EN la flamante sede del CIC Energigune en el Parque Tecnológico de Álava se habla un lenguaje distinto, una jerga muy especial. Sus 64 especialistas, procedentes de hasta una decena de países distintos, se comunican cada día a base de "microscopías", "análisis moleculares", "micrómetros" o "disfracciones". Este particular dialecto forma parte de su no menos particular cometido, investigar y concluir sobre lo que no pocos expertos consideran que será la segunda gran revolución industrial, el almacenamiento de energía en el campo de las renovables.

El asunto no es ni mucho menos baladí. Inmersos en pleno debate internacional sobre el calentamiento global, la proliferación y uso de combustibles fósiles y, sobre todo, las horas contadas que le quedan a la llamada era del petróleo, no hacen sino acelerar la necesidad de encontrar respuestas, alternativas sólidas y sostenibles que reduzcan la dependencia energética de los países a cambio de soluciones inteligentes. Pero, sobre todo, soluciones que permitan llenar esa gran despensa mundial de energía, dado que se calcula que en los próximos cincuenta años el consumo energético se incrementará un 50% y hasta un 85% en el caso de los países no pertenecientes a la OCDE.

Así pues, el asunto resulta de extraordinaria magnitud, algo que economías como la europea, la china, la coreana o la japonesa hace ya tiempo que intuyeron. "Su apuesta por el almacenamiento está siendo gigantesca", advierte Jesús María Goiri, director general del centro. En esta línea, que los fondos europeos apuesten por este desarrollo es una actitud que beneficia al centro de Miñano, uno de los referentes internacionales en este campo. Asegura su máximo responsable que el objetivo pasa por ser capaces de desarrollar la tecnología precisa para conservar toda la energía que sea posible y evitar fugas como las que se producen, por ejemplo, en la actividad nocturna de los molinos de viento. "Lo que producen los aerogeneradores va directamente a la red eléctrica, algo que ocurre fundamentalmente durante el día, ¿pero y por la noche, qué ocurre con toda esa energía que se genera y no se consume?", insiste el experto. Por no mencionar los períodos de vacas flacas, que traducido al lenguaje renovable significa que en el campo eólico no haya viento o que falte el sol en las plantas solares.

Así que asumiendo que la energía lo es todo, los primeros resultados no se han hecho esperar pese a que el CIC lleve apenas tres años abierto y su capacidad se encuentre aún lejos de su verdadero potencial. Mientras tanto, el centro no deja de trabajar, ni en sus laboratorios ni en los despachos, donde se juega gran parte de su futuro. Huelga decir que al margen del talento y potencialidad de su grupo de investigadores, la burocracia, en este caso vasca y europea, es quien realmente alimenta económicamente a proyectos como éste. Y las cifras cantan. Según confirmó el CIC Energigune hace unos días, los fondos europeos del 7º programa marco le acaban de entregar un cheque de 1,2 millones de euros para el desarrollo de tres proyectos punteros vinculados, cómo no, al almacenamiento de energía, y en los que participarán otros centros de investigación, universidades y empresas de toda Europa. "Estamos ante una cuestión clave para el desarrollo futuro de nuestras sociedades y que Europa reconozca la calidad de nuestro trabajo es un acicate para continuar trabajando en la línea de la excelencia", apunta Goiri.

el grafeno y el futuro El tridente en cuestión se centrará en el desarrollo de microsensores, la mejora de las baterías para vehículos eléctricos y el grafeno, un revolucionario material descubierto en 2004 cuyas aplicaciones en el campo social y empresarial "se presumen extraordinarias", advierte José Castellanos, director de Desarrollo Corporativo del CIC. El aviso tiene fundamento, entre otras cosas, porque Europa considera "prioritario" el desarrollo de este material para el futuro. De momento ha puesto sobre la mesa 54 millones de euros para los próximos meses entre los 126 grupos que forman parte de esta línea de investigación, entre ellos el centro vasco, que ha recibido 500.000 euros, y otra compañía vasca como Graphenea. Pero hay más. Se prevé que en la próxima década las inversiones europeas en la órbita del grafeno alcancen los mil millones de euros. "Detrás de este material puede haber respuestas para mejorar la calidad de la energía, que es absolutamente decisiva en sectores como el de la automoción, o para evitar la discontinuidad energética en las renovables, por ejemplo, que continúa provocando hoy un desfase entre la demanda y la oferta", abunda Castellanos.

La participación del CIC en este proyecto se centrará en dos líneas de investigación: nuevas aplicaciones de este material a los supercondensadores y nuevas posibilidades de uso del grafeno en las denominadas baterías Li-on, a las que someterá a continuas pruebas de estrés de la mano de Cegasa, otra firma puntera en Álava históricamente ligada a la energía.

En el caso del proyecto para mejorar la vida útil de las baterías en vehículos eléctricos -dotado por Europa con 442.000 euros-, se centrará en el estudio de la degradación de las mismas, tratando de buscar nuevas formas de combatir o evitar dicha descomposición a través de estudios post mortem.

Por su parte, la última de las líneas de investigación del centro de Miñano, calificada como SIRBATT, está liderada por la Universidad de Liverpool y su principal objetivo será el desarrollo de microsensores para controlar la temperatura y la presión interna de las células de litio, lo que redundará en una mayor duración de las baterías y su uso a gran escala en redes. "Nuestras plataformas y el equipamiento de alto nivel con el que contamos ha jugado en nuestro favor a la hora de formar parte de este proyecto", explica Castellanos a pie de laboratorio, en una improvisada visita por el centro donde se esconden historias como la de Carmen López, una puertoriqueña con pasaporte norteamericano que después de una etapa en Chicago y Alemania hace dos años recaló en el CIC como investigadora.

Su caso es perfecto para ejemplificar el perfil predominante que existe en este laboratorio de referencia. Especialistas inoculados con dosis de creatividad, paciencia y perseverancia que incluso a veces pierden hasta la noción del tiempo. "El 95% de las cosas que hacemos nunca salen como uno espera, lo cual significa que existe cierto punto de frustración que te obliga a seguir adelante, pero así es nuestro trabajo", sostiene López.

costosas fugas de energía Su visión, al igual que la del propio CIC Energigune, es de largo recorrido y está muy orientada al riesgo, algo que muchas veces choca con la realidad de las empresas para las que trabajan, prácticamente centradas en las necesidades del día a día, nunca en el medio plazo. Pero así y todo hay ejemplos en Euskadi que invitan al optimismo. Grandes compañías, sobre todo, que a pesar de representar un número reducido en la CAV son conscientes de que la espera merece la pena. Y por ahí también se atisba el futuro de este gran laboratorio, que para 2016 contempla colarse en el top five de su campo en Europa y ser capaz de medir el impacto de sus trabajos e investigaciones con cifras reales.

Un escenario de futuro donde este centro, que actualmente juega la Champions de su sector, confía en posicionarse como referente para poder transmitir todo su bagaje investigador al tejido empresarial vasco, parte activa de un problema tan global como costoso. Y si no, basta echar un vistazo a un estudio de Joe Eto sobre el impacto de las fugas energéticas en el sector industrial norteamericano. De los 250.000 millones de dólares que el pasado año se gastó en electricidad, el 67%, es decir, 52.000 millones, se perdieron debido interrupciones momentáneas de electricidad. Caídas de tensión, por ejemplo, como los que en marzo registró el propio PTA tras varias nevadas.