La emotividad desborda los ojos de Maider Etxebarria y unas lágrimas se abren paso a través de sus mejillas. Los recuerdos de su infancia, de su familia y, sobre todo, de su padre Alberto, fallecido hace dos años, provocan que la candidata del PSE a la Alcaldía de Vitoria se emocione al empezar a hablar de los primeros años de una vida que se caracterizaron por su itinerancia, pasando por tres domicilios y cuatro centros escolares antes de independizarse rumbo a Alemania con solo 17 años.

Pero mucho antes de hacer las maletas y abrazar esa libertad temprana que ya sería suya para siempre, la calle Rioja fue su primera referencia. Durante su primer año de vida allí residieron sus padres y en el número 25 habitaban sus abuelos maternos. En su familia –con mucha raigambre en la ciudad, pues su padre fue un reputado ginecólogo y junto a su mujer fue uno de los fundadores de Axular, siendo su abuelo uno de los propietarios de la histórica gasolinera Echevarría en Portal de Castilla– los lazos siguen siendo estrechos y rememora aquellas reuniones de su infancia en el hogar en el que se celebraban Navidades y fechas señaladas. “En La Blanca nos vestían de blusas y neskas y desde el portal de mis abuelos veíamos el paseíllo”.

Su siguiente etapa vital la asocia al número 78 de la calle Florida: “Estaba al lado de la antigua plaza de toros, era una casa muy grande y de las más altas de Vitoria. Tenía unos ventanales enormes y las vistas desde el undécimo piso en el que vivíamos eran una maravilla porque alcanzabas a ver hasta el Gorbea”.

VIDEO: El recorrido vital de Maider Etxebarria en Vitoria-Gasteiz

VIDEO: El recorrido vital de Maider Etxebarria en Vitoria-Gasteiz Eneko Ugarte

Se define como una niña “risueña, dicharachera; mi madre decía que era un cascabel y esa alegría me viene de mi abuela Felisa”. Todo ello acompañado de una “faceta muy cuidadora y responsable”, a la que le gustaban más “la goma y la comba que las muñecas y las comiditas”. Y hablando de comida, recuerda también que en casa comía “lo que ponía mi madre en el plato porque éramos cuatro hermanos y eso ni se discutía”. Aunque reconoce que lo que más disfrutaba era “un filete con patatas” y que se le atragantaban las verduras que hoy adora.

Idiomas y deporte

Destaca que sus padres “eran muy modernos para la época”. “Siempre les agradeceré que, en vez de frenarme, me lanzaran a probar cosas”. Y también “amantes de los idiomas”. Por ello, eligieron la guardería Umandi para su primera etapa escolar. “Era un centro de educación muy innovador y moderno, de los primeros sitios en los que se pudo aprender euskera en Vitoria. Teníamos un maisu, que era muy poco común porque casi todo eran andereños”.

En casa le infundieron el amor al deporte, que aún hoy le acompaña en su día a día. “Era la niña que más modalidades practicaba.He jugado a baloncesto, a fútbol, llegué a estar en la selección de Álava de balonmano, tengo bastante manejo con la raqueta... Y, sobre todo, la natación en el Club Judizmendi, que eran dos horas cada día a las seis de la mañana. El deporte me ayuda mucho, me permite establecer orden en mi cabeza y descubres que no eres nada sin un buen equipo”.

Etxebarria evoca con especial ilusión las salidas al monte los fines de semana. “Bueno, en aquellos años no íbamos al monte, íbamos al campo. Salíamos a Opakua, a Urbasa... No se trataba de hacer cima, sino de dar un paseo, estar en la naturaleza y comer un bocadillo o la tortilla que llevábamos en la tartera. La típica nevera azul y blanca que usábamos entonces aún la sigo teniendo”.

Esas salidas estaban precedidas por uno de los momentos más especiales de la semana. Y el que, en sus sueños de infancia, le condujo a determinar qué quería ser de mayor: “Quería ser mamá. Mi padre, además de en Txagorritxu, trabajaba en La Esperanza y los sábados me llevaba cuando iba a visitar a las pacientes allí. Las mamás estaban en las cunas nido y, como las enfermeras me conocían, para mí era la octava maravilla estar allí con los bebés, lo que despertó mi instinto maternal. Quería ser madre y lo fui bastante joven”. Para completar esas mañanas, pasaban por la antigua sede de Axular en Sancho El Sabio, donde su madre colaboraba como dependienta de la librería. “Nos dejaban comprar los libros que quisiéramos; la lectura era una máxima en mi casa”.

El deseo de educar a sus hijos en el conocimiento de diferentes idiomas les condujo a matricular a Maider en el que aún hoy se sigue conociendo como “colegio francés”, Nazareth. En EGB, formaría una cuadrilla que hoy aún se mantiene y con las que continuó en Virgen Niña antes de pasar a Federico Baraibar. “He sido buena estudiante, pero la música se me atragantaba y con la flauta era penosa”.

En esos años descubrió la noche vitoriana. Y eso que su primera experiencia fui un tanto traumática. “Fui con unas amigas mayores y fue la primera vez que vi beber; me quedé mirándolas como si fueran extraterrestres, pero luego me gustó la fiesta. Salíamos por Cercas Bajas, pero éramos de quedarnos en la calle; no quería entrar a los bares por si estaban mis hermanos”.

Rumbo a Alemania

A los 17 años, cuando llegó el día de elegir qué quería ser de mayor, llegó la decisión que cambió su vida. Se había encaminado hacia la Medicina, pero una reflexión junto a su padre –“era muy sensible y me dijo que en ese mundo hay cosas muy duras”– le condujo hacia los idiomas y a hacer las maletas rumbo a Alemania.

“Cogimos un atlas y me dijo que señalase un punto en el mapa con los ojos cerrados. Salió Baviera y me fui a Múnich. Buscamos una familia y fui de au pair, sin saber alemán ni nada. Mi motivación era desenvolverme rápido porque hablo mucho y no tardé en coger el idioma. Fue maravilloso: con independencia, trabajaba e iba a la Universidad, estaba en el centro de Europa y viajé mucho y me sirvió para abrir mi mentalidad”, rememora.

Tres años después regresó a Vitoria, pero por poco tiempo. “En quince días hice las maletas de nuevo y decidí irme a Irlanda a aprender inglés; en tres meses ya estaba allí cascando”, rememora Maider de esta última etapa de su juventud, que dio paso a su asentamiento definitivo en Vitoria y su esperada maternidad a los 25 años.