madrid - Mariano Rajoy es ya presidente el Gobierno de España con plenas funciones. El candidato del PP repitió los votos de Ciudadanos, y Coalición Canaria en la fracasada investidura de agosto, a los que esta vez sumó la abstención de 68 diputados del PSOE, determinantes para facilitar anoche la investidura del que será su segundo mandato y poner fin a casi un año de interinidad y parálisis institucional. Pero a costa de sacrificar la promesa principal de sus dos últimas campañas electorales y, sobre todo, de romper un partido que afronta ahora un cisma interno de muy inciertas consecuencias.
La crisis institucional y política queda instalada así en el Partido Socialista. La renuncia horas antes de la votación del último secretario general, Pedro Sánchez, y la indisciplina de 15 diputados, ahora pendientes de sanción, son las primeras consecuencias de una ruptura que apunta al congreso federal que debe elegir el nuevo líder del partido, y para el que la gestora todavía no ha puesto fecha.
La investidura de Rajoy es, sin duda, el triunfo de la paciencia. Ha superado a todos sus rivales políticos, dentro y fuera del partido. Ha sobrevivido a una legislatura marcada por los recortes y los múltiples escándalos de corrupción, algunos de los cuales le apuntaban directamente y que hoy están siendo juzgados en la Audiencia Nacional. Y finalmente a dos contiendas electorales en las que partía como rival a batir. Sin embargo, y pese a perder la mayoría absoluta, ha logrado revalidar el cargo con el apoyo indirecto de quien aspiraba a ser su alternativa, que ayer le dejó vía libre para que pueda formar su nuevo Gobierno. Y lo hará sin prisa.
Nuevas elecciones No es suficiente sin embargo para Rajoy, que ayer volvió a amenazar de forma velada con un posible adelanto electoral si la situación se vuelve ingobernable. Lo que es altamente probable a la vista del complejo juego de mayorías que afronta a partir de ahora en el Congreso. Sin el PSOE, al PP no le quedan más alternativas que concitar el voto de Ciudadanos, PNV y nacionalistas canarios. Una vía posible pero que difícilmente será estable, y todavía pendiente de explorar.
Porque no será fácil convencer al PSOE. Aturdida por un conflicto interno que se recrudece por momentos y presionada por unas bases incrédulas, a la dirección socialista no le va a ser fácil dar estabilidad al nuevo Gobierno. Menos todavía con la presión de Podemos a su izquierda, que se atribuye ya el lidezgo de la oposición al PP. “Tarde o temprano ganaremos las elecciones”, celebró ayer Pablo Iglesias, que volvió a pronunciar un discurso duro mientras en la calle miles de ciudadanos protestaban en Madrid frente al Congreso.
Es precisamente ese equilibrio entre la tensión política y el pragmatismo institucional el que determinará el papel de Podemos en la próxima legislatura, y también su capacidad para forjar una alternativa lo suficientemente seria y solvente como para sustituir al PSOE como referencia electoral mayoritaria de la izquierda española. Un reto difícil que ya ha despertado las primeras tensiones en la formación morada, y que en buena parte estará condicionado por la capacidad del Partido Socialista para aclarar su proyecto político y recuperar la credibilidad que ayer dinamitó al apretar el botón rojo de la abstención. Una disputa por el liderazgo de la izquierda que Rajoy podrá ver desde la comodidad del sillón presidencial. Desde allí sin embargo deberá encarar una nueva legislatura que se prevé corta, y que como primer reto asoma la elaboración de unos presupuestos que contenten a Bruselas, donde exigen nuevos recortes.
Todo en cualquier caso queda ya para después del puente. El próximo jueves por la tarde Rajoy anunciará a los miembros de su nuevo Gabinete, que tomarán posesión un día después. Si España ha estado diez meses con un Ejecutivo en funciones, qué importan cinco días más. Rajoy, en estado puro. Rajoy de nuevo presidente.
Sobre la bocina. Hoy era el último día para que el Congreso eligiera al nuevo presidente y evitar las terceras elecciones, que hubieran sido 18 de diciembre.
Protagonismo del Congreso. La abstención del PSOE salva la investidura de Rajoy, pero deja un incierto futuro para la gobernabilidad, en la que el Congreso va a jugar un papel fundamental. El juego de mayorías será cambiante y habrá ocasiones en las que el PP verá perder votaciones. Rajoy advirtió ayer que no va a permitir “derribar” lo construido.