HUBO un tiempo en que Aretxabaleta pasó hambre. Los propietarios de los antiguos bloques, los mismos a los que el Ayuntamiento va a trasladar a las viviendas de protección oficial que se van a construir en la polémica parcela, fueron en varias ocasiones a la vaquería en busca de comida. La madre de Gerardo les tendió la mano. "Y ahora se la muerden", lamenta Cristina. Ella representa la indignación de quienes residen en las casas unifamiliares. A la minoría. Al bando que no duda en alzar la voz para acusar al Consistorio gasteiztarra de haber puesto a todos esos otros vecinos, la gran parte del pueblo, en contra de los López de Suso "advirtiéndoles de que no podrían levantarse las VPO" hasta que fueran al juzgado y lograran la orden de desalojo. "Un divide y vencerás", matiza, que "ha funcionado".
La desunión, en cualquier caso, ya estaba asumida. Pero lo que no se esperaban los vecinos que respaldan a la familia es que parte de Aretxabaleta amaneciera ayer cercada. Policías en el acceso a la cuesta que lleva a la explotación, policías a mitad de camino, policías a la altura de la iglesia y la propiedad entera acordonada. "Es increíble. ¡Los municipales nos están pidiendo el DNI para que acreditemos que somos de aquí y podamos subir por esta carretera!", desveló indignado un abuelo. "Y a nadie que no sea dueño de la casa le dejan acceder a su interior, ni para hacer una visita. Así que algunos hemos presentado denuncias", subrayó otro vecino. Estaban atónitos.
Sí, todos eran conscientes del porqué de tanto control, evitar protestas, pero no podían evitar llevarse las manos a la cabeza por lo "desmesurado" del dispositivo policial. "Han sitiado a la familia. Los están humillando y los están tratando como si fueran terroristas, cuando son personas que lo único que hacen es trabajar los 365 días del año y ayudar a sus vecinos cuando se lo piden", apuntaron varios residentes y los agricultores de la zona. Ni siquiera los Bartolos, recordaron, han llegado a despertarse con un cordón.