Gasteiz - Baqueta en la mano izquierda, baqueta en la derecha, mangas remangadas, gorro bien apretado, cara de concentración, aitas y amas con el dedo en el botón en la cámara y suena el tuntunarekin turuten doinua, gure zaindariaren eguna. La festividad de San Prudencio no tiene edad. Todos tienen su sitio, pero la tarde del día grande estuvo ayer dedicada, como no podía ser de otra forma, a las nuevas generaciones de tamborileros alaveses.

En una tarde en la que el tiempo respetó más de lo esperado a los presentes, la tamborrada infantil puso un año más el broche de oro a San Prudencio. Un centenar de niños y niñas entre tamborileros y majorettes partieron un poco antes de lo previsto de la torre de doña Otxanda para, cinco minutos antes de las 18.00 horas, llegar ya a la plaza de La Provincia y empezar a subir al escenario. Primero, las portadoras de los estandartes, después los enfundados en azul seguidos de los cocineros y los txikis de rojo en último lugar. Si el domingo por la noche fueron los mayores los encargados de llevar el sonido de la tamborrada al escenario de la Diputación alavesa, ayer los más jóvenes demostraron que hay relevo para las futuras fiestas del patrón alavés. A las 18.10 horas, puntual como un reloj suizo, el sonido de la retreta de San Prudencio envolvió la plaza en un abrir y cerrar de ojos tan bien -¿o mejor?- que en su versión adulta. Al menos, ayer más de un chaval golpeaba su tambor con el mismo ímpetu que el domingo los mayores.

Unos miraban a sus padres en busca del tranquilizador gesto de aprobación. Otros, mientras tanto, mantenían la cabeza agachada sin quitar ojo al tambor, como si pensaran que de tanto golpearlo fuera a escaparse en busca de un compañero menos efusivo. Y así, sin prisa pero sin pausa, las tradicionales melodías alavesas comenzaron a surgir de los tambores de los concentrados, unos, y más nerviosos, otros pequeños gasteiztarras. Aunque, en realidad, ayer era difícil discernir si durante la interpretación de las canciones había más nervios encima o debajo del escenario, donde en manos de los progenitores las cámaras de fotos echaban humo a ritmo de fotógrafo profesional. En cuanto se escucharon los primeros sonidos del tambor, la plaza de La Provincia empezó a llenarse de forma paulatina.

A un lado, la pareja formada por Iker y Garbiñe no quitaba el ojo del escenario. "Tienen más sentido del ritmo que yo. Además se les nota que se lo toman en serio", aseguraba Iker, que acudió a ver a su sobrino, mientras su novia, Garbiñe, se felicitaba porque "las niñas, además de las majorettes, también participan en los grupos con el tambor mezcladas con los niños". Delante de ellos, un aita, Pedro, esperaba a que su hijo subiera al escenario. "A mí me gusta más verles a ellos que a los mayores, que algunos se lo toman un poco a cachondeo y creo que es una tradición bonita que hay que respetar".

Hay relevo Tras 35 años abriendo camino a los futuros tamboriles -la primera edición de la tamborrada infantil data del 28 de abril de 1979-, seguro que más de uno de los primeros txikis que en su momento tomaron parte en esta cita ha pasado ya al otro lado del escenario para observar a su hijo tomándole el relevo. Incluso un aita movía ayer las manos al ritmo de la retreta golpeando un tambor imaginario mientras seguía las evoluciones tamboriles de su hija, como esos padres que desde la banda del campo de fútbol golpean el balón con la diestra cuando su vástago se interna con el balón en el área. Con un número similar de participantes que en ediciones pasadas, rondando el centenar con niños y niñas de entre 5 y 15 años, la 35ª tamborrada infantil de San Prudencio puso punto final a la fiesta grande de Álava. El año que viene, más.

28 de abril de 1979. Este día la tamborrada infantil vivió su primera edición en la capital alavesa. Desde entonces se ha celebrado de forma ininterrumpida hasta este año, en el que ayer cumplió su 35ª edición.

De 5 a 15 años. Tras partir de la torre de Otxanda, el recorrido culminó en la plaza de La Provincia, emulando a la tamborrada del domingo por la noche. En la infantil, con una presencia que ronda el centenar de chavales, la participación se limita a niños y niñas de entre 5 y 15 años.