Pocas trabajadoras para cuidar a muchos ancianos, muchas horas de trabajo y un sueldo base de 900 euros. Son las condiciones a las que están expuestas la mayoría de gerocultoras de las residencias privadas.

Aunque hace años que se denuncia esta situación, ha tenido que llegar una pandemia para poner el foco sobre la precariedad de un sistema mayoritariamente feminizado. Y es que la alta incidencia del coronavirus en los centros de mayores ha alarmado a una sociedad que ha visto cómo trabajadoras y personas usuarias han sufrido el azote de un virus descontrolado. Una situación que ha puesto de relieve las carencias de un sistema privatizado de residencias.

Así lo asegura Luzia, trabajadora de un centro privado de Estella (Nafarroa), que defiende que "se tienen que mejorar los salarios y aumentar los ratios para tener más tiempo para atender a los ancianos".

Sin embargo, pone el foco en las personas a las que cuida. Y es que como defiende, acabar con la precariedad repercutiría directamente sobre los ancianos. "Las residencias se tratan como un negocio y no se preocupan de lo principal: la gente que estamos, el tiempo que les puedes dedicar, los espacios para poder separarlos dependiendo del estado en el que se encuentren€".

Apunta que en su caso cada una tiene entre 8 y 12 personas a su cargo. Y eso, añadido a las medidas especiales por el coronavirus "suponen unos recortes enormes en la atención". Pero no es una situación nueva. "Hasta ahora ya trabajábamos con mucho estrés, y si encima le sumas la pandemia... ha habido gente que lo ha pasado francamente mal".

Muchas de las trabajadoras acuden lesionadas a trabajar y emocionalmente también se ven sobrepasadas por la excesiva carga de trabajo: "Somos personas, no siempre estás igual y hay veces que te sobrepasan las situaciones", defiende. Por eso, alude a la necesidad de mejorar el convenio, que en Navarra data del 2013 y mejorar las condiciones, sobre todo en lo que a ratios respecta.

Foco tras la pandemia

"No se nos tiene en consideración. No se plantean el hecho de cuidarnos a nosotras también", subraya Luzia. Y es que defiende que se juega con la parte "emocional y sentimental" de las trabajadoras: "Intentamos dar el 150 por cien porque trabajamos con personas". Pero no es algo nuevo para Luzia: "Esto viene de muy atrás, pero se ha visto más por la pandemia".

Aunque asegura que no ha pasado ningún miedo y que el coronavirus no ha entrado en su residencia destaca que empatiza con los centros en los que el "bicho" ha arrasado con la vida de decenas de mayores. "Ha tenido que ser muy, muy duro".

Y es que se siente identificada. En una ocasión, una gripe dejó tras de sí casi treinta fallecidos en solo un mes. Pero alude a que no es algo casual. "Esto demuestra las carencias del sistema privatizado de las residencias, un sistema que hay que cambiar totalmente". Y para ello, la única manera es, en palabras de Luzia, "que los poderes públicos asuman sus responsabilidades, porque estas residencias se mantienen gracias a conciertos entre ambas partes", zanja.