- Todas las sesiones de investidura en el Parlamento Vasco son jornadas en esencia especiales, pero la de ayer contaba con un componente añadido, una pandemia que lo condiciona todo y que también impregna de principio a fin el programa de gobierno desgranado por el ya de nuevo lehendakari. Iñigo Urkullu fue elegido, como estaba previsto, con los 31 votos del PNV (30 en realidad, por la ausencia de una parlamentaria confinada) y los 10 del PSE, frente a los 21 apoyos que recibió la candidata de EH Bildu, Maddalen Iriarte, desde su propia bancada.

Urkullu se presentó ante la nueva Cámara con una mayoría absoluta, la primera en 22 años, que le da amplio margen de maniobra y agilidad para manejar una situación marcada por el coronavirus, sí, pero que se gestionará aplicando un programa que "ni puede ni debe ser monográfico porque la pandemia no ha anulado los objetivos de país, ahora más necesarios que antes".

El candidato del PNV expresó su compromiso de evitar los recortes en los sectores públicos esenciales, recuperó el objetivo de mantener el paro por debajo del 10%, planteó la necesaria digitalización de la educación, el apoyo a la industria y la pequeña empresa y la apuesta por la sanidad, en una intervención en la que tuvo un recuerdo para las familias de los dos trabajadores fallecidos en el vertedero de Zaldibar y para las familias que han sufrido las consecuencias del covid.

Tras reivindicar la necesidad de convocar las elecciones el pasado julio, lo que en su día generó muchas críticas, llamó a una "reformulación" del autogobierno vasco, a su "modernización" sobre la base de la bilateralidad, y mantuvo de forma paralela su apuesta por el cumplimiento del Estatuto de Gernika. "Debemos construir desde la diversidad de identidades", subrayó el candidato del PNV, quien advirtió de que "vienen meses y años muy duros", y dijo estar convencido de que "vamos a salir adelante".

Para ello, PNV y PSE han confeccionado un programa con "compromisos y prioridades concretos" que ejecutará un gobierno "asentado en una visión realista y cercana de los problemas" y con la "reconstrucción" como objetivo final.

Al contrario de lo ocurrido en las anteriores dos legislaturas, el Gobierno vasco no precisa de apoyos externos para sacar adelante leyes y Presupuestos y puede marcar los ritmos, pero en todo caso tanto el lehendakari como la líder del PSE e inminente vicepresidenta segunda, Idoia Mendia, tendieron la mano para el acuerdo al resto de grupos. "La colaboración va a ser fundamental", subrayó Urkullu, pese a que la aritmética no facilita la búsqueda de pactos que en la anterior legislatura forzaron por un lado la necesidad del Gobierno, y por otro la oportunidad de visibilizar la utilidad de sus escaños por parte de la oposición.

EH Bildu y Urkullu intentaron un acercamiento hace dos años que no fructificó y dejó un poso de recelo que aún hoy perdura. De hecho, ayer el portavoz jeltzale, Joseba Egibar, vaticinaba una oposición "destructiva" por parte de los soberanistas, cuya candidata a lehendakari se mostraba dispuesta a llegar a "acuerdos de país", y hacía valer con su candidatura el carácter de alternativa que EH Bildu reivindica como primera fuerza de la oposición. Maddalen Iriarte proponía un "cambio de rumbo" en Euskadi, una "transición", una "nueva gobernanza", y negaba la dicotomía entre economía y salud para hacer frente a la pandemia.

Planteó además en lo concreto la imposición de una tasa covid a las rentas más altas para hacer frente a la crisis social que se avecina, como punta de lanza de una reforma fiscal progresista, y diversas medidas de carácter social en la línea de las expuestas en la campaña electoral. Habló de la implantación de las 35 horas semanales en el ámbito laboral, de un salario mínimo de 1.200 euros, de la ampliación de la RGI a un abanico más amplio de potenciales beneficiarios, o de una renta básica universal de 120 euros para las personas menores de 23 años.

Iriarte, por otro lado, afirmaba que la epidemia ha alimentado una tendencia "recentralizadora" del Estado y por ello, recordando que EH Bildu sigue defendiendo "la soberanía y la independencia de Euskal Herria", apostaba por alumbrar un nuevo texto en 2022 que apueste por un modelo de relación confederal con el Estado español, un "concierto político" que sea sometido a consulta.

Si Egibar prevé una oposición dura por parte de EH Bildu, en el caso de Elkarrekin Podemos-IU sus propios representantes fueron quienes la manifestaron sin dejar espacio para la interpretación. Miren Gorrotxategi pronunció un discurso amable en las formas y muy duro en el fondo, acusando al lehendakari de haber gobernado "al servicio de Confebask", y afeando por otro lado a EH Bildu que no accediera, como tampoco hizo el PSE, a conformar una mayoría alternativa de izquierdas para desalojar al PNV de la Lehendakaritza. Elkarrekin Podemos-IU se posicionaba así frente a aquellos con quienes compite en un mismo espacio ideológico.

Si en la izquierda no parece que Urkullu pueda encontrar aliados en los próximos cuatro años, en la derecha la sorpresa llegó por parte de PP+C's y de su portavoz, Carlos Iturgaiz, que tras una dura diatriba contra el PNV y el lehendakari, le tendía una mano que, al contrario que hace unos meses, no necesita.

El popular ofrecía pactos para la continuidad de los ERTE, para la reforma de Lanbide, para el apoyo a empresas o para diseñar una nueva fiscalidad, movido quizá por el segundo y reciente giro al centro de Pablo Casado o para diferenciarse del nuevo partido que se estrena en la Cámara, Vox. Ayer su representante, Amaia Martínez, lanzaba un agresivo discurso que llevó al lehendakari a calificarla como "portavoz de la estridencia".

"Euskadi está en una situación muy difícil pero con futuro, los objetivos de país son ahora más necesarios que antes"

"Tenemos un programa con compromisos concretos que ejecutará un Gobierno asentado en una visión realista"

Lehendakari