Naturaleza. Deporte. Acción. Velocidad. Retos. De la mezcla de estas cinco palabras nacen las aficiones de Eva Lopez de Arroyabe. La candidata a diputada general de Álava por EH Bildu ha vivido siempre ligada al mundo agroganadero, una ocupación que, a la vez que veía crecer a sus hijos, llenaba su tiempo. Pero cuando esas obligaciones le han dejado unas pocas horas para el ocio, ha ido fijándose retos en el camino. Y también ha desarrollado esas aficiones que quedaron en un segundo plano ante las responsabilidades familiares y laborales. La bicicleta, durante años aparcada, se ha convertido en una compañera inseparable. Cuando tiene oportunidad, la carga en su furgoneta y se desplaza hacia algún punto del territorio para dar comienzo a unas rutas que, además, le han servido para descubrir los encantos de Araba.

“Me he aficionado a la bici de carretera de mayor, que mis hijos han crecido y le he quitado la vergüenza a vestirme y salir”

Cuando recuerda cómo nació esa pasión vuelve de manera inmediata a su infancia. Fue de pequeña, con la bicicleta de su primo, cuando empezó a sentir el bienestar emocional y mental que le ofrecía el deporte al aire libre. Después, las rutinas de la vida le fueron alejando cada vez más de esta afición. Pero es difícil vencer a la carencia y, precisamente por eso, acabó regresando a sus orígenes.

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“De pequeña en el pueblo un primo tenía bici y yo se la cogía, pero después me he pasado veinte años trabajando muy duro e intentando conciliar con la familia y el ocio se queda de lado”, recuerda. E incluso añade que ha ido evolucionando sus gustos en esta afición. Si bien inicialmente le encantaba la bicicleta de montaña, ahora está enganchada a las ruedas más finas y al asfalto: “Me he aficionado a la de carretera ya de mayor y cuando mis hijos han crecido le he quitado la vergüenza a vestirme y salir. Es un deporte que se adapta muy bien”. Y con esto se refiere al sinfín de posibilidades que ofrecen las carreteras, con distintas rutas donde ella puede marcarse su propio ritmo.

Aunque a toda esta pasión le pone un pero: la falta de compañía. Así, confiesa sentirse un poco sola. “Echo de menos tener compañía en mis salidas”. “Muchas veces pienso qué podría pasar si sufro un accidente estando sola en una de esas rutas... Es cierto que hay grupos de mujeres, pero no son de mi edad”. Expresiones como anda con cuidado, ten precaución o ni se te ocurra salir las ha escuchado millones de veces. “Cuando se produce un atropello te vienen con el ya ves qué te puede pasar”. Y reconoce que se ha dado cuenta de los riesgos que tiene la circulación para un ciclista cuando ha cambiado el volante por el manillar. “Hasta que no te subes a la bici no te das cuenta de todos los riesgos que existen. Cada vez estamos más concienciados y se respeta más; creo que la evolución en ese sentido ha sido positiva en los últimos años”.

Eva López de Arroyabe en Estíbaliz Pilar Barco

Una tendencia al respeto que también ha de implantarse en la ciudad, donde la bicicleta es ya un vehículo de uso masivo. “Hace poco he comprado una bici para andar por Vitoria porque me ofrece mucha libertad a la hora de moverme. Soy una conductora de coche que va en bici porque voy por la carretera y respetando los semáforos. Aunque circular por la ciudad es más complicado, los conductores cada vez se dan más cuenta de que tenemos que compartir los espacios. Todos tenemos claro que hay que fomentar la movilidad sostenible”.

Lopez de Arroyabe tiene fijados tres campos base –Vitoria, Larrea e Ilarduia– como punto de inicio y final para sus recorridos por la Llanada. “Tengo tres o cuatro subidas que son suaves y las aguanto bien; uno de mis últimos descubrimientos ha sido Okina”. Y, si no, le gusta acercarse hasta Estíbaliz, estacionar su furgoneta en el aparcamiento y lanzarse cuesta abajo tomando velocidad. Eso cuando no recorre unos cuantos kilómetros más para dedicarse a descubrir Álava. “Para mí estar en la naturaleza es como la recarga de la batería del móvil por la noche y, además, me conecta con el territorio. No le veo sentido a salir por salir, así que aprovecho para conocer zonas. Cuando pudimos salir después de la pandemia, me fui una semana de vacaciones a Trebiño y recorrí sus carreteras. Mi último descubrimiento ha sido Añana, me encantan Gaubea, Espejo, Barrio...”.

“Siempre he andado en el agua, pero tenía la espina clavada de no haber aprendido nunca a nadar bien y ahora lo he logrado”

Tanto la política como su anterior etapa en la junta directiva de la UAGA le han permitido descubrir un territorio al que ha estado siempre muy apegada y que tiene en La Leze su gran referencia. “La pandemia nos ha servido para descubrir Álava y valorar todo lo que tenemos cerca en un territorio que es muy distinto de norte a sur y de este a oeste. Tenemos llano y monte, húmedo y seco. Puedes pasar de los hayedos de Gorbeialdea a encontrarte con el paisaje de Rioja Alavesa cuando bajas por el puerto de Herrera. A mis hijos quiero enseñarles todos los tesoros que tenemos y que muchos apenas conocemos e inculcarles lo que es ser alaveses”.

En imágenes: Descubriendo a... Eva Lopez de Arroyabe Pilar Barco

Nadadora tardía

Lopez de Arroyabe se define como una cumplidora de retos a la que el cumplir años no le frena el ritmo. Cuando otras personas van aparcando sus aficiones en pos de una vida más relajada, ella va perfilando en el horizonte nuevos sueños que cumplir. Y, poco a poco, los va tachando de las tareas pendientes. “No soy de las que se quedan quietas. Llevaba años queriendo ir y al final el último 31 de diciembre subí al Gorbea. En 2022 también me monté en avioneta. Y el parapente lo tengo pendiente porque tiene que ser chulo”.

Entre esos retos que llevaban tiempo esperando de disponibilidad estaba la natación. “Siempre he andado en el agua, pero tenía la espina clavada de no haber aprendido nunca a nadar bien. De pequeña cuando estaba en Larrea no había piscina y había que coger el coche para poder ir. Después con el trabajo de la granja apenas te queda tiempo. Me lo marqué como si fuese un propósito que haces con el nuevo año y me costó casi dos años”.

Cuatro horas semanales en un centro cívico vitoriano con la satisfacción de perder el miedo a las primeras de cambio. “Fue un descubrimiento ver que era capaz de nadar. Soy bastante valiente y ya en los primeros días me di cuenta de que me tiraba a la piscina sin miedo, como si fuese un niño. Me costó dos años aprender, pero luego te quedas con una sensación muy buena y ahora no le tengo ni miedo al pantano, que antes no metía ni los pies”. Y si la bicicleta y la equipación de ciclista se han convertido en elementos fijos en su maletero, lo mismo se puede decir de la mochila en la que lleva la ropa para la piscina. Y aún quedan retos por cumplir.