creadas entre ellos tengan su continuidad fuera del centro, para conciliar vida laboral y familiar...", sostiene Alaitz. A su juicio y el de sus compañeras, sólo hay una forma de conseguirlo con todas las garantías: construyendo un tercer centro de Primaria. Por eso, las tres asociaciones ya han puesto en marcha un foro para coordinar objetivos y presionar al departamento de Educación -con el que DNA trató de contactar ayer sin éxito-. Como el baby boom, la lucha de las familias pretende ser imparable.