Hay barrios en Vitoria que tienen una idiosincrasia especial. Para quienes crecieron en ellos, resulta un orgullo citar esa procedencia. Sin duda, Zaramaga es uno de los grandes emblemas de Gasteiz por su carácter obrero, mitificado por los trágicos sucesos del 3 de marzo de 1976.

Beatriz Artolazabal era una niña de apenas cinco años por aquel entonces –“la primera alavesa de la familia de mis padres”, después llegaría su hermana–, pero reivindica esos orígenes a los que regresa habitualmente para visitar a su madre y hacer compras en las mismas tiendas a las que lleva yendo toda la vida.

VIDEO: El recorrido vital de Beatriz Artolazabal en Vitoria-Gasteiz

VIDEO: El recorrido vital de Beatriz Artolazabal en Vitoria-Gasteiz Aitor Álvarez

“Es un barrio de gente obrera y luchadora, de personas con casta que llegaron a Gasteiz de muchos orígenes diferentes, como mis padres que vinieron de Gipuzkoa. EnZaramaga tenemos una marca de identidad de la que me siento muy orgullosa”, relata al tiempo que recorre las calles de su niñez y va repasando sus memorias.

Las aulas del colegio Nuestra Señora de las Mercedes acogieron la primera etapa escolar de la candidata por el PNV a la Alcaldía de Vitoria. Nada más atravesar su puerta, se para en la recepción con Rosa, con quien empieza a evocar el pasado.

“De pequeña este pasillo me parecía larguísimo, a las ventanas no llegábamos y ahí al fondo estaba la capilla”. “Me lo pasé muy bien y tengo muy buenos recuerdos. A la señorita Montse la tuvimos en parvulitos, Arantza era la directora, la señorita Elena era un modelo de pedagoga nos transmitía mucho amor y cariño, Irene Alberdi, sor Pilar nos daba Historia y había sido profesora de mi madre...”, todos nombres de mujeres en un colegio femenino. Con una única excepción, la de Prontxo Zengotitabengoa, el profesor de gimnasia que le metió en el cuerpo el gusanillo del atletismo que practicaría durante años.

18

En imágenes: El recorrido vital de Beatriz Artolazabal en Vitoria Pilar Barco

Rememora que las profesoras eran “exigentes”, lo que unido a su propia “seriedad y responsabilidad” le condujo a ser una buena estudiante.

Soy una mujer de números y todo lo relacionado con las ciencias se me daba bien. Me gustaban las Matemáticas, la Biología... BUP y COU los hice por ciencias puras, aunque la Historia también se me daba bien”. Eso sí, también desvela que había una asignatura que se le atragantaba: el Latín. “Uf, era una cosa que no. Me lo aprendí, aprobé y se acabó. Cuando salí del examen se me olvidó”.

En imágenes: El recorrido vital de Beatriz Artolazabal en Vitoria PILAR BARCO

Aunque Beatriz era más seria que su hermana, tampoco dejó de hacer alguna travesura que recuerda entre risas. La mesa de la cocina ejercía de improvisada mesa de ping-pong entre ellas. “Buscábamos cualquier cosa para ponerla de red y muchas veces teníamos la ventana abierta. Plis, plas, plos, unas cuantas veces se nos fueron las pelotas volando por la ventana”.

Eran los tiempos en los que el abastecimiento de agua no estaba siempre garantizado, sobre todo a los residentes de los pisos más altos.

Como muchos vecinos, los padres de Artolazabal llenaban la bañera por si se producían cortes en el suministro y un día a la joven se le ocurrió meterse al agua vestida y todo. “Cuando apareció la ama...”, deja caer al tiempo que rememora cómo acabó con el empapelado de las paredes del pasillo del domicilio familiar. “Mis padres estaban empapelando y me oyeron en la otra punta cantando pinta, pinta, pinta...”.

En imágenes: El recorrido vital de Beatriz Artolazabal en Vitoria PILAR BARCO

Juegos de acción

Las calles de Zaramaga asistieron también a sus juegos infantiles. “Me gustaba mucho el deporte y era de mucha acción”. Después de comer el bocadillo de “chorizo de Pamplona que era lo más de lo más”, tocaba darle al futbito, balón quemado, el encuentro, la comba o txorro, morro, piko, taio, ké, que eran los entretenimientos en la plazoleta con los chavales del barrio.

Aún conserva amigas de la infancia en Zaramaga, pero, sobre todo, las que hizo en el atletismo, deporte que compatilizaba con el ajedrez. “Entrenábamos casi todos los días y luego los fines de semana tocaba competir. En el equipo de Michelin hicimos un buen grupo y aún mantenemos el contacto”, detalla. Una de esas compañeras era Berta Arbaizar, toda una referente en el atletismo gasteiztarra y recientemente fallecida de manera prematura.

Una lágrima se asoma sin llegar a caer de los ojos de Artolazabal y su voz casi se quiebra al recordarla: “Era de mi quinta y entrenaba conmigo. Hablando con una amiga dijimos que al final solo nos acabamos juntando cuando pasan cosas malas como esta y a raíz del fallecimiento de Berta hemos decidido que nos vamos a volver a reunir al menos una vez al año. Nos servirá para recordar muchas anécdotas, pues hay gente a la que no he vuelto a ver”.

Precisamente, la afición por el atletismo y la rigidez de entrenamientos y competiciones le llevaron a retrasar sus salidas nocturnas. “La primera vez me acuerdo que ya estaba en Presentación de María, que era típico ir a The End para recaudar dinero para el viaje de estudios. El deporte y salir de fiesta no eran muy compatibles, pero cuando lo dejé como una práctica más activa era de ir a la Zapa, la Cuesta o Cercas Bajas”.

Y de esas salidas desde Zaramaga, recuerda el paso por el Parque del Norte –también el intricado tobogán que antes había en la zona– de ida y vuelta entre su domicilio y la fiesta. Eso sí, cumpliendo siempre estrictamente el horario estipulado en casa. “Si me decían que había que llegar a las dos, llegaba a las dos”.

En imágenes: El recorrido vital de Beatriz Artolazabal en Vitoria PILAR BARCO

En el paseo por su barrio –su familia regentó el batzoki y ella misma hizo muchas horas detrás de la barra–, Artolazabal va detallando cuál ha sido la historia de cada local. A muchos va todavía. La farmacia “que tiene mis años”, la zapatería a donde acude “a arreglar los tacones y que tiene mucho trabajo porque ya quedan pocos que lo hacen” o la pescadería, la carnicería de Alberto o la mercería de Lourdes, que visita con frecuencia.

“Soy de legumbres, de cuchara y también de pescado. Lo que no me gustan son las cosas gelatinosas”, relata ante de irrumpir en la peluquería Sagitarios para saludar a una de sus grandes amigas de infancia. “Loli iba conmigo a clase, a su hermana Mónica la casé cuando era concejal y Elena era un poco más mayor. Son el ejemplo de gente que ha luchado en el barrio para salir adelante”. Un casta propia del barrio obrero por excelencia de Gasteiz, el que vio crecer a Beatriz Artolazabal.