Vitoria

Las persianas de los comercios apenas llevaban levantadas una hora y Ángeles ya cargaba con las tres prendas interiores que fichó allá por noviembre cuando se le iban de precio. "Ahora están a la mitad", aclaró. Las rebajas arrancaron ayer con descuentos agresivos de hasta el 50% en bastantes artículos y establecimientos, en un estreno marcado al fin por el optimismo del sector después de unas cuantas temporadas mustias. Pese a la dilatada resaca de la Navidad y una crisis económica que no termina de pasar, miles de vitorianos acudieron ayer a las grandes superficies y los pequeños comercios. La mayoría lo hizo con una lista de necesidades en la cabeza, un tope de gasto y la ruta predibujada, pero también hubo quienes prefirieron husmear a la espera de mayores descuentos o regalarse algún capricho. En lo que todos coincidieron fue en su deseo de aprovechar este periodo dulce para comprar bueno, bonito y barato, como si las rebajas fueran el bálsamo perfecto con el que encarar la empinada cuesta de enero y lo que aún queda de invierno.

Iker Atxa esperaba con la benjamina de la casa junto a un montón de ropa en un comercio de la calle Paz mientras la mujer y su otra hija rebuscaban más allá entre las perchas. "Hemos aprovechado el primer día de rebajas porque las niñas siguen de vacaciones, pero seguramente volvamos a repetir", explicó. La prioridad ayer la tenían las pequeñas de la casa, condenadas a renovar habitualmente el armario ahora que están en pleno crecimiento, pero sus padres pronto tomarán el relevo. "Ya tenemos controlado lo que hay desde antes de que empiecen las rebajas y merece la pena esperar para, sobre todo, comprar ropa de marca a buen precio", opinó el joven. Él no suele prefijarse un tope máximo de gasto. Las necesidades y las gangas combinadas con el sentido común acabarán dando un resultado. Ángeles Martínez, sin embargo, siempre se pone un límite. Es ahorradora por necesidad, pero también por tradición. "Normalmente no me dejo más de cien euros", confesó la señora.

Durante las primeras horas de la mañana hubo momentos de calma, pero también de desesperantes colas. Y ella supo llevar los amontonamientos con paciencia. Son muchos los años que lleva estrenando rebajas, consciente de que a veces merece la pena aguantar el trajín de gente para encontrar talla. "Y con la crisis, aún más", matizó. Como en temporadas anteriores, Ángeles salió de casa sabiendo qué iba a comprar. Todo artículos de primera necesidad. Nada de caprichos. "Y por ahora llevo un pantalón para el marido, tres bragas y un sujetador", explicó la señora, mientras analizaba con la exigente lupa del ama de casa un puesto de camisas. Al rato desistió. Solamente estaban cinco euros más baratas, "así que en este caso será mejor esperar a las segundas rebajas". Esa es la opción por la que habitualmente se decanta Natalia Gallego, a no ser que desde el principio encuentre descuentos del 50%. La filosofía de esta joven mileurista y ahorradora es "esperar al chollo".

También Rebeca Fernández, madre de tres hijos, suele acudir a las rebajas más adelante. Sus razones para aguardar son, sin embargo, distintas. "No llevo nada bien las aglomeraciones", reconoció. Aun así, ayer acabó encontrándose frente a una estantería llena de ropa. "Somos de Pamplona, pero tenemos familia en Vitoria y habíamos venido para que los niños recogieran los regalos de los Reyes Magos. Y al final...". Y al final acabó picando. Eso sí, dedicó su tiempo de descuento a renovar el fondo de armario de los pequeños de la casa. "Normalmente empiezo por ellos y luego ya cae algo para mí y para mi marido porque es más fácil encontrar talla para adultos más adelante", señaló. Su objetivo siempre es sustituir la ropa que ya no sirve y, como matriarca de una familia numerosa, no duda en aprovechar la campaña invernal para materializarlo. "Somos cinco en casa, que no es poco", subrayó la progenitora, "así que hay que sacarle el máximo partido posible a las rebajas".

Los descuentos atraen incluso a quienes no les gusta ir de compras o apenas disponen de tiempo para gastarlo haciendo shopping. "En un día he cogido todo lo que tenía previsto y no pienso repetir", aseguró Andoni San Vicente, cargado con varias bolsas tras finalizar con sorprendente rapidez su tour por una gran superficie del centro de la ciudad. Cuando salió de casa lo hizo "con las ideas muy claras", aunque no había fichado de antemano ningún artículo, y no tuvo que dar muchas vueltas para completar la lista de la compra. "Voy a centros comerciales por la comodidad de tenerlo todo junto y si el precio se ajusta a lo que voy buscando, lo pillo y listo. Y prefiero ir a mi aire, porque además tampoco dispongo de mucho tiempo libre", aclaró el joven. Jon García, un soltero treintañero de Vitoria, le entiende bien. Él es otro de esos compradores que van "directos al grano", ávidos por encontrar chollos en una mañana para cubrir las necesidades pendientes. En su caso, unos zapatos de vestir y tres jerseys de lana gorda.

Hay quienes, en cambio, disfrutan paseando entre perchas y estanterías. "Sales de trabajar, entras en las tiendas y acabas picoteando de aquí o de allá", confesó Nuria Lanzagorta. Ayer, la joven aprovechó para "hacer cambios" en aquellos regalos de Reyes Magos que llegaron con la talla equivocada y, ya de paso, cotillear junto a una amiga las primeras gangas. La inspección les dejó a las dos con los dientes largos, ávidas de nuevas visitas. "Suelo aprovechar las rebajas para comprar algo de ropa, calzado, artículos para el hogar... Cosas necesarias pero también algún que otro capricho", explicó. Unos metros más allá, en la misma tienda, María Corral ya se estaba poniendo las botas. "Reconozco que me tengo que poner un tope porque si no me dejo llevar y no paro", admitió la chica, una de tantas vitorianas veinteañeras que desconocen el sacrificio de un alquiler o una hipoteca porque todavía viven en casa de sus padres.

Las circunstancias de cada cual marcarán la manera de aprovechar las rebajas de aquí al 31 de marzo. No obstante, las encuestas indican que incluso quienes más se han ajustado el cinturón hasta ahora tenderán al agujero anterior. Según datos de la Federación de Usuarios-Consumidores Independientes (Fuci), los vascos se dejarán una media de 88 euros en esta temporada de descuentos, un 3,5% más que en el pasado invierno. Las expectativas pueden ser un síntoma de recuperación económica, aunque las cifras todavía se sitúan muy lejos de las épocas anteriores a la crisis, cuando se gastaban sin complejos hasta 140 euros.