Las elecciones catalanas venían marcada en los últimos años por coyunturas excepcionales a la hora de votar, y esta vez esta vez la jornada electoral quedó empapada de incógnitas hasta las ocho de la tarde por el caos en Cercanías, entre especulaciones sobre los motivos del caos, y las posibles consecuencias en votos, en una jornada clave, donde los nervios estaban a flor de piel. Finalmente los colegios cerraron a la hora programada, y muy poco después, en un presagio del drama que se avecinaba para Esquerra, los republicanos auguraron al inicio del recuento que la noche venía torcida.

Vaticinio cumplido

No erraban. Pronto quedó claro que no habría mayoría independentista, en tanto que Esquerra se hundía. La cuestión era si habría suma de 68 entre PSC, Esquerra y Comuns, una de las hipótesis con las que se venía especulando desde el adelanto electoral. Al final esa suma cristalizó, pero Esquerra se quitó presión de encima. 

El independentismo, hasta ahora claramente hegemónico deja de ser mayoritario, y presenta claros síntomas de declive

Según dijo Aragonès, deben ser el PSC y Junts los que articulen una mayoría. ERC se quedará en la oposición. 

Empieza la etapa de los cortejos y los vetos, con la dificultad añadida de la precampaña a las Europeas. El escenario, tal y como se vaticinaba, no iba a ser sencillo, y la dimensión del correctivo que ha sufrido Esquerra complica política y emocionalmente las cosas.

¿Cumplirá Aragonès?

La noticia, si Aragonès cumple su palabra, es que no habrá un Tripartito, pero Illa podría echar adelante un Gobierno con apoyo externo de ERC, sabiendo los republicanos que ello conducirá al retiro de Carles Puigdemont, que anunció que daría un paso al lado si no era de nuevo president. 

Es decir, la crisis en canal de ERC coincidiría con una Junts postPuigdemont y post amnistía, más conectada a lo que fue en su día el espacio de Convergència. 

Un ciudadano escoge la papeleta. E.P.

La victoria del PSC es rotunda. Son 9 escaños más que en 2021 y 6 escaños más que los que obtuvo Ciudadanos en 2017. 

El de este domingo es un triunfo de los socialistas catalanes, y de Salvador Illa en particular, con un perfil que encaja en la nueva centralidad catalana, la búsqueda de un mayor sosiego y estabilidad política. También es un éxito evidente de Pedro Sánchez, si bien tendrá que gestionar ahora las derivadas de este nuevo tablero político en el Congreso.

Se dice que hay derrotas dulces. La de Puigdemont, de familia pastelera, es una de estas. No será president a buen seguro. Pero deja el partido muy bien situado. El de Girona rubrica con 35 escaños, dos más que en 2021, sus años de lucha política en Bruselas. 

Ese bagaje tiene mérito. Pero el independentismo ha dejado de ser mayoritario, y presenta claros síntomas de declive. Su llamada a un gobierno independentista en minoría es un aviso de que buscará poner a Sánchez en dificultades, pero está por ver el recorrido que puede tener esa apuesta.

La amnistía

Lo de este domingo es un éxito de amnistiadores y amnistiados. Y ahí Esquerra no ha encontrado su sitio Que un presidente como Aragonès adelante elecciones, y pase de tener 33 escaños a 20, perdiendo 200.000 votos, es un golpe con la mano abierta, durísimo.

En el resto del tablero, cabe apuntar algunas notas, sobre los contrastes en la sociedad catalana, con una parte sensible del tablero en la derecha de Feijóo y Ayuso, y en la extrema derecha Vox con aparición de Aliança Catalana incluida. 

Vox y el PP, que sumaban 14 escaños, aglutinan 36. En contraste, los Comuns y la CUP suman 10. Feijóo puede sacar pecho, Alejando Fernández, el candidato del PPC más aún. También puede estar satisfecho el de Vox, Ignacio Garriga; Abascal coge aire. 

Adiós a Cudadanos

Mientras, Ciudadanos ha quedado volatilizado. De 36 a cero escaños en menos de 7 años. En un lustro, Ciudadanos se ha consumido como un fósforo. Ha sido un fiasco. El nacionalismo español más destemplado tiene desde hace tiempo otras opciones. 

En cualquier caso, los buenos resultados tanto de PP como de Vox quedan empañados por un hecho clave: ocurra lo que ocurra, ninguna de las dos formaciones será decisiva. Eso, sin contar con una posible repetición electoral.