el inicio de cada nuevo ciclo político es buen momento para realizar proyecciones y prospecciones acerca de ámbitos de preocupación social y política con el fin de diseñar a partir de las mismas futuras iniciativas parlamentarias o del ejecutivo. Entre todas ellas hay una especialmente preocupante y que supera el ámbito temporal de los cuatro años del nuevo Parlamento y del nuevo Gobierno Vasco que ahora inicia su andadura, un reto estructural que como sociedad debemos afrontar sin pausa ni descanso y sobre el que ya se elaboraron y pusieron en marcha algunas iniciativas en la anterior legislatura que ahora han de ser reforzadas y profundizadas.

No estamos ante un mero problema puntual o coyuntural ni de una especie de guadiana mediático que emerja o desaparezca en razón de modas políticas: se trata del factor derivado de nuestra menguante población vasca y de la evidencia de que si no acometemos una actuación catártica las proyecciones demográficas ofrecen un panorama realmente preocupante ya para 2026, unos datos negativos (de mantenerse la tendencia actual se calcula estadísticamente que la población vasca disminuirá en más de 100.000 personas para ese año) que tendrán enorme incidencia en nuestra organización y valores como sociedad, con directa repercusión también en nuestra capacidad industrial, en nuestra competitividad como sociedad y en el difícil mantenimiento de un necesario equilibrio intergeneracional.

A medio plazo se agudizará aún más el envejecimiento poblacional y la bajísima natalidad debe tratar de ser corregida mediante auténticas políticas que posibiliten que esta opción personal, familiar, la de ser padres y madres, se vea incentivada de verdad, amparada y protegida para todos los modelos de familia que conviven en nuestra sociedad vasca. Somos un país pequeño en territorio y en población, pero ésta muy negativa y preocupante perspectiva demográfica va a agudizar esta visión: nos va a hacer, si no lo corregimos a tiempo, verdaderamente pequeños.

Además de lograr incentivar el incremento de la natalidad debemos hacer un esfuerzo adicional para lograr hacer retornar todo el talento vasco expatriado por el mundo, todos nuestros jóvenes que han de ser no ya solo cantera sino auténtica realidad para nuestras empresas y nuestras administraciones públicas, que necesita relevo y nuevos bríos de la mano de aquellas personas que formadas en nuestro sistema educativo han salido fuera de Euskadi para abrirse camino: hemos de lograr ser atractivos para todos nuestros jóvenes y conseguir que retornen para liderar nuestra actividad industrial, para garantizar entre los que ya están aquí y los que han de llegar relevos de calidad en el sistema educativo, en el sanitario, en servicios sociales y en nuestras industrias.

Este capital humano es nuestro principal recurso natural, el que ha de permitir consolidar nuestros retos como sociedad y como país en este siglo XXI. Y necesitamos además poder acometer competencialmente una política migratoria propia para acoger, integrar y hacer partícipes de nuestra sociedad a inmigrantes que integren nuestra mano de obra formando parte activa del pulso social vasco.

Ha de lograrse un pacto, un gran acuerdo sin fisuras entre todas las formaciones políticas vascas, entre todo el entramado institucional vasco, entre sindicatos y empresarios, una concordia integral que reciba aportaciones plurales y plantee una solución para un problema que no ha de dar ni quitar réditos electorales a nadie, porque solucionar este grave problema de nuestro envejecimiento poblacional supera el contorno temporal de una legislatura y su superación debe ser fruto de un auténtico auzolan institucional y privado.

El reto es presente y sobre él hemos de construir nuestro futuro como sociedad vasca. Hay que incluir medidas que de verdad faciliten la maternidad. Recuperar la natalidad requiere innovar y superar la precariedad laboral, porque es claro que la inestabilidad laboral y económica es un freno que genera fenómenos encadenados: muchas mujeres retrasan la maternidad a la espera de mejores condiciones que tardan en llegar y todo ello conduce finalmente a tasas de fecundidad muy bajas, insuficientes para invertir esta tendencia de bajísima natalidad. Más que nunca, hoy resulta obligado y urgente comenzar a aplicar una verdadera política de apoyo a la maternidad en Euskadi, nos va mucho en ello: nuestro futuro colectivo como sociedad.