a situación que vivimos me recuerda mucho a la opera prima de Woody Allen, Take the money and run, también conocida como Robó, huyó y lo pescaron, en Argentina o Toma el dinero y corre, en España. La película se presenta como un documental de la vida del incompetente, torpe y neurótico criminal Virgil Starkwell. Y es que estamos en riesgo de parecernos mucho a él. Acabamos el curso político con un paso histórico en el proyecto de construcción europea: la aprobación por parte del Consejo Europeo del Fondo de Reconstrucción y la mutualización de su deuda por valor de 750.000 millones de euros. Nada más y nada menos que 140.000 millones le van a corresponder a España en forma de subvenciones y préstamos. Con esa promesa de maná caído desde el cielo de Bruselas nos fuimos de vacaciones sin querer leer la letra pequeña del acuerdo, es decir, las condiciones con las que ese dinero llegará al Estado español. Condiciones primero de a qué se puede dedicar ese dinero: exclusivamente para las políticas estratégicas europeas -pacto verde, digitalización, salud, I+D+i, seguridad-. En segundo lugar, condicionadas a ser capaces de tener unos prepuestos generales equilibrados y, en tercero, con unos plazos para la presentación de los proyectos financiables enormemente apretados, entre octubre y abril. Que nadie se engañe porque esto no va de toma el dinero y corre.

Es evidente que el primer trabajo que debería hacerse ante la necesidad de reconstrucción tras el coronacrack, es la elaboración urgente de un plan estratégico del Estado en coordinación con las Comunidades Autónomas. Lejos de esa hoja de ruta, tras la última Conferencia de presidentes autonómicos, se ha puesto en marcha una carrera a 17 de búsqueda de proyectos, desempolvando algunos olvidados en los cajones y dotándose de una notable capacidad de invención en otros. Nada siquiera se ha dicho del reparto, que a diferencia de los fondos FEDER destinados a cohesión territorial, se envían de la Comisión Europea al Gobierno central español. Queda por ver qué le va a corresponder a cada Comunidad Autónoma o si los contenedores generales temáticos y sectoriales de proyectos será la prioridad. Bruselas no tomará esa decisión, aunque es evidente que el programa Next Generation UE debe seguir promoviendo la cohesión entre las regiones de Europa para minimizar las desigualdades, pero lo único que decidirá el Ejecutivo europeo será la elegibilidad de los proyectos en función de las políticas estratégicas de la UE.

Si alguien piensa que holandeses, suecos, austriacos y finlandeses que dieron una feroz batalla para evitar la mutualización de la deuda, han dado por perdida la guerra, se equivoca de cabo a rabo. Ahora empieza la discusión euro a euro, proyecto a proyecto, de un endeudamiento que ya es de todo y que, por tanto, afecta a los nietos de cada uno de los europeos que suscribimos esas ayudas y préstamos. Si los españoles se equivocan, ya no es un problema exclusivo de ellos y sus descendientes, lo es también de todos aquellos que no veían con buenos ojos este concepto de solidaridad europeo y que lo admitieron en el último minuto y a regañadientes. Por eso ahora solo les queda fiscalizar con lupa en qué se gasta el dinero. Serán benevolentes si se dedica a cambiar el modelo socioeconómico europeo, como ya están haciendo ellos en sus respectivos Estados. No tendrán misericordia si creen que se va a malgastar en obras inútiles o en indefiniciones extrañas. Habrá que estar muy fino en la presentación de propuestas para financiación, será clave la colaboración público privada en los proyectos y, sobre todo, los técnicos de la administración central, autonómica y local tendrán que reciclarse en conocimientos a toda velocidad.

En ningún sitio está explícitamente escrito que las ayudas del Fondo de Reconstrucción estén directamente vinculadas a la ejecución de unos presupuestos generales equilibrados. Pero es obvio que si las cuentas del Estado presentan déficits desmesurados, sin las debidas correcciones, ni la Comisión Europea, ni el Consejo Europeo, darán luz verde a que se abra el grifo de las subvenciones. De ahí que la negociación presupuestaria que se están iniciando en España, será determinante para que el dinero para la recuperación llegue en 2021. Se requiere, pues, estabilidad política y económica, además de un plan de Estado, para llevar a buen puerto el enorme esfuerzo que la UE está dispuesta a hacer para salir de la crisis. Convendría, pues, no caer en el error del protagonista del film de Allen, que se empeña en mantener a su mujer engañada viviendo en precarias condiciones con la promesa de que algún mejorarán gracias al robo de un banco. Ni somos ladrones, ni esta policía es tonta.

Con los pactados 140.000 millones de ayuda desde Bruselas a España, nos fuimos de vacaciones sin querer leer la letra pequeña

Si las cuentas del Estado presentan déficits, ni la Comisión Europea, ni el Consejo Europeo, darán luz verde a las subvenciones