"Desde muy pequeñito quería ser un niño", cuenta Mario Estalayo, un chico trans de Portugalete. Recuerda su adolescencia como un periodo de cambio, aceptación y conocimiento, pero no por ello lo hace de manera positiva. "Tuve depresión toda mi adolescencia hasta los veinte años, estiraba las camisetas o me las compraba más grandes para que el pecho no se marcase", confiesa. Esconderse, no sentirse uno mismo o buscar la realidad más conveniente, es común cuando sabes que la verdad no será por todos fácilmente aceptada. Ahora, pide ayuda económica mediante una recaudación de fondos para conseguir realizar correctamente su mastectomía tras una operación que asegura no ha resultado cómo debería.

A pesar de las adversidades y la travesía, este joven de 25 años estudia Construcciones Metálicas y se ha graduado en Soldadura y Calderería. En el imaginario colectivo, las personas trans son asociadas, antes de dar el paso, a lo que se asumía que eran: mujeres u hombres, pero masculinas o femeninos. Estalayo rompe ese tópico y esas ideas preconcebidas: "Me pedía todas las muñecas", reconoce entre risas.

Cuando asumió que era un hombre no tenía mucha información, porque aunque a día de hoy la transexualidad sea algo que todo el mundo conoce, unos más y otros menos, unos de cerca, otros por la televisión y unos con mayor acierto que otros no siempre ha sido así. Mario asegura que cuando era más joven "no tenía ni idea de lo que era la transexualidad, pero una amiga conocía a un chico trans". A partir de ahí se documentó e informó hasta que "se empezó a sentir identificado y saber lo que realmente le pasaba".

En ese instante comienza su periplo: El proceso llamado transición, un viaje hacia su verdadero yo. Empezó por un tratamiento hormonal de testosterona, que hizo que tuviera que soportar situaciones incómodas. "A la hora de ir al gimnasio y entrar en los vestuarios me encontré con problemas. Me costó dar el paso y empezar a entrar en el de hombres, porque cuando me empezó a salir barba o cambiar la voz recibía miradas", relata el joven jarrillero.

"El cambio de nombre es el principal obstáculo con el que nos encontramos las personas trans, pero afortunadamente yo pude hacerlo cuando llevaba ya tres meses en hormonas. Antes tenías que estar dos años en tratamiento para poder hacerlo", cuenta Mario, "aunque para el cambio de género en el DNI hay que seguir este procedimiento".

Tras esos dos importantes pasos, decidió someterse a una mastectomía, una extirpación quirúrgica de las mamas. Mario Estalayo relata que un mes después del cambio de nombre pudo meterse en la lista de espera de Osakidetza para la intervención. Los requisitos: " una placa del tórax, un electro y un análisis de sangre". En su opinión, tuvo "bastante suerte" porque la espera puede alargarse, pero en su caso tuvo que esperar "cinco o seis meses porque las cosas iban bastante rápidas", asegura.

LA ODISEA DE LA MASTECTOMÍA

La ilusión que sintió cuando le confirmaron la fecha de esta mastectomía, el 10 de marzo de 2020, es totalmente opuesta a las sensaciones que surgieron después de la operación. Mario rememora estos días. "La primera vez que me quité la faja el pecho estaba inflamado, pero pensé que era normal porque habían pasado cinco días desde que me operaron. Pero trascurridos cuatro meses el pecho seguía hinchado". Mario cuenta que tuvo que llevar otros cinco meses más la faja porque, según el cirujano, se debía a una inflamación, pero "no conozco a ningún chico que la haya llevado tanto tiempo", confiesa.

Comenzó a documentarse y pedir consejo a otros hombres trans y rápidamente sacó sus propias conclusiones: "Me habían dejado tejido mamario".

Después de esperar meses para que bajase la inflamación, se vio obligado a pedir cita con el cirujano porque la situación empeoraba, "el pecho cada vez se me inflamaba más", cuenta. Pidió cita con una cirujana del hospital donde le operaron, y asegura que le confirmó que le "habían dejado más tejido mamario del debido y que le podían haber quitado más". Mario explica que esta misma doctora le derivó al profesional que le había intervenido en un primer momento.

"Cuando fui él no estaba y me atendió otro que me dijo que efectivamente tenía tejido mamario, pero no iban a quitármelo porque era cuestión de estética", recuerda Mario. "Si ese fuese el motivo, me quejaría de los pezones que me han quedado", confiesa incrédulo.CAMPAÑA SOLIDARIA

Ante la imposibilidad de operarse por la vía pública, su única opción es hacerlo en una clínica privada, pero según cuenta el coste supera los cinco mil euros. Para lograr su objetivo ha iniciado un crowdfunding para obtener el dinero necesario, que ha difundido en redes sociales con ayuda de sus seres queridos. "De momento hemos recaudado 222 euros de donaciones de la gente y yo tengo otros trescientos ahorrados. En total quinientos euros, todavía me queda un montón", declara. Hace hincapié en la urgencia de operarse, porque según cuenta "al quedar tejido mamario, si un día termina el tratamiento hormonal, bien por salud o por decisión propia, el pecho podría volver a salir".

Sueña con una nueva mastectomía, pero el coste económico para poder realizárselo es elevado: "No tengo dinero para pagarme una nueva mastectomía, menos para un abogado. "Me estoy intentando informar a ver si encuentro algo", confiesa Mario. Además, en estos momentos el de Portugalete ha decidido interponer una reclamación en el hospital para a ver si soluciona lo de la mastectomía.

En noviembre de 2020, en plena pandemia, Mario se sometió a una segunda operación en la que se le extirparon el útero, los ovarios y las trompas de Falopio. Un paso más en su transición. A pesar de lo que ha vivido durante estos años y de todos los inconvenientes Mario dice sin titubear que lo volvería hacer: "No me arrepiento de nada", concluye.