“Todos los presos de ETA tienen derecho a una segunda oportunidad, incluso los que asesinaron a Juan Mari”
Maixabel y María representan dos generaciones en la historia de la violencia de ETA, que las ha golpeado donde más duele. Aún así en su mirada al futuro no hay odio, ni siquiera hacia los asesinos de su marido y padre.
Lasarte - “Una segunda oportunidad”, tanto a los asesinos de su padre como al resto de presos de ETA. Es la frase que más resuena en la familia de Maixabel Lasa y María Jauregi, esposa e hija de Juan Mari Jauregi, exgobernador civil de Gipuzkoa asesinado por la banda hace dieciocho años. No es un mantra ni un eslogan de cara a la galería. Es un convencimiento profundo y arraigado en el seno del hogar de los Jauregi-Lasa que no ha podido ser quebrado por los golpes de la violencia de la banda y de otros grupos que han practicado la guerra sucia en Euskadi. Entienden y respetan que algunas víctimas no entiendan su mirada de las cosas, pero reclaman para sí el mismo respeto. Esa mirada les permite afrontar la vida sin odio ni rencor y poder rehacer su vida no como víctimas sino como Maixabel y María.
Ya con ETA disuelta, ¿en casa siguen hablando de este tema?
MAIXABEL LASA: De ETA precisamente no hablamos (risas cómplices), no ha sido nuestro tema favorito, pero sí hemos hablado y hablamos de la situación política, aunque no específicamente de ETA. Más que de ETA hablamos mucho de aita
¿Cómo se les cuenta una cosa así a hijos y nietos?
MARÍA JAUREGI: No me lo he planteado todavía cómo decírselo, aún son unos niños.
M. L.: Ya habrá tiempo de explicárselo. Por supuesto, habrá que explicarles lo que ocurrió, como sucedió, con la mayor naturalidad del mundo, sin buscar nada en lo que incidir...
M. J: ? y decirles que no vuelva a pasar nada así. Ese es el mensaje, que no tiene que volver a pasar.
¿Y dónde queda el rencor en toda esa transmisión?
M. J.: (dirigiéndose a Maixabel): ¿Rencor? Nunca lo ha habido.
Es difícil de creer que no pueda haber algo de rencor o incluso odio.
M. J.: Puede ser, pero nunca lo ha habido, ni por parte de ama ni por mi parte. En casa siempre nos hemos guiado por los valores de los derechos humanos, da lo mismo quién sea. Lo que nos ha pasado a nosotros está mal, pero no se lo voy a desear a otras personas. Es lo que he vivido en casa y lo sigo manteniendo.
M. L.: Al principio tienes rabia e impotencia, pero con el tiempo intentas seguir viviendo y darnos una oportunidad a nosotras mismas para salir adelante. A mí me costó muchísimo, fue muy duro, pero odio y rencor no hemos tenido nunca. Impotencia sí, sobre todo al principio, rabia de no entender por qué. Un hombre como Juan Mari, que clarificó los atentados de Lasa y Zabala... pero ni siquiera así el mundo de la izquierda abertzale le perdonó.
La conversación deriva hacia la biografía política de Juan Mari Jauregi y su batalla contra la guerra sucia que, en tiempos de Felipe González práctico el Gobierno español a través del GAL. El terrorismo de Estado se cobró la vida de una treintena de personas, la mayoría de los círculos de ETA y la izquierda abertzale, aunque no todos. El más sonado fue el secuestro, tortura y asesinato de Joxan Lasa y Josi Zabala, presuntos miembros de ETA refugiados en Iparralde. El juicio por el caso sentó en el banquillo de los acusados al general Galindo y varios guardias civiles más a su mando. La evidencia de los hechos fue tal que no pudieron evitar una sentencia de culpabilidad y de ingreso a prisión, aunque bastante más moderadas que en otros casos. Jauregi declaró como testigo en la Audiencia Nacional y su testimonio no gustó al temido Galindo. Maixabel recuerda la conversación que mantuvo esa noche con Juan Mari a su regreso de Madrid. Tras ver la mirada que le dirigió Galindo en la sala de juicio me dijo: “Maixabel, no sé quién me va a matar, ETA o Galindo”.
María retoma el asunto del odio para apuntalar sus convicciones. Recuerda los tiempos en los que estudiaba Ciencias Medioambientales en la Universidad de Huelva.
M. J.: Más de una vez, hablando de estos temas con compañeros de clase o la gente de allí y comentando un atentado, algunos abogaban por pagarles a los asesinos con la misma moneda. Cuando yo les replicaba que matando a los asesinos te pones a su altura y que las cosas no se solucionan así, con odio, me espetaban que me estaba poniendo de su parte: “Díselo a las víctimas”, me decían. Cuando les contaba lo que hicieron con aita, se quedaban callaos e incluso me pedían perdón. Yo les decía que no me tenían que pedir perdón, que es su forma de pensar, como yo tengo la mía. Si todos nos guiásemos por el odio y el ojo por ojo, ¿cómo terminaría todo?
M. L.: El odio no te deja vivir y he procurado no trasmitírselo a María ni tampoco a los nietos.
M. J.: Nunca me lo habéis transmitido, ni antes de que mataran a aita, ni después.
Una vez de que ETA ha echado la persiana abajo, ¿queda algo por resolver en torno a la violencia en Euskadi?
M. L.: La situación no va a cambiar demasiado, pero creo que todavía a la izquierda abertzale le queda mucho camino por recorrer en cuanto a la autocrítica sobre la violencia. Hace unos días estuve en Errenteria en el homenaje al guardia civil Cedillo que fue asesinado hace años por ETA. El homenaje fue organizado por el alcalde de Bildu, Julen Mendoza. Es una cara de la moneda. La familia del agente marchó de Euskadi y ahora su hijo ha vuelto al lugar donde le mataron a su padre. Pero ese mismo día las juventudes de la izquierda abertzale Jarrai-Ernai volvieron a alentar todo eso que ha pasado durante décadas. Entiendo que la izquierda abertzale tiene problemas internos sobre este tema, hay unos más radicales y otros más suaves. En general, no me parece sincero lo que están haciendo, porque afirman una cosa pero luego siguen haciendo homenajes y bienvenidas a presos de ETA que salen de la cárcel.
M. J.: Lo que está haciendo Julen Mendoza es el camino a seguir, un ejemplo para todos. Siempre nos centramos en lo que hace o deja de hacer la izquierda abertzale y hay que pedirles cuentas. Pero también hay otros que tienen deberes pendientes si queremos avanzar en la convivencia. Me refiero al terrorismo de Estado, de los GAL y otros grupos de extrema derecha? eso también es terrorismo, además utilizando para ello herramientas democráticas. Nadie ha pedido perdón por ello.
M. L.: Yo comparto eso.
M. J.: El Gobierno debería pedir perdón y más aún ahora con el Gobierno socialista en el poder, ya que fue otro Gobierno socialista (el de Felipe González) el que estuvo en el poder cuando lo de los GAL. Este Gobierno debería aprovechar su situación para pedir perdón por aquello.
M. L.: Yo tenía esperanzas y pensaba que, del mismo modo que a Ibarretxe le exigíamos una autocrítica y un perdón por el abandono a las víctimas de ETA (“y lo pidió”, recuerda María) y aquello tuvo un resultado positivo, Patxi López tuvo la oportunidad de contribuir a que su partido diera ese paso sobre la responsabilidad del PSOE en los GAL y otros abusos policiales. Pudo haber dicho que no todo lo que hicimos estuvo bien y entonar un mea culpa en algunas cosas. No era necesario que se hubiera flagelado?
M. J.: Hay que reconocer todas las cosas. Lo mismo que no están bien los recibimientos a los presos, tampoco estuvo bien que Felipe González se plantara frente a la puerta de la cárcel de Salamanca para despedir a Barrionuevo y Vera, encarcelados por su implicación en el secuestro y asesinato de Lasa y Zabala.
M. L.: Pasé mucha vergüenza aquel día. Barrionuevo y Vera fueron condenados por la Justicia y se les hizo una despedida?
¿Qué les parece que se lleve a las aulas de las escuelas los testimonios de las víctimas?
M. J.: La educación es importante y creo que se está trabajando bien. Algunas experiencias han sido bien valoradas por los alumnos.
M. L.: De lo que se trata es de la deslegitimación del uso de la violencia y la defensa de los derechos humanos, y la empatía. Son valores éticos que hay que trasmitir a los jóvenes para que no vuelva a ocurrir.
¿Hay que hablar de todas las víctimas o solo de las de ETA?
M. L.: Glencree es la semilla que pusimos y ahora se está llevando a cabo en muchos municipios donde hay foros de paz y convivencia.
M. J.: El contexto actual ayuda a mantener conversaciones, antes era tabú.
Maixabel Lasa fue la primera directora de la Oficina de Atención a las víctimas del terrorismo que echó a andar en 2002 con Juan José Ibarretxe como lehendakari. Permaneció una década al frente de este comisionado y desde esta atalaya participó, ya con el lehendakari Patxi López, en los trabajos previos de preparación de la conocida como vía Nanclares, que catapultó a los presos disidentes de ETA hacia posiciones de autocrítica, de desmarque de la banda y la violencia y de reconocimiento del injusto dolor causado a sus víctimas. En este interín, -Maixabel tuvo ocasión de conocer en persona a dos de los tres integrantes del comando que asesinó a su marido: Luis Mari Carrasco e Ibon Etxezarreta. Con ambos ha mantenido -y mantiene- contacto y conversación coincidiendo con algún permiso de salida de cárcel. El tercer etarra, Patxi Makazaga, el que disparó a Juan Mari, no se acogió a la vía Nanclares ni ha dado señales de arrepentirse de lo que hizo. También sigue en la cárcel.
M. L.: Yo a los dos que participaron en el asesinato con los que he podido estar les dije que prefiero ser la viuda de Juan Mari a ser la madre de cualquiera de ellos. Lo peor que le puede pasar a una madre o a un padre no es que le maten a su hijo o hija sino que sepa que su hija o hijo haya matado a una persona. Los presos que han hecho un recorrido personal de reconocimiento del daño causado y han hecho autocrítica deberían de tener apoyo de las instituciones para que una vez salgan de la cárcel puedan acceder a un trabajo, porque la reinserción no puede producirse si una vez en la calle no se les ofrece un trabajo.
Hay quien no lo entiende y piensa que usted está bajo el síndrome de Estocolmo.
M. L.: Soy consciente de ello. Cuando nos involucramos en esto fue por voluntad propia. Se nos dijo desde el principio que en cualquier momento del proceso podríamos abandonarlo. Respeto a todas las víctimas que puedan pensar así. Solo pido que me respeten a mí. No soy ni mejor ni peor que nadie, lo hago por convencimiento propio, porque en mi fuero interno siempre he pensado que todo el mundo tiene derecho a la segunda oportunidad, hagan lo que hagan, también los que mataron a Juan Mari.
Y usted María, ¿entiende que su madre hable con los asesinos de su padre?
M. J.: Sí, ya lo ha dicho ella, hay que darles una segunda oportunidad. Además son personas que han hecho su reflexión, su forma de ver las cosas ha cambiado. Y ese tipo de reflexiones ayudan mucho a la convivencia.
M. L.: Estoy convencida de que las reflexiones de estas personas serían de gran valor para los jóvenes en las aulas, contarles cómo y por qué entraron en ETA, lo que hicieron y lo que supuso la reflexión posterior.
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