niños y mayores de la localidad de Samaniego ahuyentaron con humo de espliego las malas intenciones y la mala suerte. Lo hicieron en la noche del pasado sábado en el transcurso de la celebración de las mañas, que conforma una de las tradiciones más arraigadas de esta localidad. Gonzalo Sáenz de Samaniego es uno de los vecinos que no se lo pierde ni un año. "Hay dos versiones sobre porqué se celebra este rito. Uno dice que es un rito pagano de purificación de los malos espíritus y otra que es la celebración de la víspera del reconocimiento de inmaculada a la Virgen", comenta. Al margen de la interpretación que cada uno quiera darle, "lo que es real es que es una fiesta en la que los niños recorren el pueblo con antorchas de espliego, que los abuelos recogen en el mes de agosto y que posteriormente se las da forma de antorchas, que aquí llamamos mañas". Con ellas se da la vuelta al pueblo hasta llegar "a la gran hoguera que es donde nos juntamos todo el pueblo y hacemos una pequeña merienda".

Para los vecinos, ésta es una fiesta que "aquí siempre se ha mantenido, siempre se ha hecho, en distintas ubicaciones, pero siempre". Sáenz de Samaniego recuerda que ésta es una tradición con cerca de 500 años. De hecho, si es por la fiesta de la Inmaculada es de 1500", comenta. Samaniego ha sido un pueblo "que ha mantenido siempre esta celebración, nunca se ha perdido. Recuerdo que de niño era algo muy esperado, aunque entonces no teníamos el apoyo de la merienda que se está preparando. Hoy es una fiesta para todo el pueblo y para la gente que nos viene a visitar".

La celebración tiene su rito que comienza con la reunión de los niños de Samaniego en la explanada que hay delante de las escuelas. Allí llegan con las mañas en la mano, pero apagadas, y con la primera que se prende se van encendiendo las demás que se mueven de un lado para otro llenando la plaza de aromas. Después se lleva a cabo un breve recorrido por el pueblo que termina en el lugar donde se hace la gran hoguera.

La víspera de la Inmaculada es, desde hace años en Rioja Alavesa, una oportunidad para las fiestas de mañas, martxos, lumbradas o rondas y así se comprobó una vez más anteanoche, cuando enormes piras de maderas ardieron prácticamente en todos los pueblos de la cuadrilla, juntando a su alrededor a un gran número de vecinos que no quisieron perderse ese impresionante espectáculo. Para algunos de ellos, esas hogueras formaban parte de ancestrales ritos de purificación, seguramente procedentes de la Edad Media y argumentadas en las persistentes epidemias que asolaban a las poblaciones. Entonces, tanto la medicina de la época como la Iglesia oficial basaban en el fuego la destrucción de los cadáveres y la expurgación de los pecados. Y de esta forma, la víspera de la Inmaculada ha llegado hasta la actualidad cargada con el rito, por ejemplo, de las mañas en Samaniego, Leza, Navaridas o Lantziego.

En sus hogueras se prenden manojos de espliego o de romero y su humo aromático llena cada rincón. Purificar no se sabe bien si purifica, pero llena de olores agradables todas las calles. Por supuesto, el fuego se usa también para preparar patatas asadas, choricillos o lo que se tercie.

En Elciego también existía esta costumbre, aunque las hogueras se solían hacer en la puerta de cada casa, según cuenta un componente de la Asociación Andalán. En esta ocasión, un viaje de fin de semana de los componentes de la asociación dejó muy floja la tradición y vecinos y visitantes se tuvieron que conformar con una pequeña hoguera donde se asaron unas castañas.

Pero con todo, las hogueras que parecen ser más conocidas en estas fechas son las de Lapuebla de Labarca, los martxos, aunque este año la Peña San Bartolomé la suspendió por respeto hacia un vecino de la villa desaparecido en el río Ebro.

Por último, en Labastida, la ronda es una tradición que viene de muy antiguo. En este día se realizan hogueras por todo lo largo y ancho del casco histórico del pueblo, recordando el pasado defensivo de las viejas murallas de Labastida. El Ayuntamiento, sus concejales con el alcalde y la banda de música, recorren todas las hogueras para más tarde juntarse en la plaza del pueblo y repartir castañas y zurracapote para todos los asistentes.

Todas estas expresiones son sólo un ejemplo de las festividades de invierno que abundan en la Álava rural, desde los carnavales hasta el errepuierre. Todas parten de una misma base, de una percepción de las circunstancias anclada en la tradición y que se explica comparando los meses fríos con un cambio de ciclo. Muere el verano, las cosechas ya están en los almacenes, los campos se dejan capturar por el hielo... Y sin embargo, detrás de las inclemencias ya surge el germen de un nuevo ciclo. En el paso de una etapa a la que está por germinar se hace necesario purificar los malos espíritus llegados con la oscuridad. Ahí, precisamente, el fuego es el que adopta un papel protagonista en buena parte de los municipios rurales de este territorio histórico.