Moscú - El boicot opositor de las elecciones presidenciales del 18 de marzo de 2018 amenaza con estropear la reelección del actual presidente ruso, Vladímir Putin, que se ha quedado sin rivales con la inhabilitación del líder de la oposición, Alexéi Navalni. “Sin lugar a dudas, los llamamientos al boicot deben ser objeto de un estudio muy escrupuloso sobre si están en consonancia o en contradicción con la legislación vigente”, señaló ayer a la prensa el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov.

Peskov se refería al llamamiento realizado el lunes por Navalni después de que la Comisión Electoral Central (CEC) se negara a inscribir su candidatura por tener antecedentes penales, ya que fue condenado en febrero pasado por apropiación indebida. Navalni no se limitó a llamar al boicot, sino que anunció una “huelga de votantes”, sean o no partidarios de su candidatura, aduciendo que no pueden ser democráticas unas elecciones en las que Putin ha elegido a dedo a cada uno de sus contrincantes. Además, advirtió de que la decisión de la CEC marginará a millones de votantes, que no sólo no acudirán a las urnas, sino que no reconocerán ni los resultados ni a las autoridades resultantes.

Esto ha sentado muy mal al Kremlin, consciente de que lo que está en juego el 18 de marzo no es el resultado, ya que Putin cuenta con una intención de voto de más del 80%, sino la legitimidad de la votación. En las últimas elecciones legislativas, la participación ya fue del 47,7% y en Moscú y San Petersburgo ni siquiera llegó a un tercio del electorado, lo que ensombreció la victoria del vilipendiado partido del Kremlin, Rusia Unida.

Según el Centro Levada, el interés de los rusos en las elecciones es “el más bajo de la historia”, debido a varios factores, desde “la falta de intriga” a la conclusión de que “los oponentes y críticos del régimen no tienen autorización para participar en los comicios”. En opinión del director de ese centro demoscópico, Lev Gudkov, acudirán a votar exclusivamente los electores fieles a Putin y aquellos que dependen del Estado.

Los descontentos no votarán, ya que consideran que Rusia ha entrado en una fase de “estancamiento, degradación y caída de ingresos”, a lo que se suma el fin de la fiebre patriótica que siguió al retorno de Crimea y el hartazgo con el permanente antagonismo con Occidente. Esto permitirá a Putin ganar con un 75% de los votos, una victoria histórica, pero no le garantizará la legitimidad que persigue el Kremlin.

Ausencia de oposición Como era de esperar, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa (IOR), Kiril, se opuso ayer al boicot y llamó al clero y a los creyentes a participar en las elecciones presidenciales, aunque no llegó al extremo de pedir el voto para Putin. Sin duda, no ha contribuido a animar a los rusos a votar la decisión de la CEC de dejar fuera de la carrera electoral a Navalni, el único político que puede hacer sombra a Putin, lo que ha sido duramente criticado en Occidente. La alta representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Federica Mogherini, afirmó ayer que el veto a Navalni arroja “serias dudas” sobre el “pluralismo político” y la celebración de unos comicios “democráticos” en Rusia.

“Los cargos políticamente motivados no deberían utilizarse contra la participación política. Esperamos que las autoridades rusas garanticen la igualdad de condiciones, incluyendo en las elecciones presidenciales”, señaló. Con todo, el portavoz del Kremlin negó que la ausencia de Navalni pueda restar legitimidad a las presidenciales rusas, que han sido retrasadas una semana para hacerlas coincidir con el cuarto aniversario de la anexión de Crimea. “No hay duda de que la ausencia de uno de los aspirantes a ser candidato debido a que no se lo permite la legislación no puede influir de ninguna manera en la legitimidad de las elecciones”, señaló.

En contraste, la periodista rusa Ksenia Sobchak no tuvo dificultades para ser inscrita como candidata a la Presidencia, por lo que hoy podrá comenzar a recabar las 100.000 firmas necesarias e iniciar la campaña. Sobchak, hija del antiguo alcalde de San Petersburgo, Anatoli Sobchak, padrino político del actual jefe del Kremlin, tachó ayer de “lamentable injusticia” la decisión de la CEC de vetar a Navalni, pero consideró un error su llamamiento al boicot.

Putin, que ha recibido ya el respaldo de tres partidos -Rusia Unida, el socialdemócrata Rusia Justa y los verdes-, fue nominado oficialmente ayer por una iniciativa popular, por lo que ahora tendrá que recabar 300.000 firmas al presentarse como candidato independiente.