el otro día venía en el bus con una querida amiga hablando y, como es normal en estas fechas, coincidimos en nuestra intención de ir a la Azoka de Durango el próximo fin de semana. Ya en la universidad (hace unos mil y pico años) no me perdía un acontecimiento que entonces tenía mucho de militancia.

Mañana celebramos el día del euskera, de nuestra lengua, sin la que el pueblo vasco perdería su identidad, pues, como decían en el Parlamento Vasco en una Declaración Institucional en 2010: “El euskera es patrimonio de la sociedad vasca y es, esencialmente, un elemento inseparable de su historia y su cultura”. Como todas las demás lenguas del mundo, es también patrimonio de la humanidad y, tal como sigue diciendo nuestra Cámara de Gasteiz, “ese plurilingüismo puede ejercer una influencia favorable en nuestra convivencia democrática y cohesión social”.

Lo bueno es que, en esto del euskera, las cosas han mejorado, pero, lamentablemente, no tanto como podría esperarse de las altas inversiones dinerarias y de esfuerzo personal que han hecho el Gobierno Vasco, otras instituciones y muchas personas generosas y de buena voluntad. ¿De quién es la responsabilidad? Imagino que de todos y cada uno de nosotros y nosotras. También de quienes no hablan euskera y, sobre todo, de quienes siguen viendo en la lengua un elemento peligroso para sus intereses que siempre coinciden con un objetivo uniformizador en torno al castellano o al francés.

Lamentablemente, entienden nuestra capacidad bilingüe como una agresión. Esto me trae el recuerdo de numerosos debates parlamentarios en Navarra en los que quienes solamente hablaban una -la del imperio, claro está- nos acusaban de utilizar el precioso tesoro del euskera, cuando realmente no ha sido así. Nos fue legada y debemos, no sólo preservarla, sino fortalecerla.

En ese sentido, resulta interesante la iniciativa Euskeraldia que, durante once días de 23 de noviembre a tres de diciembre de 2018, pretende cambiar nuestros hábitos lingüísticos para promover el uso del euskera en nuestras relaciones sociales. ¡Bienvenidas sean iniciativas que nos recuerden el orgullo y la necesidad de hablar la lengua del pueblo vasco!

Lo pondremos en la agenda del año que viene.

Y aunque la lengua es un tema fundamental, aprovecho, también, para hablar de otros asuntos que me han llamado la atención. Por ejemplo, el juicio a ‘la Manada’ que está ya visto para sentencia. Esperamos que se haga justicia y que no salgan de rositas quienes, tal como ha dicho la Fiscalía, “la víctima es creíble objetivamente” y por eso mantiene su petición de 22 años y 10 meses de prisión para esos cinco miserables.

Otra cuestión llamativa es la intención del Ministerio español de Medio Ambiente de decidir sobre San Juan de Gaztelugatxe. Al parecer, pretenden desde Madrid prohibir las bodas allí; imagino que la siguiente será su usufructo cuando resulta que siempre lo han mantenido personas voluntarias de Bermeo, por convencimiento religioso y desinteresado. ¡Vaya cara utilizar el argumento de la Ley de Costas para intentar cargarse los derechos municipales e, incluso, de la Iglesia Católica!

Termino recordando que mañana, no casualmente, es también el Día de Navarra y de Francisco de Jaso y Azpilikueta (San Francisco Javier), perteneciente a una familia que se resistió a la conquista militar del Reino. Y traigo a colación sus palabras para animarnos a buscar el mejor futuro para este pueblo nuestro: Aunque nadie ha podido regresar y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede volver a comenzar y hacer un nuevo final.