No hay quien pueda con Pedro Sánchez. Acaba de obtener una trascendental victoria de doble alcance en el ratonero territorio que más jirones ha costado a su credibilidad. Bajo la figura creíble de Salvador Illa ha consolidado al socialismo como proyecto de futuro en Catalunya donde el escenario electoral parecía haber entregado su suerte a la mayoría independentista. A su vez, ha agrietado de tal forma la deshilvanada unidad soberanista que les deja sin votos suficientes en este 12-M para apañar una alternativa de gobierno siquiera tapándose la nariz por sus hirientes diferencias. Doblete contundente del presidente que ha exprimido al máximo como solo él mismo ideó la estrategia que ocultaba realmente sus cinco días de reflexión. Otra vez la fundada amenaza de la (ultra)derecha catapulta al socialismo. A partir de ahora se iniciará un proceso negociador para la composición del futuro Govern que parte con la opción más probable de un tripartito de izquierda entre PSC, ERC y Comuns.
Una participación muy decepcionante (57,94%) respecto al abigarrado caudal informativo que genera sin desmayo la política catalana ha acortado las sensibles distancias que venían manteniendo las dos trincheras, con claro predominio soberanista. El sensible achique de la mancha independentista en el mapa catalán no podría entenderse sin el choque de trenes entre sus fuerzas mayoritarias y el desinfle progresivo del procès al que ha contribuido Pedro Sánchez con una audaz política del perdón, rechazada en el radar de influencia de Madrid, incluso en algunos sectores del PSOE con la boca pequeña. De hecho, el prudente candidato socialista catalán recoge el premio ciudadano a esa indudable osadía política que entraña pasar página a aquel desafío al Estado español que, con los datos en la mano de anoche, no volverá a repetirse al menos en sus formas. Hay vida para reeditar la fórmula del tripartito con la entente entre PSCE, ERC y Comuns que, en caso de apuro, siempre podrían tener el guiño prudente del PP y así arrebatar a Puigdemont su sueño definitivamente. ¿Se atreverá Sánchez a desairar al caudillo de Junts? Para hacerlo le valdría con mostrarle los resultados y la suma de voluntades de unas urnas democráticas. Pero tal vez no sería suficiente. La amenaza de la pérdida de la actual mayoría en el Congreso sobrevuela como una daga afilada. Es ahí donde la esquizofrenia se puede apoderar de las conversaciones para pasar a limpio el resultado del 12-M en un Govern.
Sin duda Illa dispone de la legitimidad suficiente para iniciar las negociaciones a la espera de las posteriores órdenes de Moncloa. En el caso de Pere Aragonès, después de semejante batacazo, simplemente queda a la espera de la bombona de oxígeno que le mantenga en pie y sortear los fervientes deseos internos encaminados a procurar su destitución, que se empezaron a escuchar incluso durante la campaña. Comuns, con otra derrota de Yolanda Díaz a distancia, sería de nuevo el invitado de piedra a un reparto de poder, al que siempre se ha mostrado dispuesto.
Noche aciaga para el independentismo. Puigdemont no ha podido ganar al PSC. Pierde gas así para plantar cara a Sánchez, aunque tampoco le importará demasiado cuando quiera apuntalar su orgullo con exigencias apremiantes. La pérdida de mayoría parlamentaria deja a este bloque sin el músculo suficiente para agitar su reivindicación y, desde luego, le reconduce irremediablemente a la vía bilateral, más allá de ese grano tan incómodo para la convivencia que representa la entrada de la xenófoba Aliança Catalana.
Para el PP queda el premio de consolación. Feijóo suspira aliviado porque sentía la presión en el gaznate pensando en las europeas. La desaparición de Cs aquel partido que en las elecciones catalanes de 2017 ganó con 37 escaños, le ha permitido una espectacular subida. Sin embargo, los populares no consiguen adecuar aquí el discurso más idóneo para convertirse en el aglutinador de un partido de centroderecha. Una Cataluña con fuerte incremento de inmigración en los últimos años no se despega del látigo de Vox. Sánchez, en cambio, planta cara a los dos y les gana.