Bilbao- Pablo Simón ha publicado el libro El Príncipe moderno-Democracia, política y poder, en la editorial Debate. La gira de presentación de la obra coincidió con las elecciones andaluzas, en las que Simón fue un testigo de lujo. El politólogo y profesor de Ciencia Política analiza para DNA lo que supuso aquellos comicios, el batacazo del PSOE de Susana Díaz, la “dulce derrota del PP”, la consolidación de Ciudadanos y el auge de Vox, un partido al que no duda en calificar como formación de la extrema derecha.

En clave de la situación política actual ¿son más necesarios que nunca los politólogos?

-El interés por la política se ha duplicado desde el inicio de la crisis y hemos pasado de dos de cada diez personas a las que les interesaba mucho o bastante la política, a cuatro de cada diez. Además, en un contexto de cambio y de aparición de nuevos partidos, el interés se incrementa más y los politólogos podemos ser útiles para el debate.

El subtítulo de su libro es ‘Democracia, política y poder’. ¿Cuál es la diferencia? ¿Van de la mano?

-Son tres elementos que están promiscuamente asociados, pero que no necesariamente van de la mano. Sabemos que el poder, que es la capacidad para condicionar los actos humanos, es algo que no tiene por qué estar ligado con la política o la democracia, y somos conscientes de que en nuestras sociedades muchas veces el ejercicio del poder pasa por parámetros políticos. Hay veces que países que emergen están prescindiendo de las reglas de la democracia para tomar decisiones políticas.

En su libro afirma que Maquiavelo nunca dijo ‘el fin justifica los medios’, sin embargo los políticos se han aplicado esta máxima.

-Me parece terrible que el propio Maquiavelo, que fue el primero en decir que las reglas de la política son distintas de las reglas de la moral, tuviera muy mala prensa. Él se dedicaba a desnudar el comportamiento de los príncipes, también de la Iglesia, y eso no gustó demasiado, sobre todo a esta institución. Además, es cierto que nunca dijo que el fin justifica los medios, sino que dijo que tiene que haber un ajuste entre los fines y los medios.

Hablemos de Andalucía. ¿El origen del batacazo del PSOE dónde hay que buscarlo?, ¿en un correctivo a Pedro Sánchez, en el caso de los ERE o en los 40 años que llevan gobernando los socialistas?

-Hasta que no se tengan los datos exactos postelectorales no se pueden hacer afirmaciones con rotundidad. Lo que sí sabemos es que las izquierdas se dejaron casi 700.000 votos, unos 400.000 se dejó el PSOE, pero 300.000 se dejó Adelante Andalucía. Al final, hemos visto un giro a la derecha. Asimismo, hubo un proceso importante de desmovilización de la izquierda, ya que cayó el proceso de participación casi cinco puntos en los bastiones principales del PSOE, sobre todo en zonas rurales. Ante esto no se puede hablar de una causa única. El PSOE, desde 2008, estaba en un proceso de perdida de votos, pero capeaba el temporal porque sus rivales estaban peor. Y, por otro lado, es verdad que había un desgaste de la popularidad de Susana Díaz y de la Junta.

¿Cómo queda Susana Díaz? Tras perder la pugna interna del PSOE, ahora llega este batacazo. ¿Se ha acabado su ciclo político?

-De momento lo que está claro es que todo apunta a que el PSOE abandonará la Junta de Andalucía, lo que será un tremendo shock tras 37 años gobernando. Es verdad que ahora van a perder el poder, pero pueden volver como ha sucedido en otras comunidades.

Desde el PP se incidió en Podemos para fracturar a la izquierda y perjudicar de esa manera al PSOE y ahora el PSOE ha dado alas a Vox para fracturar a la derecha y perjudicar al PP. ¿Se han equivocado los dos grandes partidos?

-Las corrientes estructurales que mueven el mundo de Vox son más profundas que la propia mención que hacen los partidos de ellos. Es verdad que el PSOE podría estar cometiendo el error en el que cayó en su día Mitterrand, que fue hablar de la extrema derecha para dividir a la derecha tradicional. Pero esta es una lectura de corto plazo, ya que cuando la extrema derecha entra en los parlamentos, ya no solo compite con la derecha sino que con la izquierda también. El auge de Vox se explica en varias razones, no solo en una. Hay que señalar el contexto, con la división de la derecha; una polarización del tema territorial; y la propia organización a nivel local, que le permitió tener apoderados en todas las mesas. A lo largo de la campaña, el PSOE y parte de las izquierdas no fueron capaces de movilizar a los suyos. Si hubiera habido una mayor movilización de las izquierdas, la entrada de Vox en el parlamento no hubiera sido tan grande.

Desde el PP tratan de recolocar a Vox simplemente en la derecha, pero ¿el partido de Santiago Abascal es de derecha o de extrema derecha?

-Es verdad que hay que distinguir dos familias de extrema derecha, los nostálgicos post franquistas -ahí se puede situar a La Falange- y lo que llamamos nueva extrema derecha o extrema derecha radical o populista. Son partidos que se caracterizan por tres propiedades: son autoritarios en su funcionamiento interno y externo; mezclan la xenofobia con el nacionalismo; y suelen seguir estrategias populistas. Es decir, consideran que ellos representan mejor que nadie a la nación. Vox reúne estas tres características o claves de la extrema derecha: autoritario, xenófobo y populista. Además, en enero de 2017 Santiago Abascal fue a la cumbre internacional de extrema derecha donde estaban Alternativa por Alemania y el Frente Nacional, entre otros. Sin embargo, hay algunas características particulares en esta formación. Vox es más liberal en lo económico que el Frente Nacional; es mucho más reaccionario católico que lo que puede ser Alternativa por Alemania; y, además, es muy centralista, contrario a las autonomías, lo que no sucede por ejemplo con La Liga en Italia.

¿Ha sumado Vox apoyo de la clase obrera o la clase media?

-Aquí no parece haber penetrado entre el electorado de izquierda o de clase manual no cualificada. El 70 por ciento de los votantes de Vox vienen del PP, además son clase media, media-alta y donde más ha comido es en zonas conservadoras. Ahora bien, se cree que también sacó algo de la abstención. Algo pudo haber entrado por ahí. Así como el Frente Nacional francés tiene un voto obrero muy importante, en el caso de Vox no es así. De momento, esta formación no está comiendo de ese sector del electorado.

Ciudadanos acabó primero en los comicios de Catalunya, pero no hizo ni amago para intentar formar gobierno. Ahora, quedó tercero en Andalucía y reclama ese derecho. ¿Lo entiende?

-Están siguiendo una estrategia que ya lo intentó en el pasado. Quieren un pacto a tres entre los dos grandes partidos, PSOE y PP, y ellos. Es la única alternativa que tienen a corto plazo para intentar escapar del fantasma de colocarse en una posición subordinada al PP pactando con Vox. Un escenario que, sin embargo, creo que es el más probable. Además, son conscientes de que han recibido un flujo de votos que proviene del PSOE, y por lo tanto están en una posición de moverse en una y otra situación. Al final, lo importante no es quedar primero o segundo, sino ver quién tiene capacidad de sumar.

Pablo Casado, pese a la caída de escaños del PP, ¿es otro de los grandes triunfadores?

-Ha sufrido una dulce derrota, similar a lo que le sucedió al PSOE en las municipales de 2015. Entonces, los socialistas sacaron los peores resultados de su historia, pero como sumó con Podemos pudo gobernar en muchos municipios y al final lo que importa es gobernar. Y que el PP vaya a conseguir por fin el gobierno de la Junta de Andalucía, pese a ser segundo por detrás del PSOE, es todo un triunfo. Casado y el PP, con resultados más pobres, se pueden apropiar del gobierno. Pero cuidado, los partidos cometen el error de creerse a salvo cuando tocan poder y a medio plazo entran en zona de peligro. Ahora mismo, el PP tiene como rival a su izquierda a Ciudadanos y a su derecha a Vox, lo que le coloca en una posición complicada.

A nivel estatal, ¿cómo queda Sánchez? ¿Cree que habrá elecciones anticipadas o tratará de aguantar hasta el final de legislatura?

-Creo que de ninguna manera vamos a llegar a 2020. Toca la presentación de Presupuestos y a partir de ahí veremos cómo actúa el PSOE. Por un lado dirá a los independentistas: ‘si no me aprobáis los Presupuestos convoco elecciones y pueden gobernar PP, Ciudadanos y Vox’. Creo que será su leitmotiv. Pero el calendario del juicio del procés coincide con las elecciones europeas y municipales. Si convoca elecciones en marzo, la formación de gobierno le va a distorsionar la campaña de mayo y además no habría gobierno cuando la salga la sentencia del procés, que se calcula en junio. Si las hace a la vez -generales, municipales y europeas-, el PSOE perdería alguno de sus instrumentos clave. Entiendo que ellos saben que lo mejor es convocar las elecciones a la vuelta del verano, en otoño de 2019. La incógnita es saber cuánta tensión van a ser capaces de resistir hasta entonces.

Junto a lo sucedido en Andalucía, el conflicto en Catalunya sigue muy latente. Además en Euskadi de debate un nuevo estatus. ¿El problema territorial del Estado sigue abierto?

-Desde 2012 las tensiones territoriales han ido en aumento, por lo menos por lo que pasa en Catalunya, y ya veremos qué sucede en Euskadi. Con el nuevo sistema multipartidista español, sin mayorías claras, no se ve una solución. La cuestión territorial va a tener que ser tratada tarde o temprano. Lo que sucede es que estamos en un momento de mucho ruido. Tengo la percepción de que estamos en una marejada constante y sigue sin tocarse las grandes cuestiones estructurales.