Vitoria. Javier Maroto ha llegado a la mitad de legislatura sin alcanzar sus metas más ambiciosas en materia de empleo. Primero paralizó el que era su plan estrella, el proyecto de Betoño, porque no tenía el apoyo de los grupos de la oposición para ponerlo en marcha. "Si esta condición era primordial, ¿por qué el PP no la tuvo en cuenta antes de anunciarlo y darlo por hecho durante la campaña electoral?", se preguntan los trabajadores de la zona. Un año después, la precipitación volvió a jugar en contra del equipo de gobierno, tal vez por la necesidad de remendar el fracaso anterior. El primer edil anunció durante el debate del estado de la ciudad de 2012 un plan para Jundiz que permitiría la creación de 2.000 puestos de trabajo con la instalación de medio centenar de compañías a cambio de una ventajosa cesión del suelo. De nuevo, pinchó.

Sprilur, la sociedad pública del Gobierno Vasco destinada al impulso del tejido empresarial, alertó al alcalde de que su propuesta de cesión del suelo debía "responder a precios de mercado y no ejercer competencia desleal con la iniciativa privada", ya que la Comisión Europea -la que debía dar el permiso- no autoriza subvenciones de ese tipo. Además, este organismo le dejó claro que no apoyaría a compañías con medidas que pudiesen crear inseguridad jurídica. Maroto tomó nota y paralizó el proyecto. Desde entonces, Jundiz ha continuado con su particular travesía del desierto. Poco queda allí ya de la frenética actividad pasada.

"Nosotros por el trabajo nos movemos mucho por ahí y cada vez que vamos se nos cae el alma a los pies, de verdad que sí", sostiene desde Betoño el propietario de Electrónica Semagar, Luis Ruiz de Infante. A su juicio, la gran área industrial del sur de Vitoria requiere de una atención más inmediata que la suya y confía en que las administraciones se pongan manos a la obra. Si no, vaticinan él y otros compañeros de zona, "acabará convirtiéndose en un polígono fantasma, si es que no lo es ya".