Ya en la última década del siglo pasado feministas bien conocidas como Lidia Falcón anunciaban que la gran revolución del siglo XXI sería la lucha por la igualdad de oportunidad entre hombres y mujeres. Ciertamente que hay otras luchas sociales, otras revoluciones pendientes, otras metas por alcanzar, pero hay una lucha transversal que aún necesita alcanzar su meta de plenitud que es la que atañe a la equiparación de la mitad de la población; hombres y mujeres en igualdad de condiciones. Aquel anuncio premonitorio de aquellas líderes feministas está hoy más cercano, como se pudo ver el último 8 de marzo.

Por eso, 2018 quedará marcado como el año del feminismo; el de la revolución de las mujeres. Cuando miles de mujeres vascas y del Estado alzaron su voz junto a las de 50 países de todo el mundo; y tomaron las calles para gritar alto y claro el sentimiento de indignación que arrastraban por una sociedad patriarcal que les impide vivir en igualdad que sus congéneres masculinos.

Antes, el 21 de enero se había celebrado por segundo año consecutivo la Marcha de las Mujeres (Women’s March), que deslumbró al mundo por su poder de emplazamiento y convocatoria. Fue el pistoletazo de salida de una era nueva, donde los machistas no tienen sitio.

“2018 ha sido una gran oportunidad para que se sumen al movimiento feminista personas que no eran tan activistas y que además eran más jóvenes. Pero el movimiento había empezado ya en 2017 con el #MeToo. Creo, además, que las últimas sentencias judiciales, y, sobre todo la respuesta a la sentencia de La Manada, que fue de extraordinaria indignación, sirvió para que la gente empatizara muchísimo con el feminismo -no solo mujeres, sino también muchos hombres- y se sintieran concernidos por las decisiones judiciales”, apunta Lucía Martínez Odriozola, profesora de la UPV-EHU y experta en género.

Considera que en determinados avances logrados en este año que se escapa ya no hay vuelta atrás. Tiene la sensación de que el hecho de que en algunos sectores de hombres se muestren tan activos , “como pueden ser Vox y determinadas formas que adoptan la ultraderecha en distintos partidos europeos” son también una consecuencia de la resistencia al ver peligrar la situación de privilegio de los varones.

A su juicio, no se trata de que las mujeres accedamos a mayores derechos, sino que los hombres renuncien también a sus privilegios. “Es una combinación de ambas cosas. No se puede lograr la igualdad sin que los hombres renuncien a sus privilegios”, recalca.

En este mismo hilo conductor se expresa la politóloga y vicedecana del Colegio y de la Asociación de Periodistas del País Vasco, Amaia Goikoetxea. “Ha sido un año de inflexión, pero tampoco hay que echar cohetes al aire; hay que disfrutarlo justamente, con una cierta precaución y prudencia porque aún es muchísimo lo que tenemos que avanzar”, apunta.

a la vanguardia La politóloga vasca sostiene, porque así lo demuestran las evidencias científicas, que las reivindicaciones de la igualdad en el ámbito de las mujeres es lo que tiene más recorrido actualmente. Después de tanto esfuerzo y tantas políticas de acción positiva -además en Euskadi estamos a la vanguardia al poner en marcha herramientas a favor de la igualdad- se están viendo los resultados. Se ve claramente al comparar esta desigualdad con otras que están más olvidadas, menos trabajadas y reivindicadas. Pero no hay que quitar valor a lo que resta, porque nos queda mucho camino por recorrer”, añade Goikoetxea, quien fue la primera responsable de comunicación del Instituto Vasco de la Mujer.

Goikoetxea opina, al igual que otras expertas en género, que los logros alcanzados son más formales que reales, porque los usos y costumbres machistas -la desigualdad y la discriminación- están tan arraigadas en nuestra sociedad -tanto en hombres como en mujeres-, que derrumbarlos es dificilísimo.

Para la vicedecana del Colegio de Periodistas vascos, lo ocurrido en 2018, la revolución de las mujeres, la única pacífica, hay que disfrutarla, “pero no hay que quedarse mirando el dedo, sino al horizonte porque el objetivo es la no desigualdad. Nos queda mucho trecho”. Porque, al igual que opina la profesora de la UPV-EHU, se trata de un tema de ceder el poder “Eso costará y será un proceso doloroso”, dice.

Por su parte, la politóloga introduce otro aspecto nada baladí. A su juicio, las mujeres tenemos otra pelea a la hora de acceder a los puestos que nos corresponde; “debemos de hacerlo de otra manera distinta a los varones. No sirve que repitamos moldes y errores y que seamos mas duras”, dice por experiencia, ya que ha trabajado en distintos entornos, tanto masculinizados como feminizados. “Las mujeres tenemos que tener la oportunidad de equivocarnos en puestos de responsabilidad, pero haciendo las cosas con otra perspectiva, con otro talante y con otra actitud. Por ejemplo, no poder imitar el proceder de Margaret Tatcher que era el de un hombre con faldas”.

Insiste en señalar que a los hombres les costará ceder sus privilegios, “porque son siglos y siglos de historia incrustados en nuestro ADN. Las mujeres somos madres, cuidadoras, tenemos una sensibilidad especial; somos generadoras de vida, de esperanza y se tiene que notar en todo lo que hacemos”, remata.

Sobre la sentencia de La Manada apunta que no la separaría de otras horrorosas que están ocurriendo, “y que estamos tragando a pesar de ser vergonzosas. El sistema judicial está a unos niveles de desprestigio y de falta de credibilidad tremendos. Es inaudito pero lo consentimos todo”.