madrid - Mariano Rajoy no tuvo que emplearse a fondo para ganar los apoyos necesarios para sacar adelante la investidura y repetir al frente del Gobierno español. Tiene a sus pies a un PSOE incapaz de salir de su melé y sabe que el próximo sábado será investido presidente español tras más de diez meses en funciones gracias a la abstención de los socialistas. Por eso no empleó mucho tiempo en su discurso, apenas cincuenta minutos, y tampoco sacó a relucir muchos ni nuevos argumentos para seducir a los socialistas. Utilizó un tono menos crispado que en la intentona anterior del 30 de agosto y se dirigió con delicadeza a los socialistas consciente de que estos siguen lamiéndose las heridas de su guirigay interno. No era día para humillar a nadie. Así las cosas, Rajoy se ahorró el trámite de convencerles en su apoyo a la investidura y pasó a la siguiente encomienda: buscar el aval de los socialistas en los presupuestos y cuestiones mínimas de gobernabilidad que le garanticen la estabilidad mínima para afrontar una legislatura larga.
El presidente en funciones ofreció pactos de gran calado y diálogo sobre cinco grandes asuntos de Estado que, según señaló, trascienden una legislatura y requieren el consenso mayoritario: el sistema de pensiones, el impulso del diálogo social para apuntalar la economía y la creación de empleo, el modelo educativo, el sistema de financiación autonómica y la corrupción. Su intervención estuvo plagada de apelaciones al diálogo y al consenso. “Tengo asumido que cada día tendremos que construir una mayoría para la gobernabilidad. Para eso necesitamos un gobierno abierto al diálogo. Eso es lo que ofrezco. Estoy dispuesto a negociar cuanto sea necesario todas las decisiones y haré cuanto esté en mi mano para trabajar de formar conjunta por el bien de los españoles”, enfatizó. Sin embargo, mientras con una mano ofrecía acuerdos con la otra reivindicaba el guion y las políticas de la última legislatura completa.
Reconoció su inmovilismo al ofrecer lo mismo que en los últimos meses y especialmente desde la última investidura fallida y presumió de su gestión en los últimos cinco años. insistió y mucho en que cumplirá los compromisos exigidos desde Bruselas, que pide un ajuste de 5.500 millones de euros para reducir el déficit. También en este punto retomó la idea de la Gran Coalición con el PSOE y Ciudadanos. Amenazó con remitir al Parlamento de forma inminente los nuevos objetivos de déficit, para los que también pidió la colaboración del resto de partidos: “La estabilidad presupuestaria debe seguir siendo un compromiso que se respete desde el Gobierno y no se ignore en el Parlamento”. Euskadi no tuvo presencia en su discurso, al contrario que Catalunya, a la que dedicó una mención especial. Ofreció a la Generalitat catalana un nuevo y negociado modelo de financiación territorial, al tiempo que negó el derecho a decidir de los catalanes. “Mi primera obligación es defender la soberanía nacional y, con ella, la unidad de España, la igualdad de los españoles y el respeto a la ley y a los derechos fundamentales”, zanjó. El PSOE no compró la oferta de pacto de Rajoy ya que, en palabras de la portavoz adjunta del Grupo Socialista en el Congreso, llega” cinco años tarde”. Isabel Rodríguez avanzó la postura que hoy defenderá en el pleno Antonio Hernando, quien dejará claro que la opción de los socialistas es liderar la oposición para “combatir y revertir” las políticas del PP. Desde Podemos, Íñigo Errejón, advirtió a Rajoy de que seguirá teniéndoles enfrente si no enmienda sus políticas fallidas, criticando de paso que ayer llegara a la tribuna “con el mismo guión” que trajo en agosto.
El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, aseguró que no vio “ni un guiño ni un movimiento de abanico seductor” en Rajoy que le haga pensar en un cambio de actitud para acercarse a Euskadi.