l escenario, la engalanada Casa de Juntas de Gernika, era el mismo. El principal protagonista, Iñigo Urkullu, también repetía. La escenografía, solemne y apegada a las tradiciones bajo el Árbol de Gernika, tampoco varió en exceso. Pero las férreas medidas establecidas por el coronavirus restaron ayer pompa y boato a un juramento del lehendakari protagonizado por el uso de las mascarillas y la reducida lista de parlamentarios e invitados en el interior del simbólico edificio. Restringidas las imágenes de efusividad de anteriores ocasiones y cumplida a rajatabla la distancia social, el histórico complejo se dividió en tres: la sala de juntas para los parlamentarios, y el espacio anexo de la vidriera, con dos espacios bien diferenciados, para los invitados y los periodistas.

Habitualmente, suelen ser alrededor de 300 los invitados en el juramento del lehendakari. Ayer fueron tan solo 30. De 75 parlamentarios que ocupan plaza en el Parlamento Vasco, asistieron un total de 62. La asistencia de público fuera del recinto también fue ostensiblemente menor, aunque la hubo. Y las normas establecidas se incrementaron notoriamente. Por su parte, los invitados -el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, además del delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso; la presidenta navarra, María Chivite; los tres diputados generales: Unai Rementeria (Bizkaia), Markel Olano (Gipuzkoa) y Ramiro González (Álava); los alcaldes de Bilbao, Donostia y Gasteiz, Juan Mari Aburto, Eneko Goia y Gorka Urtaran, respectivamente; el exlehendakari Patxi López; expresidentes del Parlamento Vasco como Juan Mari Atutxa, Izaskun Bilbao o Jesús Eguiguren; o los líderes de algunos de los principales partidos vascos como Andoni Ortuzar (PNV), Arnaldo Otegi (EH Bildu) o Elkarrekin Podemos (Roberto Uriarte)- se sentaron en parte de la sala de las vidriera. No obstante, la jornada dejó algunos detalles interesantes.

Y es que desde que el lehendakari Urkullu llegara pocos minutos antes de las 12.00 horas, todos los presentes estaban en sus puestos. Algunos, incluso desde una hora antes. Fue entonces cuando arrancó un solemne acto que está rodeado de tradiciones. Desde la recepción de la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui, junto a los miembros de la Mesa del Parlamento Vasco, con su presidenta, Bakartxo Tejeria, a la cabeza, el guion preestablecido se cumplió a rajatabla. Acompañado de la banda de txistularis de Bilbao, Urkullu entró al edificio. No le acompañaron los maceros, figuras habituales en estas ceremonias. Una vez dentro del complejo, y ya sentados en el estrado principal, Tejeria dio la bienvenida para ceder la palabra al secretario primero, Iñigo Iturrate, quien leyó el decreto por el que se designa lehendakari. Poco después llegó el momento más emotivo, no sin antes escuchar el himno Euzko Abendaren Erreserkia, y del preceptivo aurresku. Los dos dantzaris, de hecho, fueron los únicos que pudieron quitarse las mascarillas, aunque el tiempo justo para poder bailar.

Fuera del recinto, y ya instalado bajo el Árbol de Gernika, que fue plantado en 2015 y lucía un intenso color verde, Urkullu arrancó su juramento. El lehendakari echó mano del texto tradicional, aunque no tuvo bajo palma de su mano la Biblia, ni la cruz en el pequeño estrado instalado al efecto. Una vez cumplido su juramento, similar al que efectuó en 2012 y 2016, volvió a la Casa de Juntas. A su entrada, como es preceptivo, los presentes prorrumpieron en un largo aplauso, tanto los parlamentarios como los invitados. Para entonces llevaba en sus manos la makila, que al no haber traspaso de uno a otro lehendakari, le fue otorgada por parte de Tejeria. Su familia -su mujer Lucía Arieta-Araunabeña, acompañada de sus hijos Kerman, Malen y Karlos- seguía bien de cerca la ceremonia. No en vano tuvieron asiento en la propia sala de juntas. En esta ocasión, además, con un invitado familiar muy especial: su nieto Peru, de apenas unos meses de vida.

Tras una breve declaración, el lehendakari retornó al exterior del complejo, más concretamente frente al Viejo Árbol ante un reducido pasillo de ertzainas y con la banda de la Policía vasca -convertida en quinteto- entonando el Agur Jaunak. Allí pasó varios minutos en silencio. Entonces sonó el Gernikako Arbola, como no podía ser de otra forma. Acabada la ceremonia, se dio paso a las fotos oficiales bajo el roble gernikarra. Y a la actividad en el interior. Como, por ejemplo, la distendida charla del coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, con una nube de representantes socialistas. O el encuentro de diversos miembros del PSOE con plaza en Madrid, en el Senado y en el Congreso más concretamente, conversando con el nuevo consejero de Educación, el jeltzale Jokin Bildarratz, que abandona la capital española rumbo a Gasteiz. Unas largas charlas que también mantuvieron Ortuzar y Chivite, Iriarte e Eguiguren, Marlaska y miembros de la Ertzaintza, los tres diputados generales Rementeria, González y Olano... Aún así, se pudo cotillear más bien poco. Las mascarillas lo taparon todo.

El histórico edificio se dividió en tres: la sala de juntas para parlamentarios, y la vidriera para invitados y medios de comunicación

Las normas por el covid-19 restaron pompa y boato al acto del juramento de Urkullu, aunque no perdió ni un ápice de solemnidad