as palabras que Biden más repite en sus discursos sobre política exterior son “democracia”, “liderazgo”, “un mundo libre” y “Europa”. Por ser quién es, cree firmemente en la idea del “excepcionalismo estadounidense”, es decir, que EEUU es una nación única cuyo liderazgo resulta indispensable para que el mundo sea libre, explicó a Efe el analista James Traub, periodista desde hace tres décadas y que ha conversado en numerosas ocasiones con Biden.

A pesar de ese idealismo, el líder demócrata no es alguien que se deje cegar por los ideales, y de hecho, su enfoque es “secular” y “pragmático”, avisó Traub. “Biden al final es un político -apunta Traub- y hace lo que hacen los políticos. Y eso significa que le gusta conocer a los líderes de otros países, sentarse con ellos, tener largas conversaciones para entender cuáles son sus ideas. Su naturaleza, como político, es asumir que todo el mundo tiene intereses”.

Biden también está influenciado por su extensa experiencia en política exterior: durante tres décadas se sentó en el comité de Exteriores del Senado y lo presidió en dos ocasiones, además de que como vicepresidente de Obama (2009-2017) jugó un papel crucial en la relación con Afganistán, Irak y Ucrania, entre otros países. Esa experiencia crea cierta “tensión” interna dentro de Biden, que se divide ente el idealismo del “excepcionsalismo americano” y lo que ha aprendido durante su carrera, resaltó Traub.

Biden se ha mostrado mucho más escéptico que otros demócratas en temas como intervenciones humanitarias y promoción de la democracia mediante el uso de la fuerza, una idea que sí abrazaron los neoconservadores de George W. Bush (2001-2009) con las intervenciones en Irak y Afganistán.

En opinión de Traub, si existe una “doctrina Biden”, es decir, una serie de ideas que unifican su visión del mundo, esas serían “hablar y escuchar”.

Daniel W. Drezner, profesor de Política Internacional en la Universidad de Tufts de Massachusetts, está de acuerdo; aunque él define la doctrina Biden como “restauracionismo”. Su objetivo es que Washington vuelva a ser el líder del orden internacional mundial que nació después de la Segunda Guerra Mundial y cuya espina dorsal son las democracias occidentales y la cooperación a través de organismos como la ONU y la OMC.

Con su inflamado nacionalismo, Trump ha cuestionado la vigencia de las alianzas que han sustentado durante décadas el poder geopolítico estadounidense, como la OTAN; y, a golpe de aranceles, ha fracturado el sistema de comercio internacional que contribuyó al dominio económico de Washington.

Por eso, después de cuatro años, la pregunta es: ¿es posible reconstruir ese orden internacional? ¿Volverán los aliados a confiar en Washington?

A su juicio, todo depende de si los republicanos se reconcilian con el orden liberal internacional, lo que permitiría a Washington mostrar al mundo una posición unificada.

Con la idea de restaurar el liderazgo estadounidense, Biden ha prometido que una de sus primeras medidas será convocar una Cumbre de las Democracias, esto es una reunión de las democracias del mundo para reafirmar la importancia de ese sistema de Gobierno en sí mismo, con el objetivo de contrarrestar la renovada fuerza de los líderes autoritarios.

Los ejes de esa iniciativa serían los aliados tradicionales de Washington: Corea del Sur, Japón, Australia, Nueva Zelanda y, por supuesto, Europa. Expertos como Traub consideran que la alianza con la UE es algo “más natural” para Biden; pero el profesor Michael Hunzeker, opina que un futuro Gobierno demócrata “no tendrá otra opción” que priorizar la relación con el Indo-Pacífico. EEUU ve en China a un gran competidor por la supremacía mundial y, más importante, lo percibe como un factor de riesgo, pues no sabe si Pekín quiere integrarse en el orden mundial de organizaciones internacionales y libre comercio o dinamitarlo para crear otro sistema a su medida.

Conviene no olvidar que, más allá de las “doctrinas”, los presidentes de EEUU muchas veces no eligen sus cartas, ni los conflictos con los que tienen que lidiar y la suerte -o el destino- deciden cuál será su política exterior.