Dacca - Diálogo, este fue el mantra que repitieron ayer unos 100.000 rohinyás en el campo de refugiados de Kutupalong, en el sureste de Bangladesh, para avanzar en la repatriación, una llamada que coincide con el segundo aniversario del inicio de la ofensiva que empujó al éxodo a 738.000 miembros de esta comunidad. “Campaña para regresar a casa, hablad con nosotros”, “Hablad con nosotros sobre derechos”, “hablad con nosotros sobre ciudadanía y la etnia rohinyá”, “hablad con nosotros sobre seguridad”, rezaban las pancartas de gran tamaño que presidían la concentración.
Miles de rohinyás, muchos de ellos vestidos de blanco, abarrotaron una gran explanada y las colinas colindantes, al tiempo que lanzaban consignas con los brazos en alto mientras de fondo se veían las chozas del que se ha convertido ya en el mayor campo de refugiados del mundo, con unos 630.000 habitantes.
A pesar del fervor por el recuerdo del inicio el 25 de agosto de 2017 de la ofensiva del Ejército birmano contra su comunidad, la Policía aseguró a Efe que la concentración de “100.000 rohinyás” en Kutupalong transcurrió de forma “pacífica”.
El momento más emotivo se produjo durante el rezo final, en el que los miembros de esta minoría musulmana, muchos de ellos entre lágrimas, recordaron a las víctimas del considerado “genocidio” birmano en su hogar en Rakáin, en el oeste de Birmania. Allí, según las estimaciones más conservadoras de la ONU, unos 10.000 rohinyás fueron asesinados, incluidos mujeres y menores, al tiempo que los soldados violaban a mujeres y niñas, torturaban y quemaban aldeas enteras, en un operativo que la organización calificó de “limpieza étnica de manual” con “indicios de genocidio”.
Los rohinyás no olvidan y, por eso, exigen un diálogo con las autoridades birmanas que les de garantías si regresan. “Nos gustaría volver a casa con nuestros derechos como ciudadanos, con seguridad y a nuestra propia tierra. Queremos un diálogo con Birmania sobre nuestros derechos”, afirmó el líder rohinyá Mohammad Jubai, miembro de la Sociedad Rohinyá de Arakan para la Paz y los Derechos Humanos.
Hasta ahora, los dos intentos de iniciar el proceso de repatriación han fracasado, el último de ellos esta semana, al no presentarse ningún voluntario por la falta de garantías en Birmania.
Las autoridades bangladesíes, en presencia de representantes de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), habían entrevistado a 339 de las 1.037 familias que Birmania había aceptado repatriar, pero ninguna de ellas dio su consentimiento, a pesar de que casi todas mostraron su deseo de volver a Birmania. “Retomaremos las entrevistas mañana. Si alguno de ellos decide volver, sin ninguna duda daremos los pasos necesarios para su repatriación”, afirmó el comisionado bangladesí para la Ayuda a los Refugiados, Abul Kalam.
Sobre el “diálogo” que reclaman los rohinyás, Kalam reconoció que por ahora no tiene constancia de que una delegación birmana vaya a viajar en el futuro próximo a los campamentos para tratar las reivindicaciones con los líderes de la comunidad.
El Ministerio de Exteriores bangladesí recordó, por su parte, en un comunicado que la delegación birmana que visitó los campamentos a finales de julio había aceptado “continuar con el diálogo” con los refugiados para “encontrar soluciones lo antes posible que puedan ser aceptadas por las dos partes”.