mis 22 años, he sido una de las afortunadas en vacunarme antes del llamamiento masivo a los jóvenes de mi edad. Quién iba a decir que tras la interminable cola de espera del viernes pasado para pedir cita me tocaría tan pronto... Todavía se me hace raro pensar en ello. Hace un año ni me lo imaginaba y a principios de este creía que me la pondría el año que viene o, como muy pronto, en septiembre. Ahora hasta tengo cita para la segunda dosis: 6 de agosto. ¡Toma ya!
La cita fue ayer, a las 9.38 horas, en el polideportivo Urreta, de Galdakao. Tengo que confesar que tenía miedo de que ocurriera algo en el camino y llegara tarde, así que para las 9.00 en punto ya estaba allí. Me toca guardar cola junto a adultos que están a punto de recibir su segunda dosis, que son mayoría. Y no por falta de ganas entre mis coetáneos, sino porque la mayor parte de ellos no están citados hasta la próxima semana. De hecho, el colapso de la web de Osakidetza el día en que abrieron las citas, ya desde la madrugada, tiene un significado y denota que los jóvenes estamos más que dispuestos a vacunarnos. Tenemos muchas ganas de hacerlo para poder disfrutar del tiempo libre y del verano con responsabilidad. Sí, del ocio; me viene a la cabeza el artículo La ansiedad, entre los principales efectos de la pandemia sobre la salud, publicado en el periódico La Vanguardia, que describía miedo, estrés, irritabilidad, hastío, ansiedad y cuadros depresivos como consecuencia del confinamiento.
En la puerta, DNI y gel desinfectante... Y para dentro, donde me recibe una enfermera. "¿Tienes alguna alergia?". No. "¿Estás embarazada?". Tampoco. Me quito la chaqueta, tomo asiento y guardo el documento de identidad en la cartera. Estoy acostumbrada a una cháchara ligera que te distraiga de la aguja, pero no hay nada de eso. Personalmente, tampoco me importa. El caso es que el pinchazo no duele y que la aguja, minúscula, tan pronto como viene se va. Dos segundos literales tienen la culpa.
Mientras espero los quince minutos de rigor por si la vacuna me producía algún efecto, sigo pensando en que voy a recuperar mi ocio. ¡Qué razón tiene la educadora social Tamara López! Estoy con ella. Es importante no llevar un ritmo de vida carente de ocio, "porque refresca la mente y ayuda a largo plazo a mantener la salud y tener paz mental, reduce el riesgo de tener diabetes e hipertensión, mejora la salud mental y física y la calidad de vida".
Sin ninguna reacción, me dirijo a por la segunda cita. Para muchos es un problema, pero no es mi caso. Como no tengo vacaciones hasta septiembre, no hay peligro de que me pille de viaje. Dentro de tres semanas, mismo sitio, casi a la misma hora.
Casi me pongo a saltar de la emoción cuando salgo del polideportivo. ¡Por fin estoy vacunada! Cuántas veces hemos sido señalados por generaciones adultas por querer un poco de ocio ?responsable, pero ocio al fin y al cabo?, como si este no fuera imprescindible. Contabilizamos muchos contagios, sí, pero también hemos sido los últimos en vacunarnos. ¿Quién si no nosotros se va a contagiar a estas alturas del proceso de inmunización? Una vez oí a un señor muy mayor decir que prefería morirse habiendo disfrutado, sabiendo que podía coger el covid-19, a morir confinado en una residencia sin haber hecho nada el último año de su vida. Hay a quien no le parece para tanto perder un año de vida encerrado sin disfrutar de nada. Para ese señor el ocio es sinónimo de vida. Se la da, no se la quita.
Posdata: El brazo me duele un poco, pero nada grave. Las reservas de paracetamol siguen en el bolso.