Vitoria. Si no pudo ser por las buenas, lo será por las malas. El Ayuntamiento ha instalado cuatro cámaras de vigilancia en los accesos y salidas de Prado y General Álava para acabar con el tráfico privado. Desde que estas dos calles quedaron reservadas en exclusiva a los autobuses urbanos, los taxis, los vehículos de reparto y los propietarios de los garajes, las infracciones no han hecho más que sucederse. Cada día, decenas de coches se han colado, ya que no existían más mecanismos de control que la escasa e intermitente presencia de agentes de la Policía Local.
En esas condiciones, es evidente que muchos conductores han preferido arriesgarse que sufrir la consecuencia de cumplir la norma, que no es otra que dar un enorme rodeo para saltar al otro lado del Ensanche o del Casco Viejo. Sin embargo, la picardía tiene ya los días contados. Las cámaras, que empezarán a funcionar una vez que se ponga en marcha la campaña de comunicación pertinente, operan por parejas y están ubicadas en puntos estratégicos para que resulte completamente imposible saltarse la prohibición de circular por el eje sin tener que enfrentarse a una multa.
En el caso de Prado, una se sitúa al final de la calle Magdalena, junto a las Juntas Generales, y la segunda en Lehendakari Agirre, la pequeña arteria que baja de Mateo Moraza hacia la Plaza Nueva. En el caso de General Álava, hay una cámara junto al acceso de Cadena y Eleta y otra en la confluencia de Ortiz de Zárate con Fueros. Las dos parejas funcionan de la misma manera. El primer dispositivo lee la matrícula del coche y el segundo, al realizar la misma función, confirma si se trata de un vehículo autorizado o de un caradura. En función de la respuesta, habrá o no consecuencias para el conductor en forma de castigo económico.
Durante dos largos años, el equipo de gobierno ha optado por dar tiempo a los vitorianos para que se impusiera el civismo, pero la persistencia de las calles-coladero le ha obligado finalmente a imponer medidas que duelan al bolsillo. Las infracciones lo único que han conseguido es dar al traste con la filosofía impuesta en General Álava y muy especialmente en el eje de la Virgen Blanca: convertir el transporte público y al peatón en los reyes del asfalto, y hacer de la plaza central de Vitoria un gran espacio de encuentro libre de humos.
Precisamente por este afán, la compra de las cámaras de vigilancia, que ha ascendido a 165.000 euros, ha sido financiada en su totalidad por Civitas, el programa europeo de movilidad sostenible. También Civitas tendrá que encargarse de la campaña de comunicación necesaria para dar a conocer los dispositivos -tanto su emplazamiento como las razones por las que el Ayuntamiento ha decidido colocarlas-, por lo que todavía no hay fecha para la puesta en funcionamiento de los nuevos ojos municipales. Podría ser que se postergara a después de las elecciones en el Consistorio. Eso sí, el equipo de gobierno socialista confía en que sólo su presencia tenga un efecto positivo en los conductores y sirva para disuadir a aquellos ciudadanos que quieran hacer trampas.