la Llanada en particular, y Álava en general, se caracterizan por tener un poblamiento disperso, pero no establecido por caseríos, como en Gipuzkoa o Bizkaia, sino por pequeños núcleos próximos entre sí. Si se exceptúan la capital -con 242.147 habitantes- y Laudio -con 18.521-, así como Amurrio, con 10.137 habitantes, Agurain, con 4.878; Oion, con 3.143, Dulantzi, con 2.876, e Iruña de Oka, con 2.279, sólo se sobrepasan el millar de habitantes en otros cuatro casos: Araia, Laguardia, Labastida y Elciego. El resto no llegan a esa cifra y la mayoría está por debajo del centenar. En la actualidad, existen en Álava 336 entidades con la personalidad jurídica de concejo, correspondientes a esos pequeños pueblos, pero en el pasado fueron muchos más. Este tipo de poblamiento viene de antiguo. En época tardorroma, entre los siglos III y V, se da en todo el Imperio un fenómeno del que el territorio que aún no era Álava no fue una excepción. Era una época de inestabilidad, provocada por las invasiones de los bárbaros y la sublevación de sectores campesinos, en la que los potentados del momento abandonan las ciudades, en el caso alavés, Iruña Veleia, para trasladarse a vivir en sus posesiones en el campo, en villas autosuficientes, con sus propias fuerzas de defensa. Una vez desaparecida la autoridad de Roma, estas villas se transforman en pequeños señoríos, que escogen para su defensa común a un conde. Este territorio se vincula en principio al Ducado de Vasconia y, más tarde, al Reino de Pamplona. La política de ordenación territorial llevada a cabo por el reino navarro a partir del siglo XII, con la fundación de villas y constitución de tenencias, continuada por los reyes castellanos tras la conquista de 1200, provocarán un primer cambio en el esquema demográfico alavés. La población se concentra en las nuevas villas -Salinas de Añana, Bernedo, Laguardia, Treviño, Lapuebla de Arganzón, Antoñana, Labraza y Nueva Victoria- y cierto número de aldeas quedan despobladas. Este fenómeno se acentúa con las villas de fundación castellana, creadas precisamente con la intención de despoblamiento del territorio circundante, de cara a fortalecer la nueva frontera creada artificialmente entre Castilla y Navarra.

El motivo del despoblamiento de la mayoría de estas aldeas fue socioeconómico, pero no puede obviarse que se trataba de poblaciones ubicadas en zonas de media ladera, poco aptas para la agricultura y que, en consecuencia, fue la pobreza lo que empujó a sus habitantes a trasladarse a las nuevas villas. Tras la fundación de dos nuevas villas en el año 1337, Alegría de Dulantzi y Elburgo, esta vez ya por claros motivos económicos, se produce una nueva oleada de despoblamientos.

Como aldeas pobres que eran, sus casas no pasaban de ser simples cabañas de madera y adobe con techos de paja, razón por la cual no han dejado vestigios. Únicamente las antiguas parroquias sobrevivieron en algunos casos, convertidas en ermitas. Otras veces, el motivo del despoblamiento fue alguna epidemia, como ocurrió en Kiltxano en el siglo XIV. Otras aldeas, como Luzkando, aguantaron prácticamente hasta nuestros días, pero la principal razón para su abandono fue que había demasiadas aldeas y la tierra no daba para tanto, especialmente cuando, allá por el siglo XIV, comenzó lo que los científicos llaman la Pequeña Edad del Hielo, un enfriamiento del clima que duró hasta mediados del siglo XIX, que tuvo su influencia en los pastos y las cosechas. La última oleada de desaparición de poblaciones tuvo lugar en los años cincuenta del siglo XX, en el extinguido municipio de Ganboa, debido a la construcción del pantano. Desaparecieron bajo las aguas los pueblos de Mendizabal y Zuazo de Ganboa y fueron abandonados Orenin y Landa, cuyo emplazamiento se trasladó.

En el resto de la Llanada, en el municipio de Elburgo se despoblaron Arrarain, cuya parroquia de San Juan es la actual capilla del cementerio, y Garaona. De Kiltxano subsistió su iglesia de San Pedro, hoy restaurada, quedando sus tierras en comunidad de Elburgo, Argomaniz, Mendixur, Gebara y Etxabarri-Urtupiña. La fundación de la villa de Alegría de Dulantzi, en 1337, despobló las aldeas de Larratza, Olga, Henaio, Larrara, Uriarte, que está en Aberasturi, y Aiala. De esta última subsiste su espléndida iglesia de Nuestra Señora. En Iruraiz-Gauna, junto a Erentxun estaba Abaunza, cuya iglesia de la Asunción ha sobrevivido como ermita, y entre Gauna y Alegría, Alborkoin. A Azilu pertenece Gipuzuri cuya iglesia de Santa Isabel aún acoge romerías. En Gereñu está el despoblado de Aba y en Alaitza los de Luzkando, cuya iglesia románica fue vendida en 1930 y con sus piedras se hizo un almacén en Salvatierra, y Abitona, lindando con Langarika.

La fundación de la villa de Salvatierra, sobre la aldea de Agurain, en 1256, provocó el despoblamiento de Mostrakon, junto a Gazeo, Udala, Uribarri, en Gordoa, Paternina, Zornostegi, Zumalburu y Albizu o Albizuri. Sailurtegi y Ula conservan sus iglesias, convertidas en casas de labranza. El municipio de San Millán perdió la aldea de Latxa, en Aspuru, que conserva su molino, Agirre y Sastegi en Narbaiza, y Elge, entre Adana y Ullibarri-Jauregi, donde estuvo la ermita llamada Sanjuandelge. En Asparrena desapareció Berezeka. En Egilaz, Amamio, que dejó la magnífica ermita románica de San Juan. En Ilarduia, Arzanegi, cuya iglesia es la actual capilla del cementerio. Entre Zalduondo y Araia estaba Aistra, que conserva la iglesia alavesa más antigua, la de San Julián y Santa Basilisa. En los municipios vecinos de Arrazua-Ubarrundia y Vitoria-Gasteiz se encuentran también numerosos despoblados, cuyos habitantes se trasladaron a la villa de Vitoria. Son los de Iturrain, Bagueta, Errasti, Sansoeta, Urrialdo, Ullibarri de Araka, Adurza, Abendaño, Petrikiz, Sarrikuri, entre Arkaia y Otazu, donde se dice estaban las viñas del rey Sancho VII el Fuerte de Navarra, Doipa, Uralde, Olarizu y Olaran. Otaza desapareció en el siglo XX al construirse el aeropuerto de Foronda.