Vitoria. Hasta la reforma de Los Tilos, nunca había estado tan en boca del Ayuntamiento una calle de tamaño modesto alejada del centro de la ciudad. En primavera de 2009, a los pocos meses de empezar la semipeatonalización de esta vía de Abetxuko, llegaron las primeras quejas. Las 65 familias creían que la nueva pendiente iba a propiciar la entrada de agua en las casas al quedar los portales por debajo de las aceras, que el andén impar incumplía por estrecho la ley de accesibilidad, que los viejos árboles dificultaban aún más el tránsito y que el alumbrado se había colocado mal. Por contra, el gabinete Lazcoz estaba orgulloso de su diseño. Pero recibió tantas quejas, incluso del Síndico, que finalmente trató de dar respuesta al temor principal, el riesgo de inundaciones. Calló voces un tiempo, pero no la preocupación. Dos años de uso y con chaparrones han puesto de manifiesto, según los afectados, que ellos tenían "razón".
Eso sí, los peleones vecinos de Los Tilos han comenzado a sentirse esperanzados. Ya han conseguido una reunión con responsables políticos del nuevo equipo de gobierno municipal, que acudirán a esta arteria en breve para tener una imagen perfecta de las quejas remitidas por los afectados y estudiar las posibles soluciones. "Lo ideal sería levantar la calle, porque aunque parece muy bonita se hizo una auténtica chapuza. Sin embargo, una reforma completa conllevaría demasiado dinero y en época de crisis no podemos exigir tanto, así que habrá que ver qué medidas se pueden tomar", explica la presidenta de la asociación del barrio, Paquita San Bartolomé.
De todos los problemas que según las familias ocasiona el nuevo diseño de la calle, el de las filtraciones de agua en las casas es el que les causa más quebraderos de cabeza. La exconcejal de Vía Pública, Marian Castellanos, aseguró en una comisión municipal de noviembre de 2009 -la última con la que trató de zanjar el conflicto- que la sensación de que la calle pudiera inundarse con un chaparrón fuerte no se ajustaba a la realidad porque justo entonces había llovido y nada había pasado. Y aun así, el equipo de gobierno socialista colocó tres rejillas corridas más arriba de Los Tilos, en El Cristo. Fue una forma de cubrirse las espaldas, pero sin ceder a las exigencias de los vecinos, que solicitaban con la complicidad del Síndico rejillas transversales en su propia vía como las de la plaza de la Virgen Blanca. "Y, claro está, desde entonces ha entrado agua en las viviendas", sostiene San Bartolomé. Baje más o menos cantidad, los portales, con su desnivel, se comportan como imanes.
Hay vecinos que incluso han empezado a añorar tiempos pasados. La atractiva estética de la nueva calle de Los Tilos no les compensa. Además de la entrada de agua a las casas, son muchas las familias que siguen creyendo que la acera impar no debería de haberse construido tan estrecha. "Es muy incómoda para transitar", aseguran. No obstante, como "el mal ya está hecho", al menos esperan que el nuevo gobierno elimine las viejas acacias negras o que las cambie por otros árboles menos voluminosos. Dicen que los actuales "son un tremendo obstáculo", así como un engorro, ya que manchan continuamente la calzada con la resina y penetran en los jardines y las casas con sus raíces.
Las familias ya elevaron esta reclamación al gabinete de Patxi Lazcoz con el apoyo del Síndico, pero no tuvieron suerte. No consideraba a los viejos árboles una barrera física que hubiera que eliminar. El único gesto de buena voluntad en el ámbito de la accesibilidad fue el compromiso de cambiar los bolardos iniciales por otros. Y no funcionó. "Hay pivotes de arriba abajo que dificultan mucho el tránsito", lamenta San Bartolomé. Una crítica que se oye mucho entre las personas mayores que deben desplazarse en sillas de ruedas o los vecinos que tienen carritos de bebé.
El alumbrado también continúa en la lista de quejas. El anterior equipo de gobierno no lo modificó a pesar de que los vecinos insistieron en que estaba mal colocado -tapado por los árboles- y no tenía la intensidad correcta. Otro asunto al que dar luz.
