La próxima vez que tenga delante el frutero de su cocina, fíjese bien en las naranjas y en los limones. ¿Se imagina que pudiera exprimirlos hasta convertirlos en petróleo y extraer de ellos la energía suficiente para abastecer su propio hogar? O incluso vaya un paso más allá: imagine que tiene tantas cáscaras de naranja en el cubo de la basura que incluso podría sacarse un dinerito vendiendo a terceros petróleo con olor a naranja. Pues en eso está trabajando un equipo de la Universidad del País Vasco (UPV), el Catalytic Processes & Waste Valorization (PCWV) que lidera Martin Olazar. Literalmente convierten las cáscaras de naranja en petróleo.

Olazar es doctor en Ingeniería Química y catedrático del Departamento de Ingeniería Química de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV y cuenta con un equipo de 50 personas entre docentes e investigadores. “El grupo se dedica a la valorización, entendiéndola como las vías para el aprovechamiento de los residuos”, explica el investigador, “lo ideal es reutilizarlos de nuevo, pero eso muchas veces no es posible”. Por eso su equipo busca otra serie de caminos para encontrarles una salida a los deshechos. “A veces no es algo directo, sino que hay que realizar con ellos una serie de procesos, a veces catalíticos. Y este grupo se dedica al estudio de procedimientos para volver a utilizar residuos mediante diferentes procesos químicos”, aclara Martin Olazar.

Hace tiempo que trabajan en la valorización de residuos como biomasa, árboles, hojas, ramas o restos de comida. En definitiva, “de todo lo que se degrada”. El año pasado en el campus de Leioa contaron con un profesor de una universidad de Brasil que tenía conexión con una serie de empresas de aquel país. “Sabía que nosotros habíamos trabajado la revalorización de residuos de biomasa y nos propuso que revalorizáramos este residuo en particular”, relata Martin Olazar. Así pues, el CPWV se puso manos a la obra y trabajó en cómo convertir los restos de cítricos, como naranjas y limones, en bioóleo.

¿Qué es el bioóleo? “Es petróleo biológico”, explica Olazar, “el petróleo normal que todos conocemos se produce porque los restos vegetales han estado millones de años debajo de la tierra a una presión y temperaturas elevadas. Esa biomasa se convierte en petróleo”. Pero los pupilos de Martin Olazar no disponen de millones de años para convertir naranjas en petróleo. “Nosotros ese proceso lo hacemos en milisegundos”, presume el científico, “y se produce otro líquido que no es de la calidad del petróleo convencional, aunque dentro del petróleo natural también hay muchas calidades”. Pero entre los bioóleos también hay calidades y ahí los cítricos son los reyes: “Si la materia prima es de buena calidad, como es el caso de los restos de cítricos, el líquido resultante también es de mejor calidad”.

Este bioóleo, en principio, podría servir para sustituir a la gasolina y otros derivados del petróleo, pero, al igual que al petróleo, habría que someterlo a diferentes procesos. “Las refinerías podrían procesarlo sin ningún problema”, apunta Martin Olazar, “el problema es que las refinerías han sido fabricadas llave en mano y una persona de estas, por mucho que les lleves algo nuevo de la mejor calidad del mundo, no quiere saber nada”. El catedrático lamenta lo impermeables que son las refinerías a nuevos productos: “Ni saben cómo hay que cambiar el proceso. Es una caja cerrada que les han dado unos señores, que funciona y que no quieren tocar”.

El equipo de la UPV ha diseñado un proceso que puede ser una gran oportunidad para los productores de zumo. “Las naranjas las exprimen y les quitan el agua, se quedan con la cáscara y la pulpa, que son los residuos”, expone Martin Olazar, “en Brasil producen al año diez millones de toneladas, justo la cantidad anual de petróleo que Petronor compra al año para procesar. Si todos los residuos de Brasil se procesaran así, se suministraría a Petronor de manera anual”.

El primer paso del proceso es deshidratar los restos de los cítricos y, después, hay que someterlo a un proceso dentro de un novedoso reactor que el CPWV ha patentado: “Para producir el bioóleo hay que poner en contacto esa materia prima y distribuirla homogéneamente. Para ello hace falta arena. La arena gruesa da problemas, porque rompe el reactor, y hace falta arena más fina, por lo que el proceso es más suave. Pero teníamos el problema de que la arena se escapaba. Hemos hecho unas modificaciones y lo que hemos patentado es ese reactor”.

Si una planta de zumos convirtiese todos sus residuos en bioóleo, tendría mucho más de lo que necesita para hacer funcionar a la propia planta. “Con la décima parte de lo que produce ya estaría servida”, confirma Olazar, “y ahora estamos trabajando en ese proceso de ver qué hacer con ese excedente. Si las refinerías no lo quieren aceptar, ¿qué hacemos con él?”.

Esa es la interrogante a la que el equipo de Martin Olazar quiere dar respuesta ahora. Hace pocos días recibieron la visita de un chileno que “está entusiasmado con esto” y que está estudiando la manera de crear alguna planta con la que realizar este proceso a gran escala. “Hay que encontrar unos locos que quieran hacer avanzar la idea, si no, se queda muerto”, lamenta el investigador, “hay que encontrar a alguien que ponga el dinero, que esté convencido...”. Por si acaso, por si nadie se atreve a explotar el avance cosechado por el CPWV, los chicos de Martin Olazar siguen con sus investigaciones: “A ese líquido, si no lo aceptan en las refinerías, hay que buscarle otra salida. Por ejemplo, utilizarlo para producir hidrógeno. Igual luego queda ahí, pero nosotros seguimos avanzando”. Lo importante es hacer algo con ese oro negro extraído de las naranjas.