Vitoria. Javier Maroto no oculta que, en su fase de arranque como alcalde de Vitoria, ha querido anunciar novedades sobre todas sus promesas electorales. Antes de cumplir 100 días en el sillón de la Alcaldía, el dirigente del PP ya ha anunciado en conferencia de prensa avances en el parque de Betoño, ha acudido a Bruselas para buscar apoyos para el Anillo Verde Interior, ha defendido sus medidas para agilizar el tráfico en América Latina y ha sorprendido a propios y extraños al frenar el BAI Center y reubicar en la plaza de Euskaltzaindia la estación de autobuses hasta entonces prevista en Arriaga. El primer paso está dado, ahora queda una legislatura para hacer realidad estas promesas. La crisis económica no parece una ayuda para cumplir todas esas promesas, y el equipo de gobierno tendrá que hacer malabarismos -ya se habla de recortar ciertos servicios- para cuadrar sus inversiones. El alcalde explica cómo cumplirá estos planes. Y qué espera a la ciudad en un futuro cercano.

¿Cómo han sido sus primeros 100 días como alcalde de Vitoria?

Igual la palabra adecuada es intensos. Hemos intentado, en estos 100 días, dar los primeros pasos en todos los asuntos abordados durante la campaña electoral. Creo que era importante que los ciudadanos de Vitoria tuvieran confianza en que lo prometido se hará realidad.

El Alavés le obligó a reaccionar antes incluso del pleno de investidura...

(Sonríe). Ha habido imprevistos como éste, que me comió la primera semana y media de gobierno. Intenté remediar algo que estaba a punto de caerse [el desembarco del Baskonia en el Alavés] porque yo me comprometí a hacer todo lo que estuviera en mi mano para salvar al Alavés.

Otra de sus primeras comparecencias fue para anunciar que la situación económica del Ayuntamiento era peor de la que se esperaba...

Había una serie de gastos de los que todo el mundo estaba hasta las narices y que nadie se había atrevido a quitar. Me refiero a los privilegios de los concejales con entradas a los toros o al teatro, a algunos pluses de los funcionarios, las 70 personas que tenían un pase gratuito a las instalaciones deportivas y nadie sabía por qué... Yo dije Se acabó. Y eso era importante para que la Administración entendiese la necesidad de ser austeros y también para que la gente sepa que si un día voy al teatro, es porque me habré comprado la entrada en la taquilla como todo Cristo.

Hay una leyenda urbana asociada a un cambio de gobierno que apunta que siempre hay un regalo envenenado, un problema que el nuevo equipo desconocía. En su caso, ¿se ha cumplido?

Bueno, cuando estuvimos reunidos con el anterior equipo de gobierno del PSE los concejales no me dijeron que íbamos a encontrarnos con 25 millones de euros de agujero.

¿Cuál es la situación económica de las arcas municipales?

Es una situación difícil, porque la recaudación de la Diputación ha bajado mucho. Y el anterior gabinete no sacó nota en lo económico; ha sido algo parecido a lo ocurrido con Zapatero en Madrid. Pero también soy optimista. Hay que gobernar con rigor en lo económico y hacer más con menos.

¿Cómo se logra ese imposible de hacer más con menos?

Lo estamos haciendo. Reduciendo gastos superfluos, como la recepción de La Blanca, que nos costaba 27.000 euros por gastarlos en unos canapés para 200 personas. Y también hemos dado otros pasos clave, como la eliminación del BAI Center.

Si la situación económica del Ayuntamiento es complicada, ¿cómo logrará entonces impulsar todos los proyectos prometidos?

Siguiendo la regla de ordenar las cosas según las prioridades.

¿Cuál es su proyecto prioritario?

Hay varias cuestiones que lo son. Ya hemos iniciado los trámites del parque empresarial de Betoño, que todos sabemos que no será inminente, pero sí intentaremos contribuir con este proyecto a generar empleo. También quiero que trabajadores de empresas como Daewoo o Esmaltaciones sepan que el alcalde está cerca de ellos, porque lo que están haciendo las firmas con estos empleados no tiene nombre. Es una vergüenza. Y eso no lo puedes conocer a través de un informe técnico, sino de viva voz.

Otra prioridad que marca a corto plazo la agenda de la ciudad es la Green Capital. ¿Qué va a suponer esta celebración para Vitoria?

Vitoria saldrá de la crisis, y por eso podemos aprovechar ese acontecimiento en 2012 para transformar ya la ciudad. Fue un lujo acudir con alguien como Luis Andrés Orive [coordinador de Medio Ambiente del Ayuntamiento] a Bruselas para explicar el proyecto del Anillo Verde Interior. Sabemos que no hay fondos directos de la UE para Vitoria por ser Green Capital, como tampoco los hubo antes para Hamburgo o Estocolmo, pero nos consta que Europa está muy pendiente de Vitoria en este tema. Y la razón es sencilla: somos la primera ciudad de tamaño medio que recibe este galardón, y el 80% de los ciudadanos europeos vive en este tipo de urbes. Por eso es clave para Europa que la experiencia de Vitoria con la Green Capital sea muy buena.

¿No cree que los ciudadanos se van a cansar, de aquí al próximo año, de oír hablar de la Green Capital?

Si la Green Capital se queda sólo en hacer camisetas y en iluminar la Plaza de España de verde, la gente se cansará. Pero no será sólo eso. Habrá congresos que generen riqueza en la ciudad y aprovecharemos esta oportunidad para hacer inversiones. Todo eso no cansa.

Cambiemos de tema. Una de sus apuestas que ha generado debate ha sido la exigencia de cinco años cotizados o tres de empadronamiento para acceder a las ayudas sociales.

Mucha gente veía que, dentro de las ayudas sociales, había quien vivía del cuento. Pero no aplicaremos recortes a las ayudas sociales, porque el único que saldrá de las prestaciones es el que ha decidido vivir de ellas de forma permanente; y lo digo por los que vienen a la ciudad y por las personas, con dos apellidos alaveses, que también se aprovechan del tema. Esas ayudas deben servir a quienes las necesitan.

¿Estas partidas deben estar ligadas al empleo?

Las instituciones deben garantizar que la gente tenga trabajo. Si éste falla, está el desempleo. Y si las cosas siguen estando mal, está ese tercer escalón de las políticas sociales. Pero no se puede entrar por el último escalón sin acudir antes al mercado de trabajo.

Ya sabe que a menudo se asocia el PP como un partido que pondrá freno a las políticas sociales. ¿Con medidas así no aviva ese debate?

Todo el mundo que me conoce sabe que, en ocasiones, he tenido disidencias con la línea oficial del partido. No soy una persona conservadora ni escorada en la derecha; al contrario, más bien me veo en el centro del PP. Y lo he demostrado: me he plantado con el tema de Garoña, aunque eso no guste en el PP, y también con el matrimonio gay o con el proceso que vivimos en el País Vasco.

¿Le han dolido, entonces, las críticas de que con esta actuación fomenta actitudes xenófobas?

Quien me llama xenófobo no me conoce. Mi condena más importante en mi vida política, además de los atentados de ETA, ha tenido lugar después de ver una esvástica pintada en mi ciudad.

El caso de la mezquita del barrio de Zaramaga también ha enrarecido esta situación.

Me sorprendió que alguien [se refiere al portavoz municipal del PNV, Gorka Urtaran] me criticara por haber impuesto una sanción a una asociación [de colectivos musulmanes] que triplicó el aforo permitido del centro cívico Aldabe para celebrar el final del Ramadán. Es algo que ayuda a entender por qué los vecinos de Zaramaga teman que, aunque la mezquita tenga licencia para 98 personas, al final vayan 300. Sólo describí un hecho.

Desde la oposición, mientras, le acusan de pensar demasiado en las encuestas y en porcentajes.

Eso lo dicen los políticos que no escuchan a la gente. Yo estoy muy orgulloso de coincidir con lo que se opina en la calle. Las prioridades de la ciudad las marcan los ciudadanos, por eso debemos estar cerca de ellos.