En nuestra imaginación colectiva cuando tratamos el tema de las brujas nos viene a nuestra mente el prototipo de vieja, viuda, fea, pobre y come niños que tan bien representó Goya. No en vano los cuentos clásicos de una época así las describían. Pero los cuentos no dejan de ser una forma de transmisión oral de tradiciones y costumbres. Al igual que las leyendas tienen una parte de realidad, así también con el arquetipo de bruja.Ya desde la Edad Media las autoridades civiles habían desarrollado unas pautas de comportamiento social para el conjunto de la comunidad. Todo ello fundamentado, por un lado, en la alta jerarquía eclesiástica y, por el otro, en el derecho romano. Esto llevó a que se clasificara y se identificara a las personas como pertenecientes o excluidos de la sociedad cristiana. Dentro de este armazón social, el papel de la mujer se limitó al de esposa y madre perfecta, encerrada tras los muros de su hogar para no deshonrar el buen nombre de la familia.
Las "brujas" no dejaban de ser mujeres pertenecientes a una sociedad que las rechazó, las señaló y las juzgó por el quebranto de unas normas a las que no se adaptaron.
Entre las señaladas por brujería (solteras, ancianas o prostitutas), las viudas eran independientes de un tutor que las controlara; las comadronas o parteras trabajaban fuera del hogar, relacionadas con el conocimiento del cuerpo femenino y el control de natalidad. Eran retratadas comiendo o bebiendo la sangre de niños o entregándolos al demonio. Fea y vieja ya que en una sociedad en la que la mujer era considerada mero recipiente para la semilla del varón, la pérdida de la fertilidad hacía que los cuerpos de las mujeres fueran considerados corrompidos.
A pesar de que todas estas afirmaciones sean ciertas ?ya que, en los archivos hay gran cantidad de denuncias individuales a mujeres que así lo confirman?, en realidad los compendios escritos por y para "los cazadores" de brujas como El martillo de las brujas, de los inquisidores alemanes Jacob y Sprenger o El tratado sobre brujas vascas del juez francés Lancre, responden a la pregunta de por qué hay más mujeres brujas; pues brujos, haberlos los hubo.
En principio se evitaba acusar a los hombres, pero también estos autores lo dejaban claro: aquel que no creyese en la brujería era culpable; si bien las mujeres eran más fáciles de engañar por el diablo por su debilidad, su naturaleza chismosa y una lista inagotable de características negativas, al igual que Eva.
Los hombres a pesar de poder combatir mejor a Satanás, también podían ser presa del maligno. Por lo que en la caza de brujas, episodios de más o menos corto-medio plazo de histeria colectiva, también había hombres acusados. Pero ¿cuáles eran las razones que llevaron al inicio de la caza de brujas? ¿Qué es la histeria colectiva?
Para contextualizar los episodios de histeria y la razón por la que se dieron en ese momento y lugar debemos situarnos en la época. El siglo XVII es considerado como un siglo maldito en el que se fueron sucediendo una serie de catastróficas desdichas para las que la sociedad buscó chivos expiatorios, responsable de tanto mal; pareciera como si Dios hubiera abandonado a la Humanidad dejando el gobierno del mundo en manos del diablo y sus huestes.
Nos referimos a los miedos que provocaban los pecados y el juicio después de la muerte, el ambiente pesimista que caracterizó la sociedad del Barroco, y todos los desastres naturales que se asocian a la Pequeña Edad del Hielo. Desde mediados del siglo XVI y a lo largo del XVII se vivió un enfriamiento planetario de las temperaturas acompañado de erupciones volcánicas, terremotos, etc. Un siglo en el que los Estados europeos estaban inmersos en continuas guerras políticas y religiosas. Las consecuencias fueron carestías y hambrunas endémicas debido a las malas cosechas y la subida del precio de los cereales y el pan, junto a las epidemias. Con todo, ello no es extraño que el estado psicológico de las personas estuviera exacerbado en demasía.
¿Qué era lo que hacían las "brujas" para merecer la muerte? Para responder a esto vamos a tratar de los casos más conocidos y más divulgados de caza de brujas. En el siglo XVII se dieron dos focos de caza de brujas con características muy similares: el primero comenzó en diciembre de 1608, cuyo auto de fe fue en la plaza principal de Logroño en 1610 aunque todo el caso se prolongaría hasta 1614. El evento marcó el inicio de la historia negra de la inquisición española, conocido como Las brujas de ZugarramurdiEl segundo, se inició en las últimas semanas de 1691 y a pesar de ser más breve en el tiempo ?ya que finalizó en 1693? fue igual de intenso que el primero, también llamado Las brujas de Salem.
No es baladí tomar en consideración los procesos mentales de las dos comunidades que sufrieron la acusación, persecución y condena o estigma de ser brujas o brujos. Mientras que en España se vivía en el siglo XVII un clima de pesimismo generalizado por los acontecimientos que se estaban produciendo en todo el Imperio, en Nueva Inglaterra la primera generación puritana se veía a sí misma como elegida para llevar a cabo el plan divino de domar un territorio para demostrar que era el pueblo elegido y así alcanzar la salvación eterna. Pero esta nueva tierra prometida resultó ser un enemigo al que domar y someter, a la vez que defendían las fronteras contra nativos y otros colonos europeos.
La bruja realizaba un pacto con el diablo para renegar de Dios en el aquelarre y era este delito el que llevaba a la hoguera o a la horca. En diciembre de 1608 la joven María de Ximildegui, tras vivir la quema de "brujas" en el País Vasco francés, acusó a María de Jureteguía de acudir con ella al aquelarre. Las acusaciones fueron tan convincentes que la acusada tuvo que acudir al monasterio de Urdax a confesar su delito, tras ello manifestó que se sentía perseguida por las brujas que buscaban venganza. Este es el inicio de la histeria colectiva, extendiendo la llama del miedo por todo Zugarramurdi y Urdax.
Tras la primera acusación, en enero de 1609, fueron señaladas la vieja Graciela de Barrenechea, sus dos hijas, su consuegro, su yerno y el primo de este. Los vecinos de Zugarramurdi entraron en sus casas en busca de pruebas de brujería. ¿Cómo sabían que buscar? Existía todo un sistema de divulgación de las ideas cultas como las publicadas en El MartilloSe difundían desde los púlpitos, predicadores itinerantes, así como las visitas de la Inquisición que propiciaban las denuncias por herejía o blasfemia. Tras confesar y pedir perdón al pueblo, como era el proceso habitual, el caso habría finalizado, pero alguien llamó a la Inquisición.
En Salem comenzó de la misma forma las últimas semanas de diciembre de 1691. Por esas fechas unas niñas y jóvenes de Salem ?entre las que estaban la hija y sobrina del reverendo Parris? se reunieron para leerse el futuro. Estas adolescentes comenzaron a tener convulsiones y se despertaban con magulladuras. El médico de la villa, William Griggs, diagnosticó Posesión demoníaca. Se les presionó para que acusaran a las personas que las habían hechizado.
Fue así como Sarah Good, Sarah Osborne y la esclava Tituba fueron señaladas, apresadas y encerradas. A raíz de la confesión de Tituba, la comunidad hizo todo lo posible para descubrir a los poseídos y al resto de brujas. En el caso de Zugarramurdi el juez Salazar contabilizó al término de su visita 1.802 personas que gozaron del edicto de gracia; 1.384 niños (menores de 14 años) y niñas (menores de 12 años) absueltos; más de 290 personas fueron reconciliadas; 81 se retractaron; y 6 reconocieron ser reincidentes. En el auto fueron quemadas 31 personas, en total casi 2.000 acusados y más o menos 5.000 sospechosos entre Nafarroa, Araba y Gipuzkoa.
En Salem, antes de que terminaran los juicios y con las cárceles llenas, al menos 50 personas reconocieron practicar la brujería, 200 fueron acusadas y 20 ahorcadas. Y como humanos que somos ¿estamos abocados a repetir los mismos patrones que sucedieron en el XVII? Lamentablemente, el siglo XXI parece que va por el mismo camino: pandemia, guerras, cambio climático y señalamiento de personas que presuntamente no entran en los cánones sociales. l
Nacida en Vitoria-Gasteiz en 1979. Licenciada en Historia por la Universidad Pública del País Vasco. Cursa el Máster Europa y el Mundo Atlántico: Poder, cultura y sociedad en la misma facultad.